Donostia - Fue condenada con tan solo 18 años por sus vínculos con el movimiento marxista y por atentar contra la seguridad del Estado durante los oscuros años de plomo. Permaneció cinco años detenida en múltiples prisiones marroquíes donde fue torturada. Hoy en día, su lucha se centra en la igualdad y en la abolición de la pena de muerte en Marruecos. Fatna ofreció una charla en el Museo San Telmo en el marco del ciclo Feminismos, Exilios, Narrativas, organizado con motivo de la exposición Waste Lands.
¿Cómo fue su vida en la cárcel y qué aprendió de esa experiencia?
-Empecé por desaparecer durante siete meses, no tenía esperanzas de retomar la vida. Uno se repliega sobre sí mismo. Allí no hay ni hipocresía, no hay nada. Estás solo, confrontado a tu propia fuerza, a tu valentía y ahí es donde descubrí que como mujer tenía cosas que dar y que esa implicación no era pasajera, era una implicación de por vida. La cuestión de la igualdad o la democracia, eran cosas en favor de las cuales quería seguir trabajando y defendiendo. Ahora cuando echo la vista atrás, pienso en lo joven que era y en cómo podía yo saber lo que me esperaba. Yo hice lo que pensé que tenía que hacer. Y ahí es donde descubrí que las mujeres son extraordinarias, que tienen una valentía particular, eso es lo que me llevó a publicar mi libro y un segundo libro sobre las mujeres esposas, hermanas o hijas de militantes que simplemente se implicaron progresivamente y que fueron muy valientes.
¿Cómo se sobrepone alguien a una experiencia así?
-Uno tiene que estar convencido de que la lucha que está librando es justa. No fue fácil, eso está claro. Pasé mucho tiempo en silencio después de salir de la cárcel, unos diez años. Necesitaba reflexionar y observar. Me preocupaba mucho la recuperación. Pero aún así siempre estuve implicada e involucrada con lo que sucedía, por ejemplo, seguía yendo a visitar a los presos políticos. Pero no me impliqué, de forma concreta, hasta el año 99. Recuerdo que lo primero que me atrajo fue escuchar a las presas porque en la cárcel yo había estado trabajando con las mujeres en su alfabetización. Pero nada más salir, no me integré en ninguna estructura. Era muy difícil, porque en cinco años habían cambiado mucho las cosas. Yo había cambiado, pero también la situación en Marruecos. Hasta que me contactó una mujer que me invitó a escuchar a las presas, entonces dije ahora sí, porque eso para mi era muy importante. Y luego ya fue fácil porque había que romper el silencio en cuanto a la situación de los presos políticos, había que dar a conocer sus historias.
Después de estos años ¿cómo han cambiado las cosas en Marruecos?
-Desde los años 90 al año 2006, asistimos a una gran apertura, se crearon distintas entidades de defensa de derechos humanos, ONGs, se creó la comisión de arbitraje para antiguas víctimas de la tortura y un consejo consultivo de derechos humanos, también la instancia de la igualdad y reconciliación. Así que hubo todo un ambiente de trabajo de derechos humanos. Se crearon muchos periódicos nuevos, salieron muchas cosas a la luz. El ambiente era de gran apertura y eso no tiene nada que ver con la situación de hoy. La primavera árabe puso a prueba esa situación. Todos estos cambios no estaban a la altura de las aspiraciones de los jóvenes de Marruecos y por eso tuvo lugar este movimiento. Además en 2011, cuando se cambió la constitución, se hicieron recomendaciones para que nunca más se volviese atrás. Pero esas recomendaciones no se aplicaron. Había muchas recomendaciones que eran ideales para un Marruecos democrático, pero hay mucha resistencia.
Su trabajo particularmente se ha centrado en la situación de las mujeres.
-Las mujeres han militado para que haya un cambio y esto se remonta a muy atrás. En Marruecos, durante los años 90, se dieron los primeros pasos para que cambiase el código del estatus personal. Se dio la desacralización de la ley que gestionaba la familia, porque esa ley no autorizaba a las mujeres, por ejemplo, a viajar o tener un negocio propio. La mujer estaba atada de manos por la ley. En el 2004 hubo otro cambio, que es cuando podemos decir que existe esa relación en la igualdad entre hombres y mujeres, las dos personas son responsables de la estructura familiar. Pero pensamos que todavía es insuficiente porque la mujer está avanzando sobre el terreno, tiene poder de decisión, está en el espacio público, pero las leyes siguen siendo leyes. Por supuesto también hay que cambiar las mentalidades, porque el hombre sigue teniendo mentalidad de superioridad y por eso sigue habiendo muchos problemas.
Como la violencia de género ¿no?
-Antes del gobierno actual hicimos muchos progresos, se avanzó mucho en preparaciones de ley contra el acoso sexual, contra la violencia, contra el matrimonio de niñas etc. Todo un arsenal de medidas para cambiar la ley, pero cuando llegó el gobierno islamista bloqueó con sus astucias la ley y actualmente solo hay una ley contra el acoso que se está aplicando. Pero sobre el terreno las mujeres son pioneras, gracias a la enseñanza, a la planificación familiar... Hoy en día, las parejas tienen como mucho dos niños, es decir, las mujeres conducen, están en el espacio público, pero muchas veces las mujeres llevan velo, así que hay un movimiento islamista que también se está instaurando y que está tirando hacia atrás para volver a poner a las mujeres en otra dimensión religiosa, de pudor... Así que puedes ganar dinero, puedes ser igual al hombre, pero sigues teniendo un estatus y tienes que tapar los cabellos, te tienes que cubrir, y tienes que asumir una postura de respeto, así es como ellos lo justifican, pero no, solamente lo hacen para alienar a las mujeres y retrotraerlas a una situación de discriminación camuflada.