Una vez en la mesa redonda, situada entre estanterías llenas de figuras ataviadas con vestidos típicos vascos, chimeneas hechas a mano por su marido, y estanterías plenas de historias vascas que también dan cobijo a los grandes de la literatura universal como Stendhal, London o Dostoyevski, Zupiria empieza decidido, curioso por conocer el acercamiento que tuvieron ambas protagonistas con el euskera. Los recuerdos se agolpan en las mentes de Toti y Pili, mientras que se sirve café para acompañar todos los episodios y confidencias que ellas compartirán.

Martinez de Lezea no duda en responder primero, como si lo acontecido en la infancia fuera algo que acaeció ayer mismo: “En Gasteiz no se escuchaba hablar en euskera. Pero tuve un padre muy euskaltzale, tampoco sabía el idioma pero adoraba esta tierra”.

La escritora comenta que cuando era pequeña su padre la llevaba a Tolosa a escuchar esa lengua desconocida; solían presenciar los concursos de los bertsolaris, incluso acudían a los concursos de pastores, “solo íbamos para oírlo, eso era una cosa tremenda”, incide. Empezó a los 16 años a aprender la lengua con la ayuda de un cura. Luego viajó a Francia, Inglaterra, y antes de llegar a Alemania, decidió irse a un caserío en Alkiza, haciendo caso a una sugerencia de su tío. “Me dijo que era el mejor sitio para estudiar euskera y estuve nueve meses con dos caseros que no hablaban castellano. Así construí mi base, a los 17-18 años”, añade.

La historia de Kaltzada no dista mucho de la realidad de Toti. Dice haber tenido “contacto nulo” con la lengua vasca, ya que su familia era extremeña. Nació en Donostia, pero no tuvo ningún tipo de conexión con el euskera. “En el colegio ya empezaba a darse la asignatura. Pero mi entorno social no era vasco”, explica la periodista. Hasta que a los 15 años, ya bajo el amparo de un entorno más local, una amiga euskaldun le animó a aprenderlo: “Hicimos una apuesta y yo le dije: ‘Dame tiempo hasta los 18 años’. Y así fue”, cuenta Kaltzada.

Ambas han sido testigos de la evolución que ha tenido el euskera y Zupiria aprovecha para saber más de sus vivencias, de esos recuerdos que esperan en esas cajas guardadas y descoloridas, que con mucho cuidado quieren desempolvar ahora. Toti remarca que ese desarrollo de una manera “muy optimista”: “Escucho a veces que se está perdiendo el euskera. El euskera ya estaba perdido cuando yo era cría; solamente se hablaba en los pueblos. Ahora vas por la calle y lo escuchas y yo me los quedo mirando a ver si son jóvenes y en general lo son. También está la teoría de que los chavales aprenden euskera pero luego no quieren hablar. Pero eso es una cuestión de edad, ya volverán. El caso es que tengan la base”, afirma la escritora.

En el caso de Kaltzada, su puerta de acceso fue que socialmente el euskera estaba muy presente. “Me di cuenta de que había una música que no entendía, pero que sonaba de cine, y yo me lo estaba perdiendo”.

“Anteayer escribía en una columna que el euskera no es mi lengua materna, es mi lengua de la radio”, y en ese contexto, la periodista entinta los recuerdos que le van llegando; como por ejemplo esas veces en las que su madre estaba en la cocina preparando la cena, y mientras escuchaba Radio Popular para aprender la lengua. “Hacían un programa para aprender euskera y repetía esas frases, y ese es el contacto más cercano que he tenido. Desde entonces hasta hoy el cambio es espectacular”, manifiesta la periodista.

Toti incide en que a veces la gente joven le echa en cara que tiene que aprender bien el idioma. Sobre eso habla abiertamente: “Hay que decir que no es lo mismo nacer en un pueblo euskaldun y tener acceso al euskera en la escuela y a la radio, televisión y libros? que tener un vacío cultural del idioma, como lo tuve yo”.

