Donostia - Incitación al suicidio, amenazas, coacciones... La ballena azul, el juego de retos virtuales que está detrás de la muerte de 130 adolescentes en todo el mundo, despierta preocupación también en Euskadi, donde se investiga al menos un caso en Errenteria. Iñigo Ochoa de Alda, profesor de la Facultad de Psicología en la UPV/EHU y presidente de la FEAP, Federación Española de Asociaciones de Psicoterapeutas, constata una inquietud creciente.

“Esta misma semana nos ha llamado una madre guipuzcoana preocupada por su hija”. El experto advierte de que “un chaval que esté ligeramente deprimido, con esa duda existencial que le lleva a pensar para qué vivir, puede ser carne de cañón.

¿Qué opina del supuesto juego?

-Llega ahora con fuerza a España lo que ya veíamos en el mundo de la psicología desde comienzos de año.

¿A qué se refiere?

-Nos habían llegado noticias de adolescentes del norte de Europa que alcanzaban la última prueba, el paso cincuenta, lanzándose desde un piso. Antes de alcanzar la expansión que ahora conocemos, estos hechos ya habían generado preocupación entre los profesionales, que evaluaban si se trataba de una secta, de un juego de rol...

¿Y qué es?

-Inicialmente está basado en un juego de rol, pero con la mecánica de funcionamiento de una secta. Te dicen que ya sabes dónde te metes, y que no te puedes marchar porque tienen tus datos y si abandonas el juego irán a por ti. Son normas sectarias. La libertad se coarta en cuanto quieres tener una opinión propia. En el momento en el que alguno de los adolescentes plantea dudas, el acompañante o vigilante le amenaza, el mismo que comprueba que vaya cumpliendo cada uno de los pasos, que deben incluir una foto o un vídeo.

¿Por qué estos adolescentes se someten a esa secuencia de muerte anunciada?

-Cuando te metes de lleno en una realidad, la acabas asumiendo. Da igual que sea virtual. Son jóvenes que llegan a creer que lo que están viviendo es totalmente real. Son otros quienes manejan el juego y sus vidas, como ocurre con las adicciones. Cuando llevas un tiempo siguiendo una determina rutina, ese hábito se convierte en un estilo de vida.

¿Y en este caso?

-En vez de levantarte e ir a trabajar o a estudiar, si tu hábito de vida es jugar a un videojuego, éste se acaba convirtiendo en la realidad que domina. No hay más que ver los retos que se proponen, como ver películas de terror de madrugada o quedarse toda la noche despierto. Se acaban rompiendo todos los ritmos del día y el juego absorbe la atención, convirtiéndose así en la realidad dominante.

¿Y dónde queda la familia y las relaciones sociales?

-Es una estrategia sectaria. Alguno de los pasos exige que hables con otra ballena, otro de los participantes, y así tu red social desaparece, o bien pertenece exclusivamente a ese grupo. En ese sentido, es importante que el entorno ayude a estas personas a crear una identidad que compense ese falso reconocimiento.

¿Cuál es el perfil de riesgo?

-Por los datos que se están facilitando, el perfil se sitúa entre los doce y los 16 años. A partir de esa edad se suele tener más capacidad para saber lo que está pasando y herramientas para enfrentarse. Pero un preadolescente todavía no las tiene, y por eso buscan su perfil, para que una vez que entre no salga.

Es casi inevitable sentir cierto vacío existencial en la adolescencia, pero aquí parecen entrar en juego otro tipo de realidades...

-Es cierto que hay síntomas comunes durante esa etapa de la vida tan conflictiva en la que uno se busca a sí mismo. Existe incertidumbre y un proceso de desligamiento de la familia que siempre conlleva baja autoestima y pequeñas depresiones. Es ese vacío el que te puede impulsar a buscar un reconocimiento y espacios como este, en el que hay una falsa sensación de competencia, de éxito.

¿Pero dónde está el éxito?

-En que se si vas consiguiendo esos retos ganas en autoestima, eres competente en algo...

Y pierdes la vida...

-Ahí está lo desconcertante. Dicen que participan chavales y chavalas muy deprimidos, pero no es así porque cuando estás tan deprimido no tienes siquiera la motivación para participar en un juego de este tipo. Sin embargo, un chaval que esté ligeramente deprimido, con esa duda existencial que le lleva a pensar para qué vivir, sí que es carne de cañón. A partir de ahí, alguien está eligiendo por él. De hecho, el macabro juego de la ballena azul no se trata de un suicidio, sino de un asesinato.

¿Por qué?

-Estos menores pueden tener el deseo de suicidarse, pero no se atreven. Sin embargo, alguien les guía para hacerlo y no les deja echarse para atrás a última hora. Hay en estos chavales una tremenda sensación de vacío que les lleva a pensar: Que alguien se encargue de mi, aunque sea para morir.

