MADRID. "En los talleres de formación se ve que no conocen lo que es porque la comparan con la circuncisión", explica Fátima Djarra, que hoy trabaja como mediadora africana de Médicos del Mundo para tratar de prevenir este problema.

Para Fátima, que hoy ha participado en la presentación de una plataforma europea de formación on-line para más de 5.000 profesionales para erradicar esta lacra, es esencial "cambiar la mentalidad de los hombres", que son los que, en última instancia, deciden si se practica o no a sus hijas.

"Pero siempre desde el respeto, no juzgándolos, porque no saben lo que es, ni lo que cortan o no cortan a la mujer", asegura antes de explicar cómo en los talleres que imparte su ONG se les incentiva "a mirar, conocer y descubrir" los genitales femeninos.

Solo así pueden darse cuenta de que "si una mujer llora durante la relación sexual es porque le duele, o si está impedida para parir hijos es porque no puede, no porque Dios viene a decir que está muy mal".

No obstante, también las mujeres requieren de formación, puesto que entre ellas mismas "es un tema tabú".

Cuando se les intenta hablar de ello y de los riesgos para su salud, su reacción al principio "es de rechazo", así que la estrategia empieza por darles información sobre salud sexual reproductiva, planificación familiar y sobre su propio cuerpo, porque "nadie les ha puesto un espejo" para saber cómo es.

De esta forma, en estos talleres se trata de sensibilizar a todos para que interioricen que una cosa semejante no puede ocurrirles a sus hijas.

"Al principio era duro porque es un tema que no se toca; ahora puedo decir que me siento orgullosa del trabajo que estamos haciendo con las familias africanas porque hombres y mujeres hablan de ello", subraya.

Desde Médicos del Mundo, las mediadoras intentan "desmontar los mitos" que rodean a la mutilación genital femenina, derivados de su carácter ancestral, cultural e incluso religioso y que 200 millones de mujeres y niñas corren el riesgo de sufrir en todo el mundo.

Fátima fue mutilada en Guinea Bissau cuando tenía cuatro años pero, a pesar de su corta edad, recuerda perfectamente "la fiesta, con comida y mujeres bailando" que se hizo con motivo del ritual.

Tampoco podrá olvidar "el miedo que tenía a orinar" por el dolor que le provocaba.

Con "13 o 14" se atrevió por fin a hablar de ello, pero solo con amigas que habían pasado por lo mismo y, cuando ya lo hizo con su familia, donde su madre procedía de una etnia donde no se practica pero su padre sí, la tomaron "por loca".

Además de su trabajo en Bilbao, Fátima tiene una organización en su país natal: pese a que en un principio era "difícil" que pudiera ir a desempeñar esta labor en Guinea, se define como una persona con "valentía y coraje", y por eso lo haría "mil, mil y mil veces más".

Con labores como las que se están desempeñando en España, en Europa y en los países de origen, espera poder hablar algún día de de "la mutilación en pasado" y nunca más en presente.