Kaltzada, de acuerdo con lo que dice la escritora, añade que existe un fenómeno llamado “la pesadilla del euskaldun berri”. Ella lo explica ante las miradas ávidas de Zupiria y Martínez de Lezea: “Te despiertas y dices: Se me ha olvidado el euskera. Como es algo que has aprendido yo creo que tiene que ver con el complejo, tienes la sensación de que lo puedes perder”.

Además, Toti añade que el euskaldun zaharra “no tiene paciencia para escucharnos muchas veces”. Ante esta aseveración, el consejero de Cultura pregunta sobre la relación entre estos dos perfiles, comunes en nuestra sociedad. La escritora vuelve a tomar la palabra: “Cuando estuve en Inglaterra allí me hablaban en inglés, y yo me entendía con señas. Al final, acabas aprendiendo y esto aquí no pasa. Cuando tienes una dificultad pasas al castellano. Tengo un par de amigos que nunca me hablan en castellano. Noto que me obligan a hablar y he mejorado muchísimo, tienen más paciencia”.

Añade que el fallo del país, en su opinión, es que en un encuentro donde haya un euskaldun berri y otros que hablan euskera, se termina hablando en castellano. “Y a mí a veces me toca decirles: ‘Ulertzen dut. Ez dut ondo hitz egiten baina ulertzen dut’” (Lo entiendo, no lo hablo bien pero lo entiendo).

Kaltzada y Martinez de Lezea no conciben la vida sin el euskera. A pesar de que al inicio de esta andadura no contaban con el pleno conocimiento de esta lengua milenaria, una vez la conocieron, no la dejaron escapar. El euskera se mantiene vivo, como el fuego del hogar Leginena Haundia.

Bingen Zupiria: ¿A vosotras qué os aporta el euskera?

-Toti Martinez de Lezea: El euskera me aporta todo. Una de las razones por las que publico con la editorial Erein es porque todos mis libros los traducen al euskera. Yo no puedo escribir en euskera y me fastidia no poder hacerlo, pero no puedo. Y agradezco que me los saque Erein. Es un placer leerme en euskera y ver lo bien que lo hago...

B. Z.: ¿Te lees en euskera?

-T. M.: Claro. Pero a veces no me resulta fácil, según el libro. Ha sido un empeño fuerte y duro hacerlo.

B. Z.: ¿Les pides algo a los traductores sobre el modelo del lenguaje que se tiene que utilizar?

-T. M.: Cuando sacaron el primer libro en euskera a la vez que en castellano, Hautsi da katea, hice un ejercicio un poco absurdo porque como la historia se basaba en Lapurdi, pedí que estuviera escrito en lapurtera. Pero fue un error. Ya no me metí más.

B. Z: Pili, tú escribes textos dirigidos a la comunicación en euskera. ¿Cómo te planteas la exigencia, la calidad del lenguaje que hay que tener?

-Pili Kaltzada: No hay ningún tipo de rebaja de exigencia en ninguna lengua. Cualquier texto que quieras ofrecer a alguien tiene que tener la máxima calidad. Yo soy muy exigente conmigo misma en cualquier idioma.

-T. M.: Una lengua que no se puede traducir está muerta. Mientras se pueda traducir, se tiene que traducir como cualquier otra lengua. El euskera es un idioma que está sano, que está vivo. Hay que exigir a los traductores y a los que escriben en euskera que utilicen el idioma como es debido.

-P. K.: Tenemos que hacer nuestro el proceso de traducción. No es solo que sea entendible, sino que sea vendible. La cuestión está en que si el idioma de producción es este, no debemos tener complejo de buscar un entorno de traducción lo más amplio posible porque eso no va a ir en contra del idioma de origen. Va a ir a favor de que seamos capaces de desarrollar en otras personas el interés por lo que estamos contando. Que no es solo el idioma, es la cultura, la vivencia de quien lo está expresando.

B. Z.: Pili, eres una mujer conocida, vinculada con el euskera pero desarrollas tu profesión en ámbitos que no son necesariamente euskaldunes.

