Bilbao - “Relativo o referido a circunstancias en las que los hechos objetivos son menos influyentes en la opinión pública que las emociones y las creencias personales”. La posverdad se convirtió el año pasado en la palabra del año para el Diccionario Oxford tras la conmoción social que provocaron las victorias de Donald Trump en Estados Unidos y del Brexit en Gran Bretaña. Ayer, expertos en política y comunicación debatieron en Sabino Arana Fundazioa el fenómeno de la posverdad. Durante la jornada, Miquel Urmeneta, periodista y profesor de Comunicación en la Universitat Internacional de Catalunya (UIC) analizó el papel de los públicos en la formación de las corrientes de opinión en un momento en el que los medios de comunicación se encuentran sumidos en una profunda crisis de negocio y de modelo.

¿Cómo hemos llegado a la era de la posverdad?

-Las campañas de Donald Trump y del Brexit se basaron en afirmaciones dudosas o directamente mentiras. Cuando a Nixon le pillaron mintiendo, la presión social era tan potente que dimitió inmediatamente. Ahora no. Ahora es como si esta tensión hubiera desaparecido. Para mí, hay varios palos que sustentan este debate: políticos que apelan a los sentimientos, medios de comunicación que están sumidos en una crisis estructural, de modelo de negocio, de modelo de contenidos, de encaje social, que han hecho mal la transición digital, medios sedientos de clicks que al final tampoco sirven para compensar la cuenta de resultados, las nuevas reglas de la vida social de la información en grandes plataformas digitales, redes sociales, motores de búsqueda, Facebook y Google básicamente. Todo esto es interesante pero una parte muy relevante son los públicos.

Es decir, nosotros.

-Sí. Hay una narrativa muy potente que dice que todo esto ha pasado porque Facebook tiene una algoritmo que favorece que las noticias falsas se distribuyan muy fácilmente, por tanto, ¿de quién es la culpa? De Facebook. O ¿de quién es la culpa? De Trump. Yo creo que no es tanto una cuestión de buscar culpables, sino soluciones. La democracia está atacada desde siempre. Parte de la solución a esto seguro que es una ciudadanía más madura, más informada. Esto no se solucionará cuando Facebook retoque el algoritmo.

¿Por qué somos ahora más susceptibles a aceptar ciertos discursos, mentiras o medias verdades?

-En nuestras sociedades el lenguaje políticamente correcto es muy fuerte. En momentos de crisis como el actual hay gente a la que el lenguaje políticamente correcto no le vale, porque lo está pasando mal; aquí se produce un choque. Para mí parte de lo bueno de esta crisis es darnos cuenta de que habíamos vivido en la mentira, lo políticamente correcto era mentira, no todo el mundo piensa de una determinada manera. Si un porcentaje de la población de un país es racista lo bueno es saberlo, aunque sea para censurarlo. Pero no podemos decir que aquí no pasa nada, que somos supermulticulturales y estupendos.

¿Qué hacer para evitar el efecto contagio?

-Si hacemos que acciones para contribuir a que la cultura política mejore, que seamos más tolerantes a quien piensa lo contrario, aunque sea políticamente correcto, si nos entrenamos para ser capaces de empatizar con el otro, si nos indignamos menos rápido. Aquí hay injusticias claras y nadie dice nada, esto pasa un poco también. Estamos desequilibrados, hay cosas muy graves que pasamos como si tal cosa y hay cosas poco graves que nos sobreexcitan. Nos tenemos que volver a centrar. No sé si hace 30 años estaba todo un poco más centrado...

Hace 30 años no estaban las redes sociales...

-Esto contribuye un poco a que seamos tan de mecha corta. El tiempo parece que se ha acelerado.

Habla de empatizar, de entender al contrario. No parece que se esté tomando mucha nota de ello viendo lo que está ocurriendo en Catalunya.

-A mí me da la sensación de que es diferente hablar de una sociedad dividida que una sociedad enfrentada. Yo entiendo que cuando hay una sociedad dividida sobre un punto, que en este caso es la articulación territorial-política respecto de Catalunya con España, que ya existía pero empieza a ser central en el debate público y institucionalmente se va hacia una dirección, es normal que la temperatura social suba. Creo que hay que entender que las diferencias no son malas. La paz social no significa que todos piensen igual que yo, a eso se le llama normalmente dictadura. La paz social significa estar reconciliado con alguien que no piensa como yo. Ser capaz de escucharle, de intentar entenderle y divergir. Este ejercicio entiendo que no puedes hacerlo en un momento de calma y estamos ante una oportunidad para hacerlo. Es difícil, lo sé, porque hay gente en Catalunya a la que esto le está afectando a nivel personal.

La reconciliación en el terreno político-institucional no parece posible. ¿Es más factible que se reconcilie antes la sociedad?

-Creo que operan dos lógicas diferentes, son como planos diferentes. Creo que ahora volvemos a la casilla de salida del 27 de septiembre de 2015. El resultado es complicado. Para mí es relevante pensar que hay un porcentaje de la población que ha desconectado mentalmente de España. Esto es parte de la realidad. A ver cómo nos vamos a entender.