Qué reflexión más dura...

-Sí. Hay otros que entran en el juego más por curiosidad, que es muy común en esta etapa de la preadolescencia. Es la edad de los retos, de la impulsividad, que te lleva a hacer cosas estúpidas propias de esa etapa de la vida. Estos menores son más propensos a dejar el juego antes de acabarlo.

¿Qué satisfacción puede procurar en estos grupos cerrados que haya preadolescentes que se quiten la vida?

-Por un lado, económica, puesto que la búsqueda de páginas genera beneficios. No menos importante para ellos es conseguir un impacto social, dejar una huella sobre algo que han podido crear y que conlleva un reconocimiento mundial. Estamos hablando de unos perfiles psicopáticos, porque no hay empatía por las consecuencias.

¿La delgada línea divisoria entre lo real y virtual se está rebasando peligrosamente?

-Totalmente de acuerdo. Lo que consigue el mundo virtual es que en tu mente campe a sus anchas una falsa sensación de libertad. El problema es que no hay relación externa, nadie que te pueda poner el freno. Es algo que depende de uno mismo, y en esas edades el freno todavía no funciona de la forma precisa que lo hace en el caso de un adulto. El mundo virtual es perfecto para una adicción en este tipo de edades.

¿Las redes sociales son para ellos una herramienta o un peligro?

-El peligro no son las herramientas, sino lo que hacemos con ellas. Las redes sociales ofrecen un montón de ventajas, pero es una herramienta muy potente y poderosa para cualquier franja de edad. Hay que tener en cuenta que el cerebro termina de crecer y madurar hacia los 24 o 25 años. La última parte en desarrollar su competencia es la corteza prefrontal, la que se encarga de la toma de decisiones. Sin embargo, la parte del cerebro que funciona full time durante la preadolescencia es la que nos hace tener las emociones básicas a flor de piel. En ese sentido, las redes sociales suponen un impacto visual de enorme intensidad que genera placer en el cerebro. Todo el mundo que hace dinero con las redes sociales sabe esto. Los adultos y las familias tenemos un hándicap muy importante para manejar esta realidad.

Cada vez hay más voces que defienden hablar públicamente del suicidio. ¿Es pertinente hacerlo en el caso de los adolescentes?

-Puede suponer un riesgo porque en la adolescencia predomina la impulsividad, y el lóbulo prefrontal todavía no nos ayuda a regular lo que es mejor para nosotros. La familia y la sociedad también han ido dejando de hacer esa labor de control. Cuando hablamos de suicidio se produce el efecto llamado copycat, algo que ocurre cuando un famoso se quita la vida y detrás van un montón de chavales. El factor de copia tiene muchísimo riesgo en la adolescencia. Con el suicidio hay una falsa sensación de éxito: hablar de ti, salir en la tele... te quedas con la sensación de que vas a dejar huella. Es un acto impulsivo en el que falta ese poso de madurez que te haga ver que no compensa todo ello.

¿Qué mensaje se le puede trasladar a un adolescente que lo esté pasando mal?

-Se habla muy poco del efecto Pigmalión, que es muy interesante. Cuando hay una persona deprimida que piensa en quitarse la vida hay que tener en cuenta que alrededor hay personas que creen en ella, y el adolescente también copia a quien cree en él. En el caso de la ballena azul, el grupo de amigos del adolescente que se ha metido de lleno puede tener mucha fuerza. Si le ven a un colega que se está haciendo cortes, pueden reconducir esa conducta, un mensaje que a veces es más difícil trasladar desde la propia familia.

Hay quien defiende estos días la censura de este tipo de juegos. ¿Acaso no acabarían surgiendo otros?

-En realidad, la base siempre va a ser la misma: un funcionamiento sectario con un beneficio económico. Creo que en el futuro surgirán más juegos de este tipo porque, por desgracia, siempre va a haber gente macabra, sádica y psicópata que se valga de la población en riesgo.

¿Y cuál es el mejor antídoto?

-Cuidar la educación emocional. Un menor siempre se sentirá mejor cuando se ha hecho un buen trabajo en la infancia y tiene un entorno atento, que no vigilante.

¿Percibe preocupación entre los padres?

-Esta semana nos ha llamado una madre guipuzcoana trasladándonos su preocupación porque había visto una serie de cosas que le resultaban raras en su hija y temía su participación en este juego de los retos. Nos preguntaba qué hacer porque no quería meter la pata. Ese es un buen indicador porque se trata de una persona que quiere informarse para ver cómo afrontar el problema. En cambio, hay familias en las que cada uno mira hacia un lado, algo letal en una sociedad como la actual.