donostia- Sexología y cultura. Tomando este binomio como punto de partida, la Asociación Estatal de Profesionales de la Sexología (AEPS) organizó el pasado fin de semana en Donostia sus XIII jornadas anuales. Bajo el título Sexología y cultura en el siglo XXI: Interacciones, vínculos y sinergias. El objetivo de este encuentro interprofesional ha sido dar respuesta a cuáles son los retos de la sexología en la cultura del siglo XXI. Ester Pérez Opi, presidenta de la organización y sexóloga del centro de pareja Biko Arloak, habla sobre qué puede aporta la Sexología como ciencia a la sociedad, en qué se ha avanzado y en qué se ha retrocedido en este ámbito en los últimos años y remarca, ante todo, la importancia de la educación de los sexos.

Sexología y cultura. ¿Por qué elegir este binomio?

-Por una parte, porque este año coincide que Donostia es Capital Europea de la Cultura y nos parecía una temática adecuada para las jornadas. Pero sobre todo porque Sexología y cultura van de la mano y, en ese caminar parejos, nos vamos nutriendo. La Sexología se deja influir por la sociedad y viceversa, porque la sexología aporta a la cultura muchos elementos importantes.

¿Qué aporta la Sexología como ciencia a la sociedad en general?

-Muchísimas cosas. Entre ellas destacaría los valores, aunque resulte un poco engreído. Valores en el sentido de ofrecer otras perspectivas para poder cultivar y analizar determinados contenidos culturales y sociales. Dependiendo de las gafas que nos pongamos para mirar las cosas construiremos una u otra realidad y realmente creo que nuestra sociedad está muy necesitada de otras gafas que vean la variedad, la diferencia y la diversidad sexual como riqueza. Y además, también habría que recalcar que nuestras gafas sexológicas incluyen esa perspectiva de los sexos, porque muchas veces se nos olvida que hombres y mujeres estamos sexualmente diferenciados.

¿Podría poner un ejemplo para ilustrar este cambio de lentes?

-El lenguaje, sin ir más lejos. Es súper importante, ya que es el vehículos de nuestros pensamientos y, por tanto, de nuestras actitudes. Lo interesante desde una perspectiva sexológica es que hombres y mujeres nos comunicamos de maneras diferentes. Estas diferencias en la comunicación ocasionan habitualmente malentendidos -no solo de pareja, sino de todo tipo- e incluso llegamos a pensar que el otro lo hace a mala leche, para fastidiarnos. Pero no es así: esa es su forma de hablar. Por lo tanto, comprender y aceptar estas diferencias sexuales -en este caso, a nivel comunicativo- daría como resultado la reducción de los malentendidos y unas mejores interacciones entre los sexos.

Hay quienes defienden que estas diferencias sexuales son únicamente culturales y otros que afirman que son puramente biológicas. ¿Qué tiene que decir la Sexología al respecto?

-A lo largo de la historia hemos tenido que superar algunos binomios. Por ejemplo, hemos pasado de las relaciones causales a las relaciones circulares y ahora, gracias a esto, sabemos que todo influye en todo. Las hormonas influyen en nuestra psicología y la psicología en nuestras hormonas. Los seres humanos somos el resultado de unas interacciones muy complejas y al final todo es cultural y todo es biológico: somos biográficos. Y poco a poco, creo que esta disputa ya se está superando.

¿En qué más se ha avanzado a nivel sexológico en los últimos años? ¿Y en qué se ha retrocedido?

-Esta pregunta se puede contestar en dos ámbitos: a nivel profesional y a nivel social. Por un lado, en lo que se refiere al aspecto la Sexología como ciencia, esta se ha llevado a las universidades y en la actualidad diferentes centros ofrecen formación en esta materia. Esto es muy positivo, pero seguimos lejos de que estos estudios vengan un poco más de base, con asignaturas o incluso con una licenciatura o grado, como en Bélgica. Y además, la figura del sexólogo todavía sigue siendo algo confusa.

¿Y a nivel más social?

-Hemos mejorado bastante. Gran parte de la sociedad tiene un concepto positivo de la sexualidad y ello les anima a buscar soluciones cuando tienen problemas y dificultades con su erótica. Después de todo, la sociedad también está más informada que antes y ya no es tan extraño plantearse la posibilidad de acudir a un sexólogo para resolver ya no solo cuestiones que tengan que ver con los genitales, sino también con las relaciones de pareja. Pero todo esto va por oleadas y en este aspecto también hay que remarcar la amplia desinformación que todavía existe respecto a temas relacionados con la sexualidad. Por tanto, aunque tengamos la impresión de que estamos mejor, no sabemos cuánto mejor ni si lo siguiente será avanzar o retroceder.

¿Cuáles son los retos de la Sexología en el siglo XXI?

-Nos tenemos que enfocar hacia una mayor profesionalización de esta ciencia, algo en lo que hasta ahora no vamos demasiado bien. Y ante todo, la gran asignatura pendiente de la sexología es poder llegar a ser un referente a la hora de divulgar determinadas informaciones y conocimientos. Esto se puede conseguir a través de los medios de comunicación, pero también a través de la educación.

De la educación de los sexos, entiendo.

-Así es. Es una faceta muy importante. Mediante esta no solo dotamos a los alumnos de conocimientos sobre cómo colocar un preservativo, evitar un embarazo no deseado o impedir un abuso. Más allá de la prevención de riesgos, también educamos en ciertos valores, como puede ser toda esa riqueza que tiene que ver con los sentimientos, las emociones, la compartibilidad, lo divertido que puede ser ligar, cortejar, seducir, jugar, etc. Teniendo en cuenta una perspectiva evolutiva, claro. No se habla de lo mismo a chavales de 8 a 9 años que de 15 a 16. Todo esto tiene muchos efectos positivos a corto medio plazo, porque estos niños son los jóvenes de mañana y de pasado.

¿Cómo se encuentra la educación de los sexos en Euskadi?

-Comparado con otros territorios del Estado español, somos unos privilegiados. En Euskadi se hace bastante intervención y educación de los sexos en las aulas. Se podría hacer mejor y también se podrían dar más horas. Pero es una cuestión de dinero: ¿quién paga esta formación que está fuera de la educación formal? Al no haber fondos destinados desde el Departamento de Educación para esto, se funciona a través de subvenciones de ayuntamientos, centros muy concienciados, asociaciones de padres, etc. Es una pena, pero al menos poco a poco estamos mejorando. Invertir en valores es fundamental porque el equilibrio de nuestra sociedad y de las relaciones entre hombres y mujeres depende de ello.