BILBAO - “Los temas de la misión siempre me apasionaron; después vas reflexionando y viendo que como Iglesia vivimos en un mundo donde uno no puede cerrarse y centrarse solo a su diócesis. Cada persona es responsable también del mundo entero”, dice sonriente Luis Ángel Plaza, de visita en Euskadi invitado por Misiones de la Diócesis de Bilbao para participar, al hilo de la celebración mañana domingo del Día del Domund, en encuentros con escolares, jóvenes, seminaristas y sacerdotes. Después de dos décadas en Brasil, ahora permanecerá tres años en el Estado. “Formo parte del Instituto Español de Misiones Extranjeras y me han pedido que me quede explicando y fomentando el espíritu misionero, también entre los laicos, para que sientan que somos parte de un mundo global que es la casa de todos, como dice el Papa Francisco”.
¿Qué es ser misionero?
-La persona que piensa en los otros, la que sale de su comodidad, la que deja de mirarse en su ombligo para ayudar a quien lo necesite; todos tenemos que ser misioneros y cada uno descubrir el cómo serlo. Puedes trabajar en tu barrio o sentirte llamado a irte a lugares más distantes. Lo importante es que cada cual sienta que tiene una misión solidaria con los demás y mostrar que creemos en un Dios que es vida, que nos convida a ser fraternos. Es importante estar abiertos al mundo porque todos somos responsables de él.
¿Está a la baja ser misionero allende nuestras fronteras?
-Hay unos 13.000 misioneros/as fuera del país; el problema es que son muy mayores. Pero ahora están surgiendo misioneros laicos, que no son sacerdotes ni monjas, sino seglares. Es hermoso porque la misión no es solo una cuestión de religiosos; también están los colaboradores que, desde otras perspectivas, no solo desde la fe, juegan un papel fundamental, entre otros, Médicos Sin Fronteras.
¿Su trabajo es pastoral, social....?
-He trabajado mucho en la pastoral social, la misión no es solo hablar; lo importante es ayudar -es lo que quiere Dios- a tanta gente que lo pasa mal y donde unos tienen todo y otros nada. He colaborado con la Asociación Grito de los Excluidos, los pobres de los más pobres.
Con las necesidades que hay aquí. ¿Por qué irse a Brasil u otros países?
-No es excluyente. Aquí hay que trabajar con las gentes más vulnerables; ya hay personas que lo hacen, pero al mismo tiempo no debemos de tener una visión pequeña, alguien tiene que salir e ir mostrando que la Iglesia es de todos.
De Brasil nos llegan imágenes de lujosas playas y luego las favelas
-La tragedia de Brasil es la desigualdad; es el país más desigual del mundo. He visto las casas más lujosas del planeta junto a gente que pasa hambre, que se muere por no poder comprar una medicina. El dinero y los intereses egoístas de los poderosos se antepone a la población.
Brasil es uno de los países más inmensamente ricos del planeta. ¿Porqué necesitan muchos brasileños nuestra colaboración?
-Porque es un país inmenso, 18 veces España, y en las periferias la gente malvive y fallece porque no tiene las necesidades básicas cubiertas. En la Amazonia su población está abandonada. Trabajamos con esos colectivos para que salgan de esa realidad de pobreza y tomen conciencia de sus derechos, y al mismo tiempo se vuelvan solidarios entre ellos.
¿Faltan medios o sobra ambición?
-El dinero, el poder son grandes tentaciones; las personas acabamos siendo insolidarias por el vil metal. Hay movimientos de multinacionales con grandes intereses que están destrozando el pulmón de la Amazonia; gente que es capaz de todo por mandar y la atracción por lo ajeno se halla en todos los niveles sociales; hace falta un cambio de lógica para que todos tengan lo que necesitan para vivir dignamente.
¿Por qué no arreglan las necesidades de la población sus gobiernos?
-Hubo un tiempo en que la situación era mejor; pero llegó la corrupción, la falta de transparencia. Por eso es buena la función de las ONG para que abran los ojos a los más pobres sobre sus derechos para que estén atentos y no les engañen. Enseñarles a estar vigilantes ante los poderosos y explicarles que no les roben su sanidad, educación, su acceso a una vida digna.
¿Es necesario el Día del Domund?
-Sí, aunque siempre digo que solo con dar dinero no es suficiente. Entiendo el Domund como una forma de colaborar, de compartir con los más pobres cosas que antes se las hemos quitado. Las ayudas que les damos suelen ser migajas comparadas con lo que las grandes corporaciones les han arrebatado.
¿Veremos algún día desaparecer este Día porque no haga falta?
-Desgraciadamente siempre será necesario. Los humanos somos dioses y diablos. Podemos crear las mejores maravillas y grandezas, pero al mismo tiempo hacer las mayores barbaridades.
¿Qué diría para animar a la gente a ayudar en el Domund?
-Que vivimos en un mundo global en el que tenemos que aprender a ser solidarios con la gente de allí; la solidaridad internacional es necesaria.
¿Qué haría para que los jóvenes se enrolaran en el mundo misionero?
-Los jóvenes son la gran esperanza; los que pueden hacer un mundo diferente, más humano al que tenemos. Les suelo decir que uniéndonos se transforman en la sociedad muchas cosas tanto aquí como allí. Cuando lo intentas luego te das cuenta que merece la pena y te sientes feliz.