MADRID. Nacido en Buenos Aires, cruzó el océano en 1979 por la única razón ineludible: seguir vivo. Antes de abandonar el régimen de terror de Jorge Rafael Videla y exiliarse en España, había perdido varios compañeros y él mismo había sido detenido, torturado y encarcelado durante 20 meses.
Murió a los 68 años por una acumulación de dolencias y problemas de salud que arrancaron en 1982, cuando se acercó a defender a unos chicos que estaban siendo agredidos por un policía nacional en la madrileña Plaza de Olavide. El agente dijo que se lo llevaba detenido y cuando lo tuvo delante, le disparó un tiro por la espalda. Estaba borracho y fue condenado a seis años de prisión por asesinato frustrado. A Slepoy, que entonces trabajaba como abogado laboralista en UGT, le quedaron secuelas muy graves. Con los años, terminó sentado en una silla de ruedas.
Su nombre se repite en las hemerotecas, en ocasiones celebrando éxitos, y las más de las veces, avisando, tras un revés judicial, de que no iban a resignarse. Porque de todas las batallas jurídicas, escogió las más largas, las de la jurisdicción universal, las que luego se estudiarían en las facultades de Derecho. “Carlos Slepoy, nuestro Cholo Simeone, me enseñó que en esta lucha hay que ir partido a partido”, explicaba Manuel Ollé, abogado en las causas de Guatemala, Sahara o Tíbet, en un congreso sobre justicia universal celebrado en Madrid en 2014.
Carlos Slepoy vivió en Argentina las palizas de la represión desde 1977. Él sabía que en Argentina sí se juzgaba a los verdugos. Con más de mil seiscientos represores procesados en su país, Carlos siempre recordaría que en España la Justicia miraba para otro lado. No entendía la impunidad de los jueces, informa Público. Así lo expresó en una columna escrita el pasado 18 de julio, en el ochenta aniversario de la Guerra Civil. “¿Serán capaces los jueces españoles de cumplir con los elementales principios que adoptó la comunidad internacional hace ya setenta años? Expresamos nuestro convencimiento de que muchos sí lo harán y abrirán el camino a la reconciliación de las víctimas, no con los criminales, sino con la administración de justicia de este país”.
La querella
En el año 2007, actúo como abogado de la acusación popular en los juicios que instruyó el juez Baltasar Garzón contra el dictador Videla y otros miembros de la dictadura argentina. Su batalla daría frutos. La Justicia española condenó al exmilitar argentino Adolfo Scilingo a prisión. También participaría en las causas contra el exteniente argentino Ricardo Cavallo, el exdictador chileno Augusto Pinochet y el ex dictador de Guatemala Ríos Montt.
Ya en el año 2010 pone en marcha el proceso clave para la recuperación de la memoria en España, la apertura de la querella argentina. La iniciativa sería anunciada tras conocer que el juez Baltasar Garzón se sentaría en el banquillo por investigar los crímenes del franquismo. “El objetivo es evitar que esos crímenes queden impunes”, explicaba entonces Slepoy. Carlos haría entonces un llamamiento a los familiares de los 113.000 desaparecidos para que denunciaran los crímenes en la querella.
Ahora continúa sumando testimonios de familiares de desaparecidos, asesinados o torturados por el régimen de Franco y su anterior guerra. La causa de Slepoy sigue su curso con una trayectoria marcada que podría lograr el fin de este proceso.