Aveces, las conversaciones en lugares públicos como el parque infantil, la consulta del dentista, la cola del supermercado o el propio autobús (como este era el caso) resultan productivas, interesantes y asaz educativas. La pasada semana, coincidiendo con el día de las librerías, dos mujeres hablaban interesadísimas de la última novela de Patricia Cornwell. Una defendía la tesis de que la protagonista carecía de sentido de la ética y la estética y la otra argumentaba que a la hora de dar contenido al relato, la forense Kay Scarpetta era toda una genialidad. Yo, que esperaba tranquilo el momento de iniciar de nuevo la marcha, leía con intensa avidez Origen, el ultimo ladrillo de Dan Brown (en el sentido metafórico de la palabra por su consistencia), pero la conversación sobre novela negra me animó bastante a intervenir dado que soy un fan declarado de la misma:
-Creo, si me lo permiten, que para forense activo y reactivo el creado por Robin Cook. Ése sí que es tremebundo. Como todos sus casos.
-No le diré que no -me respondió una de ellas-, pero acaba repitiéndose un poco en sus confabulaciones médicas comatosas.
-Es que escribir más de treinta libros sobre intrigas y conspiraciones hospitalarias tiene tema, ¿eh?
-De todas formas, el personaje femenino como protagonista es más atractivo dentro de una novela negra -argumentó la otra chica-. Porque de detectives masculinos vamos sobrados: desde el padre de todos ellos Sherlock Holmes, pasando por Marlowe, Dupin, Hércules Poirot o el mítico Sam Spade en El halcón maltés.
Viendo el nivel que estaba alcanzando la conversación, pocos usuarios se atrevieron a intervenir pese a estar ojo avizor a la misma. Uno de ellos se vino arriba mostrando un flamante libro entre sus manos:
-¿Vale como novela negra La cabaña del tío Tom? -preguntó-.
-Creo que ésa es una novela sobre negros, más que negra -le contesté examinando la edición de lujo ilustrada del clásico de Harriet Beecher Stowe-.
-De todas formas, yo la última obra que estoy leyendo -continuó una de las mujeres que iniciaron la conversación- es Cincuenta sombras más oscuras, que si bien no es negra en el género, es bastante sombría en el argumento -y se rió de su propio chiste de una manera que a mi me pareció algo desproporcionada-.
Se creó entonces un silencio más cortante que terminar la frase con un punto. Otro señor se me acercó indeciso aprovechando el lapsus en el debate:
Perdone -me dijo un tanto derrotado-, a usted que le veo muy puesto en literatura, ¿conoce algún libro de autoayuda para el cansancio?
-Sí -le respondí sincero-, pero están todos agotados?