Dicen de los pueblos mediterráneos en general, que somos amantes de la picaresca y el escarnio, de la mofa y la befa, del cachondeo variado y del hábil escaqueo en las obligaciones. Como tópico general está bastante extendido pero también, como todos ellos, es poco exacto. De todas formas me viene a la cabeza una anécdota al respecto sucedida en la línea 4 no hace demasiado tiempo.

Circulaba por Jesús Obrero cuando en la parada próxima entró un hombre alto, corpulento, de pelo corto y rubio que saludó con notable acento alemán. No le presté demasiado interés ya que detrás suyo subieron unas chicas alegres y dicharacheras que llamaron más mi ecuánime atención. Al poco se me acercó el extranjero:

-Perdone pero tengo un problema con la tarjeta monedero -me espetó.

-Dígame -respondí-, ¿le ha cobrado de más?

-No? Al contrario, no me cobra nada al pasar.

-¿Cómo dice?

-Verá, me he dando cuenta que desde hace unas semanas la tarjeta no me descuenta dinero. Metí cinco euros y llevo más de 200 viajes sin que me cobre un solo céntimo.

-¿Y por qué le dice eso al chofer? -intervino un viajero de las primeras filas-. Se calla y suerte para usted?

-Ya ya ya, pero no puedo hacer eso -continuó el alemán-, mi conciencia me dicta devolver la tarjeta. No está bien.

-El que no está bien es usted -apostilló una mujer joven-. Ya le compro yo la txartela y me encargo de devolverla?

-Vamos a ver -intervine yo-, cuando lleguemos a la calle La Paz aclaramos esto, que el señor quiere entregar la BAT a la empresa ¿eh?

-¡Y una porra! -intervino otro usuario-, vamos a ver quien ofrece más?

Y ante mi estupor, en la parte central del vehículo organizaron en un momento una especie de subasta que ríete de Christie’ s. Con una caja vacía montaron un atril y con uno de los martillos de emergencia para romper los cristales, un anciano se proclamó moderador y comenzó la licitación. Escuché gritar cifras descabelladas en la compraventa. Un grupo, aprovechándose de la situación, montó una timba de bacarrá al fondo. Oí descorchar champán?

Cuando pude detenerme en la parada de Dendaraba la situación se había desmadrado. Al abrir las puertas casi todo el mundo se escurrió a la carrera del autobús.

Fui hacia atrás pero sólo quedaban el alemán con un fajo de billetes en la mano y el moderador de la puja.

-¿Y eso de qué no está bien aprovecharse? ¿Y lo de la conciencia y esas cosas que me dijo antes? -le pregunté al teutón.

-Ya, pero como dijo Michel de Montaigne: “Toda persona honrada prefiere perder el honor antes que la conciencia” -y descendió pausadamente con una amplia sonrisa mientras se guardaba el dinero.