vitoria - Situaciones cotidianas como “que los chicos te corten cuando estás hablando, como si lo que estás diciendo no fuera tan importante”, “ir a comprar un coche, y si vas con tu pareja, que se dirijan directamente a él”, “entrar con una chica en un bar, pedir una coca-cola y una cerveza y que automáticamente, siempre, la bebida alcohólica me la pongan a mí (hombre), ¡que no me gusta la cerveza!” son realidades con las que la gente joven todavía convive a diario. “¿Todo esto son violencias? El debate está sobre la mesa, seguramente no, pero es cierto que las formas más brutales de violencia tienen un caldo de cultivo en las actitudes sexistas del día a día”, reflexiona Norma, de 26 años, sexóloga y técnica de Igualdad del Consejo Vasco de la Juventud-Euskadiko Gazteriaren Kontseilua (EGK).
Norma se ha sentado junto a otros tres jóvenes -Maialen, 23 años, licenciada en Ciencias Políticas y presidenta de EGK; Markel, 26 años, monitor de jóvenes y niños, y Lucía, 23 años, educadora social especializada en estudios feministas- para debatir sobre violencia machista y actitudes sexistas en el colectivo joven, un asunto que preocupa también a instituciones y asociaciones que defienden la igualdad.
Todos ellos tienen claro que la violencia de género, entendida como la violencia que se ejerce en la pareja, tiene también rostro joven. “Muchas veces se habla de la violencia de la violencia hacia las mujeres como una cuestión de parejas estables, que conviven, pero en las parejas jóvenes se da muchísimo y muchísimo más en detalles como la forma de vestir, los celos. ¿Cuántas parejas discuten porque la chica ha quedado a tomar algo con un amigo? La frase de ése seguro que quiere algo es muy común”, asegura Maialen, quien reconoce que ha tenido que dar “toques” a algunas amigas. “He visto faltas de respeto, situaciones en las que ella se ha quedado sin batería en el móvil y él se planta en su casa pidiendo explicaciones. Y la reflexión de ella, encima, es: se preocupa por mí”, agrega.
Las redes sociales juegan un papel fundamental en la violencia machista entre los jóvenes. Es una de las principales herramientas de control. “Se escucha tantas veces lo de me ha prometido que va a cambiar”, apunta, por su parte, Lucía. “Yo no me callo, cuando veo algo así le digo abre los ojos. Pero muchas veces los demás te dicen: Son cosas suyas, no nos metamos”, agrega. Otra de las alarmas que identifican los cuatro jóvenes en las relaciones de pareja jóvenes es el aislamiento. “A quien tiende a cerrarse en su pareja y romper la relación con sus amigas. En esos casos muchas veces no sabes cómo acercarte a ella, desde fuera tienes claro que esa relación no es sana, pero ella no quiere verlo. Y, al final, muchas veces desistes y dejas de tener relación con ella. Pero en realidad esa persona necesita que sigas a su lado. Es un proceso muy difícil también para el grupo de amigas. Ese tiempo en el que no quiere ver la realidad”, sostiene Maialen.
A lo que Markel añade: “Te dicen que no tienen tiempo para estar con los amigos. No, perdona, es que te está robando el tiempo. Qué casualidad que con la cuadrilla de él siempre está ella, pero no al revés”. Otro ejemplo explicado por Maialen: “De repente, coincidencia, te dice tu pareja para quedar y hay organizada una cena con la cuadrilla o los compañeros de la uni. Tú quieres ir a la cena, se lo dices y se lo toma mal. Empieza la discusión y te dice cosas del tipo: ‘No te vistes así para salir conmigo, mira cómo vas’. Esos casos se dan. Ahí entra en juego la culpa, hacerte sentir culpable por querer salir con tus amigos y que al final no vayas”.
Denuncias El Observatorio Vasco de la Juventud publicó el pasado miércoles el número de denuncias interpuestas en 2015 por mujeres de entre 15 y 29 años, en base a datos proporcionados por el Departamento de Seguridad del Gobierno Vasco. En total fueron 1.045 denuncias, de las cuales el 73,4% (767 mujeres) fueron por violencia ejercida por parte de sus parejas o exparejas, el 16,0% (167 mujeres jóvenes) por violencia intrafamiliar y el 10,6 % (111) por ataques contra la libertad sexual. En relación al año anterior el número de víctimas de violencia por parte de la pareja o expareja se redujo en un 4,5%. El descenso de las víctimas de agresión sexual fue del 10,5% y el número de víctimas por violencia en el ámbito familiar aumentó un 1,8%.
“Por cada mil mujeres jóvenes, siete han puesto denuncia. El rango entre mayores de 30 años es de tres mujeres por cada mil. Eso, por un lado, nos lleva a tirarnos de los pelos, pero también a hacer una reflexión: que puede que seamos una generación más concienciada y denunciemos más”, analiza Norma.
Las agresiones a la libertad sexual es una de las principales preocupaciones de los jóvenes. Son intimidaciones y miedos con los viven cada día. El ocio nocturno es uno de los espacios en los que más inseguras se sienten, pero no el único. “A raíz de las fiestas de verano se ha generado un debate, ha salido a luz cómo todas hemos pasado por situaciones de intimidación, mayores o menores. Por ejemplo, recibir un comentario obsceno de camino a casa o salir corriendo porque nos da miedo. Eso sigue pasando, lo que ocurre es que ahora nos enfrentamos más a esas situaciones. Si uno se pone pesado, respondes, porque sabes que el entorno va a responder también, que no te vas a quedar sola. Antes el miedo era que la gente le diera la razón. Eso ahora es a la inversa”, explica Maialen. Aun así, reconoce que vive el ocio nocturno con una “tranquilidad relativa”.
“Son cosas que hemos normalizado, pero no es normal que no puedas ir a mear sola o te pienses dos veces dónde vas a ir, que la vuelta a casa sea un problema, tener que estar pendiente de si una amiga ha bebido por miedo a que alguien le pueda hacer algo”, enumera. “En las pasadas fiestas de Durango, mi cuadrilla de amigos y yo estuvimos fijándonos en las agresiones que se dan en el entorno de fiestas: las agresiones verbales, las miradas, hay actitudes muy intimidatorias. Y pensamos, si fuera mujer, en este momento me estaría sintiendo como una mierda. En un caso, incluso, una amiga y yo tuvimos que parar a un chico porque si no se tiraba encima de la chica”, coincide Markel.
Todos identifican la vuelta a casa como el mayor quebradero de cabeza. “Las vueltas a casa no me parecen nada tranquilas, ir a casa sola es de las cosas que más miedo me da. ¿Cuántos padres te dicen: te pago el taxi, no importa, pero no vuelvas andando? Yo he llegado a coger un taxi porque tenía ahí el coche y no quería ir andando sola. También me he planteado no salir por no volver sola en metro a Plentzia desde Bilbao. A mí lo que me preocupa es lo que viene después de la fiesta. Es ahí donde están los miedos, los malos ratos”, reflexiona Maialen.
Las advertencias y miedos de los progenitores se repiten en casi la totalidad de los casos en el caso de las chicas. Algo que, admiten, no ocurren con los chicos. “Cuando era más joven, mi padre bajaba a buscarme a la parada del bus, que está a 100 metros de mi casa, y a mi hermano pequeño, que sale ahora, le dicen: pásalo bien. A mí no me han dicho eso en la vida”, reconoce Lucía. “Otra de las cosas que se ha normalizado es acabar la fiesta con tu pareja, así te acompaña a casa. Eso, a mí, me da pena”, concluye Maialen.