gasteiz - “Estoy con la depre”, es una expresión tan extendida por socorrida ante cualquier situación explicativa de “bajón” bien físico, bien anímico, bien ambos al tiempo, que ha contribuido durante muchos años a banalizar la realidad de una enfermedad mental grave como es la depresión.

Esta banalización social del término es lo que lleva a pensar a casi la mitad de los españoles que la depresión se puede fingir, a que un 60% la achaque a una personalidad inestable y que un 49% la asimile a debilidad de carácter, y que todavía haya un 14 % de la ciudadanía que crea que no es una enfermedad. ¿Pero realmente la depresión se puede simular? Según el psiquiatra Miquel Roca, “a un clínico experimentado no es tan fácil engañarle, a pesar de que no existen pruebas diagnósticas en esta patología”.

Aun así, esta trivialización sanitario cultural aparente está dando paso a una percepción diferente entre la población, de modo que en el Estudio Lundbeck “¿Qué saben los españoles de la depresión?” elaborado por un grupo de expertos en salud mental se recoge que para el 86% la depresión no es ni debilidad de carácter ni personalidad inestable ni una expresión para indicar una frustración o un bache, sino una enfermedad, además grave. Se banalizaba porque se confundía o quería confundir con eventualidades, baches o decepciones puntuales de la vida, porque no se ha recibido una educación sanitaria correcta, porque la divulgación de esta dolencia no ha sido la más adecuada, porque no se ha manejado correctamente el tema y, por qué no decirlo, tampoco la formación de los médicos de atención primaria ha sido la más idónea; incluso podría añadirse que en algunos casos incluso se ha estigmatizado esta enfermedad.

“Me parte el corazón que haya tantas personas que crean que esta terrible enfermedad se pueda fingir”, se lamenta Mar García, que hace un año estaba tirada en la cama de su casa sin fuerzas para levantarse. Aunque esta treinteañera periodista de Gasteiz no tiene el perfil de quienes sufren esta dolencia del alma reconoce que problemas laborales, amistades rotas, entre otros factores, la llevaron a caer en el pozo negro de la depresión. “Es muy duro, pero si se trata bien se puede salir”, dice por experiencia propia.

baches y frustraciones Aunque en ocasiones se hable con cierta ligereza de la depresión, el estudio demuestra que un 42% conoce a alguien de su entorno cercano que padece o ha padecido esta peligrosa enfermedad mental, nada extraño considerando que dos de cada diez personas la sufren o han sufrido, y paradójicamente, un 35 % de éstos se hallan en el grupo de los que piensan que se puede fingir; además, ser mujer de 60-64 años, ama de casa y viuda da el perfil depresivo más común.

Un 95% de los encuestados sí atribuyen la depresión a baches y frustraciones personales de la vida, pero un 94% la achacan a los factores sociales como el paro, la pobreza, y tan solo un 50% lo endosa a factores biológicos o a factores genéticos; y por supuesto, la observación cotidiana hace que hasta un 77% de la población considere que las adicciones empujan hacia la depresión: bebida, juego?.

Lo más llamativo y a la vez más positivo de los resultados del estudio es que, al margen de las causas que consideren origen de la depresión, un 93% afirma o está convencido de que se puede curar con un tratamiento correcto; terapia que, según los especialistas, debe incluir antidepresivos, psicoterapia y psicoeducación.

Estos tres factores del tratamiento para los expertos deben vehicularse a través de una terapia individualiza integral que siga y respete los protocolos internacionales probados y aprobados, que implique al paciente como agente activo de su propia curación a través de una relación terapéutica correcta con una adherencia personal del paciente al tratamiento.

El doctor Guillermo Lahera, investigador en el Cibersam, sostiene que en esta enfermedad hay un sobrediagnóstico y una sobremedicación, pero al mismo tiempo hay también “muchas personas con depresión que tienen grandes sufrimientos y no reciben un tratamiento eficaz”.

Tras meses de tratamiento, Mar, freelance de distintos medios on-line, se muestra feliz porque poco a poco ha vuelto a la normalidad, inmersa ya en proyectos periodísticos. “Ya no necesito psicofármacos, pero sigo con la psicoteria y me va bien”, dice con indisimulada alegría.

tristeza, apatía, desgana Casi la mitad de las respuestas recogidas en este estudio mencionan la apatía, la tristeza, la desgana, el nulo de ánimo, la melancolía, la falta de fuerza? como sinónimos o términos asimilables a depresión, mientras que tan solo entre un 0-3% de la población encuestada cita de manera espontánea los síntomas cognitivos de una depresión, que son para los médicos especialistas los más importantes en la sintomatología de la enfermedad. Baja concentración, memoria reducida, pérdida de atención, merma en la capacidad en la toma de decisiones y en la planificación de actividades de la propia vida. “Todas estas dificultades cognitivas tienen una elevada prevalencia en los pacientes con depresión, reduciendo de manera muy significativa su calidad de vida y a la larga imposibilitando su completa recuperación si no son tratados correctamente”, indica Miquel Roca, Coordinador de la Unidad de Psiquiatría del Hospital Juan March de Mallorca y uno de los elaboradores del Estudio Lundbeck.

