Bilbao - “Iban a Oviedo muchas veces, en verano se tiraban dos o tres meses por ahí. Se conocieron y fue un flechazo”, relataron varios allegados de los jóvenes fallecidos, quienes aseguraron que Joaquín, el padre, había conocido a su mujer Rocío durante las visitas que él realizaba para visitar a parte de su familia asturiana. Según expusieron, después de que Rocío se trasladara a Zorrotza, “hace ya varios años”, nacieron a los pequeños Jennifer y Lolo, que estaban escolarizados en el colegio Siete Campas del barrio. “La niña era muy viva, muy lista. Nos conocía a todos”, relató uno de los vecinos que se acercó hasta el lugar de los hechos, quien añadió que la joven pareja se ganaba la vida con la venta ambulante.
Además de la comunidad gitana del barrio, numerosos curiosos y representantes del tejido asociativo del barrio se acercaron durante la mañana hasta el lugar de los hechos. Txetxu Rojo, antiguo profesor de Joaquín y director del centro al que asistió, apenas podía articular palabra. “Era un alumno como cualquier otro, aprendió lo necesario para trabajar en el merca. Era una buena persona. Tenías broncas con él, pero como con cualquier otro adolescente. Me parece tan morboso...”, decía con turbación Rojo, quien concretó que se trata de “vecinos que han vivido en Zorrotza toda la vida”.
No en vano, el barrio amaneció consternado por el trágico suceso que se llevó por delante la vida de los jóvenes Joaquín y Rocío y sus hijos, Jennifer y Lolo. Mientras los bomberos y el personal sanitario trabajaban, decenas de personas se arremolinaron alrededor de la zona acordonada, tratando de conocer los detalles del desastre. “Llevo una mañana muy mala. He intentado bajar y ayudarles... pero no he podido, ya era tarde”, se lamentaba el patriarca José Jiménez, residente del número 3 de la calle Barinaga, a escasos metros de donde ocurrió el fatal accidente.
Un familiar del matrimonio que resultó herido de gravedad durante el incendio -los padres de Joaquín- declaraba haber escuchado los gritos de los habitantes del edificio en llamas, mientras criticaba que los bomberos tardaron más de lo debido en sofocar las llamas. “Somos una piña”, aseguraba en relación al sentimiento que hay entre los residentes de etnia gitana en La Landa, la zona más degradada de Zorrotza, donde la familia víctima del incendio residía desde hacía casi dos décadas. - A. Araluzea