Bilbao - “No son delincuentes, son enfermos mentales”, deja claro Marisa, una vecina de Getxo que tiene una hija con este síndrome y que muestra su preocupación por el desconocimiento que hay sobre la enfermedad. Su hija, que en la actualidad tiene 27 años, fue dada en adopción por la Diputación Foral de Bizkaia. “Nosotros la adoptamos y no nos dijeron nada, al cabo de un montón de años nos enteramos que sufría el síndrome alcohólico fetal por la exposición al alcohol durante el embarazo”. Esta madre reivindica sobre todo la toma de conciencia acerca del síndrome para prevenir la discriminación y la exclusión que los niños sufren en su entorno escolar y social. “Me gustaría que la red sanitaria, social, judicial pueda entender a este tipo de personas”. “Pero ahora lo que más nos preocupa es el día de mañana porque no está reconocida la enfermedad”.

Su hija vive en un piso de acogida tutelado. “Pero ha estado muchos años ingresada en Zamudio, después en pisos. Tiene concedida una incapacidad porque los niños con SAF padecen una gran lesión en el cerebro. Son personas que no son autónomas”. Desde la asociación catalana de Familias Afectadas por el Síndrome Alcoholismo Fetal, a la que pertenece, intentan conseguir un diagnóstico temprano. “En nuestro caso, ya se veían algunos síntomas, pero nadie nos dijo nada”. La pequeña tenía ya 8 años cuando se la entregaron pero tardaron bastante tiempo en diagnosticarlo a pesar de sufrir un largo peregrinaje médico.

Hiperactivos y agresivos La agresividad, la hiperactividad, los problemas de aprendizaje, visuales y auditivos, o la falta de habilidades sociales son comunes entre los afectados. Por eso esta madre resalta que la integración en la escuela de su hija fue muy mala. “Estuvo en Askartza y no pudieron o no supieron abordar el problema. No hay que olvidar que tienen una hiperactividad muy elevada. Por eso, a nivel escolar no llegan a integrarse, y tienen muchos problemas de relación. Es que son personas con una enfermedad mental. No estamos hablando de cualquier cosa”, se queja.

“Ella provenía de una familia baracaldesa desestructurada, cuya madre era alcohólica. Por eso ahora en el hospital Vall d’Hebrón se plantean el futuro con preocupación por los elevados consumos de alcohol que presenta la sociedad actual”, comenta.

Y es que el síndrome alcohólico fetal provoca que los niños sean muy impulsivos y no tengan autocontrol. “Este tipo de pacientes son capaces de cualquier cosa por conseguir algo porque no saben gestionar la frustración. Además son niños muy manipulables, que fácilmente pueden acabar delinquiendo o en el mundo de las drogas”, señala Marisa, agobiada por la falta de información que existe sobre la dificultad de estas personas para integrarse. “La gente cree que hacen las cosas por capricho, pero no es así. Por eso mi principal preocupación es el futuro de mi hija y qué pasará cuándo faltemos nosotros”, se lamenta. - C. Lago