Muy aceptada por la mayoría como enfermedad grave, el trabajo plantea también cuál creen que es la mejor forma de ayudar a quienes la padecen. Para entender mejor las respuestas, hay que tomar en consideración que casi nueve de cada diez pacientes hablan de su enfermedad con alguna persona, mientras que el 10% restante lo mantiene en privado, quizás porque lo vea como algo irrelevante, algo personal con lo que no quieren preocupar a los demás.

Así que para el 90% de los españoles, es muy importante animar al paciente a realizar actividades diferentes; para un 87% es fundamental invitarle a pensar en positivo y para un 76% es necesario decirle o recordarle que tiene que poner algo de su parte; y lo que es más positivo, un 89% recomendaría a cualquiera que presentara los síntomas de depresión que acudiese a un médico, en primer lugar a un psicólogo, en segunda opción a un psiquiatra, y en un mucho menor medida a un médico de familia, tal vez porque perciban que la atención primaria no está hasta hoy día suficientemente formada para atender esta patología. Esta percepción no es exactamente la que tienen los psiquiatras, que consideran que una atención psicológica no médica no suele ser suficiente para atajar la enfermedad, sobre todo en los casos más graves.

La imagen del psiquiatra En el papel “clave” que juega el facultativo de cabecera en la promoción y prevención de la depresión incide Vicente Gasull, coordinador del grupo de salud mental de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (Semergen). Y es que los trastornos mentales suponen el 30% de los problemas de salud asistidos en los centros de atención primaria.

Estos datos del estudio, según Roca, evidencian que “lo psicológico tiene mejor prensa que lo psiquiátrico”, una percepción que conlleva que el psiquiatra “invierta mucho tiempo en convencer al paciente para que se tome la medicación, lo que no ocurre en otras especialidades médicas”.

Pero esta ayuda psicológico-psiquiátrica no excluye para los encuestados el uso de los antidepresivos. De hecho, tres de cada cuatro los tomaría. El otro cuarto no los consumiría porque aducen falta de confianza en ellos, bien porque creen que no curan la psique, bien porque piensan que alteran la personalidad, o bien porque prefieren salir solos del bache, además de que para un 72% de ellos los antidepresivos generan siempre dependencia. “Sin ayuda y sin tratamiento farmacológico aún estaría tirada en la cama de casa”, sentencia Mar.

falsas creencias Las enfermedades mentales, los pacientes con estas dolencias, la psiquiatría y los psicofármacos, a juicio del doctor Roca, tienen, entre otros obstáculos, el del estigma. “Falsas creencias sobre los psicofármacos se han colado y circulan a la velocidad del rayo en las redes sociales e incluso -como ocurre con los movimientos antivacunas o partidarios de la medicina alternativa- en los medios de comunicación. Por eso, las sociedades científicas, psiquiatras, los propios pacientes que se han visto y se ven beneficiados por estos tratamientos, tenemos la obligación de hacer frente a estas campañas de desprestigio hacia la medicina convencional por estos movimientos que hacen mucho ruido y engañan a la ciudadanía, porque los antidepresivos son fármacos útiles y seguros y en ningún caso son más adictivos que otros que se usan para otras patologías”.

Y si los efectos sobre la calidad de vida son indiscutibles cuando la depresión se acentúa y no se trata bien, o directamente no se atiende, la solución final suele complicarse hasta el extremo de que la percepción cotidiana de un 85% de los españoles es que la depresión resulta ser la principal causa de suicidio. Y para el 95% de ellos este trágico final, visto como una complicación gravísima de la propia depresión, podría mitigarse en gran medida con una mejor atención y mejor diagnóstico y un tratamiento adecuado, psicológico, psiquiátrico o con fármacos antidepresivos.

En la gran mayoria de casos. La depresión responde al tratamiento, y en muchos se consigue la desaparición de sintomas.

Con un correcto tratamiento. Los episodios depresivos desaparecen en su totalidad en al menos 2/3 de los casos.

Sin embargo. Una depresión sin tratar dura como promedio, de 6 a 9 meses, y algunas pueden ser crónicas y durar muchos años.

La depresión tiene. Altas tasas de cronificación y recurrencia.

Tras un episodio depresivo. El 50-60% de pacientes tiene un segundo episodio; tras dos episodios, el 70% tiene un tercero; y tras tres episodios, el 90% recae.

Reto. Alcanzar la remisión, minimizar los efectos adversos y en consecuencia reducir las recaídas