la vida es femenina por naturaleza. Eso es un hecho. Antes de que la Evolución apostara por la diversidad creando el primer macho y, con él, el sexo, bios ya había generado una protohembra con la que funcionaba mediante la reproducción -asexual-. Incluso a día de hoy, ante la inexistencia de factores masculinizantes, el proceso de diferenciación sexual es femenino por defecto. O dicho de otro modo: todo ser sexuado viene de fábrica con una predisposición hacia lo femenino salvo que agentes masculinizantes entren en acción. Habitualmente, este proceso tiende a decidirse, entre otros, por una serie de compuestos químicos que produce el propio organismo: las hormonas sexuantes. En la mayoría de los animales vertebrados estas son la testosterona y el estradiol. La primera masculiniza, mientras la segunda feminiza. ¿Pero qué ocurre cuando este percibe la influencia externa de compuestos estructuralmente similares?
Según Ibon Cancio, profesor de Biología y coordinador del máster de Contaminación y Toxicología Ambientales de la UPV/EHU, gran parte de los artículos de aseo personal que se utilizan, como jabones, cremas o geles, contienen compuestos estructuralmente similares al estradiol o con efecto antiandrogénico. También una serie de medicamentos, como la flutamida, el dietilestilbestrol, las píldoras anticonceptivas, etc. Pero estos compuestos no se limitan a aparecer en productos de ámbito personal. Sustancias de uso industrial como detergentes, pesticidas o pinturas también contienen estos elementos químicos. “Vivimos en un medio ambiente inundado por compuestos químicos, algunos hormonas femeninas, y esto tiene sus consecuencias”, sentencia Cancio. La más llamativa: la fauna está viviendo un proceso de feminización por influencia de esta contaminación.
Por ejemplo, en el caso de los peces, hay especies cuyo porcentaje hembras está aumentando. Cuando la exposición a estos compuestos químicos ocurre durante la época larvaria -periodo en el cual se define su sexo-, los individuos que genéticamente son machos desarrollan gónadas femeninas. Sin ir más lejos, esta técnica se utiliza en acuicultura exponiendo larvas a estradiol de manera controlada para obtener una población únicamente compuesta por hembras -lo cual resulta económicamente beneficioso en aquellas especies en las que las tasas de crecimiento son mayores en hembras-. No obstante, los efectos van más allá. Entre otros, alterando la conducta de los mismos, en la medida que las hormonas también diferencian sexualmente el cerebro.
Aun así, uno de los efectos más estudiados es el de los machos expuestos a estos compuestos que están desarrollando ovocitos en sus testículos. A este fenómeno de que especímenes macho realicen la función gonadal femenina al desarrollar una intergónada los biólogos lo denominan intersex. Dependiendo del momento -si es durante la época larvaria o durante la madurez-, el grado y el tiempo de exposición, estos peces pueden producir desde algún que otro ovocito -además de espermatozoides- a fabricar únicamente huevos. “Pero aunque también produzcan espermatozoides, en especies en las que existe un dimorfismo gonadal los testículos de un macho no deberían producir ovocitos”, asegura Cancio.
Un proceso similar se repite en los anfibios, como en las ranas o las tortugas, e incluso en los reptiles. Entre otros, fue muy famoso el gran descenso en la población de caimanes de Florida (EEUU) que se produjo durante los años 80 por culpa principalmente de la atrazina, un herbicida. Como resultado de esta contaminación, los caimanes macho desarrollaron niveles muy bajos de testosterona en sangre y, en cambio, muy grandes de estradiol -incluso mayores que las de hembras de entornos sin contaminar-. Como consecuencia, su tamaño corporal se redujo, al igual que el de su pene y, además, fabricaban poco esperma. Si a ello se le añade que las hembras desarrollaron problemas en los ovarios por la sobreexposición a hormonas sexuantes femeninas, la población de caimanes del lago Apopka en Florida quedó comprometida.