-P. K.: Profesionalmente trabajaba en el entorno del euskera. Uno de mis primero trabajos fue la divulgación científica en euskera, para darle más emoción al tema. Creo que cada vez hay más sensibilidad en el entorno de la empresa, por ejemplo. Estoy hablando de una evolución de unos 10 años. Hay veces que creo que se me ve un poco como la jueza que dice: Esto también tiene que estar en euskera, porque lo hago habitualmente. Pero cada vez esto se asume de manera más natural.

-T. M.: Yo añadiría otra cosa. Mucha gente estudia euskera por el EGA pero últimamente me estoy encontrando con gente que no necesita el EGA, que es gente mayor y jubilada. Podrían estudiar chino, pero no, estudian euskera. Algo hay ahí? Lo hacen por amor.

Producción vasca Libros, música, teatro... la producción vasca es un elemento que ayuda a impulsar el euskera. Zupiria no ha perdido la ocasión de plantear el impulso que pueden generar las creaciones dentro del sector cultural. Pili no tiene ninguna duda de que es un empujón: “Ruper Ordorika y Bernando Atxaga son los principales culpables de que yo sea euskaldun. La música de Ordorika me seducía, la tonalidad de la voz... y lo único que no captaba en su momento era el significado. Creo que una producción cultural de calidad es una puerta de acceso porque entra a través del placer. El deseo de querer conocerlo es imparable”, explica la periodista.

Toti, por su parte, apunta que el problema se encuentra en otro lugar. “El euskera, al ser una lengua minoritaria en el mundo, no se conoce la inmensa producción cultural que tenemos. Ni cuando la traducen nos conocen. No tenemos acceso a las grandes vías internacionales. Nosotros leemos y escuchamos lo que hacen en EE.UU., Francia, Inglaterra Suecia? ellos a nosotros no nos leen y no nos escuchan”, sentencia la escritora con cierta pesadumbre.

Kaltzada no deja que la respuesta de su compañera Toti caiga en saco roto y siembra la duda encima de la mesa: “La duda que tengo yo es que si nosotros nos escuchamos a nosotros mismos”, sentencia a la vez que sus compañeros asienten conformes a lo expuesto.

Dentro de este sector de producción vasca, Zupiria destaca la labor de la Azoka de Durango, feria del libro y disco vasco que se celebra una vez al año. Kaltzada opina que es “un escaparate”, para Toti, en cambio, “un chute”.

La periodista se explaya más exponiendo su preocupación a la hora de difundir este tipo de proyectos culturales: “Yo tengo que explicar a muchas personas de mi entorno del país lo qué es la Azoka y me dicen: Sé que hay algo, pero no tienen ese significado concreto. Que el mundo no nos vea es un problema, pero que a nosotros mismos tampoco nos veamos y que no nos identifiquemos? a mí eso me preocupa. Y tiene que ver con el idioma y con la cultura”, explica.

B. Z.: Estos días se celebra la Azoka de Durango. ¿Para vosotras qué significa?

-T. M.: Es un barnetegi profundo. Escuchar hablar durante cinco días euskera, vivir ese mundo vasco... es un gran placer.

-P. K.: Es un oasis. La cultura vasca no tiene mucha presencia en los centros de cultura durante todo el año. Pero Durango es como una cascada. Ampliemos ese oasis. La transformación de la Azoka de todas formas ha sido espectacular: de ser un escaparate para libros y discos, se ha convertido en punto de encuentro de la creación vasca.

El coloquio termina, pero las ideas expuestas en este diálogo han calado en los tres protagonistas. Toti no quiere que los invitados salgan de esa fortaleza vasca vacíos, despojados de todo lo vivido. Por eso decide regalar su arte como un recuerdo de este encuentro. “Nadie se va de esta casa sin un libro”, dice encantada. Con las obras de la escritora gasteiztarra en la mano, Zupiria y Kaltzada se marchan dibujando una sonrisa en sus rostros. Ahora, la casa se encargará de guardar las confidencias del encuentro, en ese espacio donde un cartel marca un destino para el euskera: Itxaropenaren enparantza (la plaza de la esperanza).