Cazar a los incendiarios que han podido causar la oleada de incendios que ha arrasado los montes y bosques de Galicia y Asturias es tan difícil como encontrar una aguja en un pajar, y aunque todos los indicios apuntan a que muchos de esos fuegos han sido intencionados, la investigación se presume larga y complicada. Porque, como gráficamente resumían fuentes del Seprona, “el monte no habla” y “la escena del crimen ha acabado arrasada”. Con todo, un equipo de investigación “muy cualificado” se mantiene desplegado en la zona para tratar de averiguar las causas y, en su caso, localizar a los autores de esta oleada de incendios, muchos de ellos todavía activos al cierre de esta edición pese a las intensas labores de extinción.
Ayer mismo, agentes de la Policía Nacional de Lugo procedieron a la identificación (que no a su detención) de una persona en relación a los incendios registrados en la ciudad, en la zona de As Gándaras y en el entorno del Hospital Universitario Lucus Augusti. Y también ayer se hacía público que un juzgado de Ponferrada decretaba el ingreso en prisión provisional, comunicada y sin fianza para otro varón detenido por “provocar incendios” en seis puntos de un monte y al que se investiga por un presunto delito contra la seguridad colectiva. Esta detención fue posible gracias a la colaboración ciudadana.
En cualquier caso, y en relación con la oleada de incendios, fuentes de la investigación consultadas no descartan ninguna hipótesis en el caso de Galicia, pero señalan que los indicios parecen sugerir “una clara intencionalidad”, tanto por la estructuración de los focos, por la distancia entre unos y otros y por su desarrollo, que evidencian que el móvil ha sido “causar el mayor daño posible”. Esta línea de investigación la podrían reforzar otros indicios, como que los focos se prendieran en intervalos muy cortos de tiempo y en lugares muy propicios para su propagación y complicados para la entrada de los servicios de extinción, las autobombas, de tal manera que cuando éstas llegaran, las llamas ya se habían extendido.
Es la hipótesis que cobra más fuerza una vez descartada prácticamente la de la existencia de una red criminal que estuviera detrás de los incendios, aunque sí parece evidente que haya habido varios autores y que estuvieran muy organizados. Si efectivamente ha habido intencionalidad, los responsables sabían que la meteorología -se esperaban vientos racheados-, la sequía y la baja humedad contribuirían a aumentar los daños.
Independientemente del resultado final de las pesquisas, lo cierto es que investigar un incendio es más difícil que un homicidio y, por eso, es necesario que se aumente la inversión (aún insuficiente) en medios humanos y materiales, del mismo modo que se hace con la prevención y la extinción (las otras dos patas sobre las que se sustenta este fenómeno). Porque se trata de conseguir que el incendiario acabe en la cárcel y, para eso, pillarle con las manos en la masa es esencial.
No resulta fácil, comentan fuentes del Seprona, seguir a un sospechoso que se mueve por el monte, donde no hay testigos, ni videocámaras ni repetidores ni antenas a cada paso. “Seguir a alguien en Madrid las 24 horas es difícil, pero en medio del monte en Galicia lo es mucho más. Aún así, se han conseguido detenciones”, añadían. Dicen los expertos que el 95% de los incendios se produce por la actividad del ser humano y solo un 5% obedece a causas naturales.
Obtener pruebas es harto complicado y para ello se necesitan medios y una investigación “altamente especializada”, aplicando técnicas que se utilizan para esclarecer delitos considerados muy graves, como seguimientos o intervención de las comunicaciones, entre otras. De ahí, la necesidad de una mayor inversión. Antes de nada, cuando se produce el incendio los investigadores realizan un estudio de la situación de riesgo de la zona, de los datos estadísticos, del entorno, etc... para continuar después con un segundo paso: la inspección ocular y la recogida de pruebas que ha podido dejar el fuego.
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Al menos 13 espacios protegidos por la Red Natura 2000 europea en Galicia, Asturias, Castilla y León y Cantabria se han visto afectados por los incendios, según el análisis de técnicos de SEO/BirdLife, quienes alertaron sobre sus efectos en especies “en peligro crítico de extinción” como el urogallo cantábrico.
Las lluvias, otro enemigo. En los próximos días, “la situación podría verse agravada si, como se prevé, entra una borrasca en la zona” advertían desde SEO/BirdLife, ya que “las fuertes lluvias sobre la superficie quemada podrían erosionar el suelo y arrastrar las cenizas contaminantes a ríos, a humedales y al mar”.