Los mamíferos, por otro lado, también se ven afectados en su proceso de diferenciación sexual por la proliferación de compuestos feminizantes en el medio ambiente. Sin embargo, en comparación con los peces, reptiles y anfibios, los efectos son menores y en lo que a los genitales se refiere, a diferencia de los anteriores, apenas sufren cambios. Y se impone prácticamente a cualquier influencia externa. “Por ejemplo, el hecho de que coma pollo hormonado con estradiol no va a hacer que desarrolle ovarios, pero sí puede hacer que desarrolle pechos”, ilustra Ibon Cancio.
En entornos acuáticos Aunque los efectos de feminización se dan en gran parte del globo, sobre todo se focalizan en entornos acuáticos y, más concretamente, en las zonas donde vierten las plantas de tratamiento de aguas residuales. Esto sucede debido a que estas depuradoras están diseñadas para limpiar cierto tipo de compuestos residuales ubicuos y abundantes, como metales pesados, policlorobifenilos (PCBs), etc., pero no otras sustancias. “No existe un proceso individualizado para la limpieza de cada uno de estos compuestos químicos y, además, todavía desconocemos la existencia de muchos otros que también pueden influir”, informa Cancio.
Además, pese a que el vertido de estos compuestos sea en pequeñas cantidades, incluso por debajo de los niveles causantes de efecto biológico, la concentración de diferentes sustancias químicas muy localizadas en un punto tiende a maximizar sus efectos, ya que estos elementos interactúan entre sí. “El cóctel es el que provoca la feminización”, explica Cancio. De ahí que aparte de ser más sensibles a los efectos de estos compuestos, los peces, sobre todo aquellos que viven en ríos y estuarios -aunque no solo-, estén particularmente más expuestos a esta contaminación que otros animales. Y Euskadi no representa una excepción.
Peces intersex en Euskadi Sin ir más lejos, el equipo de Biología Celular en Toxicología Ambiental de la UPV/EHU detectó en 2007 casos de mubles intersex en la biósfera marina de Urdaibai. En posteriores investigaciones, las zonas afectadas se aumentaron a zonas como el estuario de Gernika, los puertos de Ondarroa y Pasaia o la zona de Gobela en el estuario del Nervión. En cuanto a los peces marinos que se suelen encontrar en las pescaderías, Cancio asegura que apenas se han encontrado casos de peces en mar abierto. “Sí que se ha identificado incluso algún que otro bacalao en estas condiciones, pero no es lo normal”, tranquiliza.
En general, el compuesto químico que destaca en la costa vasca es el octilfenol, que se utiliza principalmente en algunos detergentes, aunque ya está prohibido en aquellos de uso en los hogares. Concretamente, han sido en las zonas portuarias de Pasaia y en el área de la depuradora de Gernika donde mayor cantidad de mubles intersex se han detectado; salvo en la última campaña de 2016-2017 en el caso de Pasaia, en la que la prevalencia se ha reducido drásticamente. Aun así, Cancio informa que, en una escala de sustitución del tejido testicular por ovárico del 0 al 7, lo máximo que se ha encontrado en Euskadi es un nivel 3 de intersex; es decir, testículo con cobertura de ovocitos inferior al 50% del testículo.
Aunque los efectos a largo plazo de esta exposición a compuestos químicos feminizantes todavía se desconocen, Cancio sentencia que las posibles consecuencias inciden directamente sobre la capacidad de procreación. “Si tocas la capacidad de reproducción de una especie estás jugando con algo vital para la supervivencia de la población”. Para él, lo que está claro es que los machos no deberían producir ovocitos. De ahí que, con los ojos puestos en Gernika, espera ansioso a ver qué ocurre en sus costas cuando la planta de tratamiento de aguas residuales de Bermeo se haga cargo de dicha zona. “Para nosotros va a ser un laboratorio a cielo abierto de recuperación”.