Ginebra - Durante los próximos cinco meses la Humanidad tendrá que vivir a crédito después de que ayer quedara agotada la provisión de recursos naturales -agua, suelo y aire- que la Tierra puede generar durante un ciclo anual, según los cálculos de la ONG Global Footprint Network. En palabras llanas: para esa fecha se habrá emitido más carbono del que los océanos y los bosques pueden absorber y se habrán capturado más pescados, recolectado más cosechas y consumido más agua de lo que el planeta es capaz de producir en ese periodo.

Este preocupante hecho, sin embargo, no supondrá que determinados productos dejen de estar presentes en la lista de la compra de muchos millones de personas; tampoco que otros varios millones más decidan aparcar sus vehículos en favor del transporte público; ni siquiera que unos cuantos millones se cuestionen su modelo de consumo. La razón es que el ser humano empezará a gastar desde ese mismo día los recursos asignados a 2018. Un anticipo que la Humanidad en su conjunto ni siquiera se plantea reintegrar a la Tierra pero cuyo coste va en aumento.

De hecho, los informes que anualmente elabora Global Footprint Network son el testimonio más evidente de cuál está siendo la evolución en la gestión de los recursos naturales. Esta vez será el 2 de agosto, pero es que en 1993 el techo de gasto se sobrepasó el 21 de octubre, en 2003 fue un 22 de septiembre y en 2015, por ejemplo, el límite se alcanzó un 13 de agosto. Es decir, cada vez se consume con mayor rapidez y la deuda que los seres humanos adquieren con el planeta -la huella ecológica- va in crescendo.

Esto significa que día de hoy, la actividad humana consume recursos naturales 1,7 veces más rápido de lo que los ecosistemas los pueden recuperar. O que necesitamos 1,7 planetas para vivir. La consecuencia es la deforestación, las sequías, la escasez de agua potable, la pérdida de biodiversidad,? Una gestión nada sostenible de los recursos naturales, tal y como coinciden en señalar las voces expertas en materia ambiental. A pesar de todo, desde Global Footprint Network mantienen viva la esperanza del cambio basado en la implantación de nuevos hábitos de consumo y de vida.

Así lo expresó su presidente, Mathis Wackernagel, cuando indicó que “nuestro planeta es finito pero las posibilidades humanas no. Vivir dentro de los límites de la naturaleza o dentro de las posibilidades de regeneración de la misma es técnicamente posible, financieramente benéfico y nuestra única posibilidad para un futuro próspero”. El objetivo para 2050 es atrasar esa fecha de sobreexplotación y acompasar el consumo a los recursos, la demanda y la oferta.

Recordaban en este sentido desde la organización conservacionista WWF que en 1961 la Humanidad consumía dos tercios de los recursos naturales disponibles en el planeta. La mayoría de los países “tenían saldo ecológico positivo”, agregaban; lo que significa que su huella ecológica -el impacto ambiental generado por la demanda humana- era sostenible. Actualmente y en términos generales, la Humanidad está fuera de esos límites sostenibles y lo que es más alarmante, tal y como denuncian desde WWF: de mantenerse la tendencia serán necesarias tres tierras para poder abastecerse en 2050.

Las emisiones de carbono representan el 60% de la huella ecológica humana y, según apuntaban desde Global Footprint Network, si se lograran reducir a la mitad, la fecha del día en que la Tierra entraría en déficit ecológico se retrasaría tres meses. Y como insistía Wackernagel, hay señales que indican que la tendencia puede revertirse: “A pesar del crecimiento de la economía mundial, las emisiones de CO2 vinculadas a la energía no aumentaron en 2016, por tercer año consecutivo, debido al desarrollo de las renovables”, manifestaba.

30%

Desde la organización conservacionista WWF insisten en acciones individuales-familiares para reducir la huella ecológica. Por ejemplo, tratar de desterrar una práctica común en buena parte del planeta: el derroche de alimentos ya que se calcula que un tercio [30%] de la producción mundial de alimentos producidos para el consumo humano se pierde o es desechado, lo que equivale a 1.300 millones de toneladas anuales. “Producimos suficiente comida para alimentar a la población, pero sigue habiendo 795 millones de personas que pasan hambre, lo que ilustra la clase de desequilibrios que existen en el sistema actual”, declaraba recientemente Rosa Rolle (especialista de la FAO, Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura) a la agencia Efe.

Muchas veces se desperdician los alimentos por falta de concienciación, como ocurre -expresaba Rosa Rolle, de la FAO- con aquellos jóvenes que desconocen de dónde procede la comida que consumen al verla ya lista en el supermercado. “Cuando tiramos la comida también estamos perdiendo todo lo que necesitamos para producirla, como los insumos, la energía, el suelo y otros tantos factores. La gente tiene que pensar en ello y valorar más la comida”, concluyó al tiempo que recordó que los desperdicios contribuyen a las emisiones de gases de efecto invernadero y al cambio climático.