Bilbao - “Me llamo Amarna Miller, soy actriz porno, y nací en un país hipócrita donde la misma gente que me llama puta se pajea con mis vídeos”. Con estas contundentes palabras empieza el spot Patria, el vídeo que anuncia la nueva edición del Salón Erótico de Barcelona señalando algunas de las hipocresías que se dan en la actualidad en el Estado español. En solo una semana se estima que alcanzó los 20 millones de visualizaciones entre distintas plataformas y redes sociales y ha levantado tantos aplausos como críticas. Con motivo de la controversia que ha levantado, Amarna Miller ofrece su visión sobre el feminismo, la pornografía y la prostitución.

¿Por qué cree que ha suscitado tanta polémica el vídeo ‘Patria’?

-Porque todavía molesta que se nos planteen este tipo de hipocresías a la cara. No estamos descubriendo la pólvora: todo el mundo sabe todo lo que estamos diciendo. Pero todavía pica que nos lo muestren.

Hay quienes le tildan de hipócrita por recordar las hipocresías existentes en el Estado español.

-Qué ironía... A mí la crítica más dura me está llegando desde ciertos sectores del feminismo español. La semana pasada #AmarnaMillerNoEsFeminista era trending topic en Twitter y me da pena porque duele el doble cuando lo que intentas defender te ataca por la espalda. Es el oprimido oprimiendo al que está más oprimido que ellos. Así me siento ahora mismo. Entiendo que el feminismo no es un movimiento homogéneo, ya que está compuesto por muchas visiones en constante evolución. Así que partiendo de que nadie tiene la verdad absoluta, para seguir luchando por él hemos de tener solidaridad entre hermanas y no comportarnos como enemigas.

También hay personas que no entienden que alguien pueda dedicarse al porno y al mismo tiempo considerarse feminista. ¿Cómo defendería esta postura?

-La mujer ha sido oprimida durante siglos. Nos han ordenado qué teníamos que desear, de qué manera teníamos que sentir nuestra emocionalidad y cómo teníamos que vivir nuestra sexualidad. Ahora, en cambio, tenemos la oportunidad de desarrollar todas esas ramas de nuestra personalidad con cierta libertad y me hace mucha gracia que sea el feminismo el que nos intenta volver a oprimir. El hecho de que yo grabe una película en plena consciencia de mis actos realizando acciones que a mí me hacen disfrutar es un acto feminista per sé.

Deseos y fantasías no siempre casan con la ideología. ¿Qué opina sobre que se reproduzcan en el cine pornográfico feminista, por ejemplo, deseos y fantasías de dominación y sumisión en los que la figura masculina ostenta un papel de poder?

-Me parece que no es labor del feminismo construir deseos ni modificar aquellos existentes. Los deseos y las fantasías son eso: deseos y fantasías. Y no tienen ningún límite. Salvo cuando los llevas a la práctica, que deberían ser el consenso y la legalidad. No hay un deseo más válido que otro y perfectamente una persona feminista puede tener unos deseos considerados heteropatriarcales.

¿Por qué?

-Porque nuestros deseos y fantasías son el reflejo del contexto en el cual vivimos. Por tanto, tiene sentido que tengan un poso en el cual la figura masculina ostenta un rol de poder. Así que en vez de luchar contra ello -con lo que solo conseguiremos una castración del deseo y llegar a la frustración sexual-, deberíamos intentar reproducirlos de una forma ética y responsable. Es decir, desde una perspectiva feminista: como mujer, lo hago porque quiero, porque me gusta, porque nadie me está obligando y porque tengo un poder sobre lo que hago.

¿Cree que el porno feminista debería continuar centrándose más en la ficción de esos deseos y fantasías o convertirse, como algunos exigen, en una especie de educación sexual audiovisual?

-El cine porno no está creado con un fin educativo. Nosotros no llevamos a nuestros niños al cine pensando que van a aprender algo, así que ¿por qué pensamos que con la pornografía sí que tienen que aprender? Ambas tienen la misma función: ocio. Que a día de hoy todavía se mezclen dos cosas tan diferentes como la pornografía y la educación demuestra que los niños y adolescentes tienen una falta de educación sexual por parte de padres y educadores e intentan buscar una respuesta en lo que tienen más a mano. Y lo que tienen más a mano es el boca a boca e Internet, e Internet implica, principalmente, pornografía. Por tanto, cuando jóvenes -y adultos- con una carente educación sexual ven unas relaciones sexuales que no son verosímiles e intentan reproducirlas en su vida privada desde luego es cuando comienzan los problemas. Pero lo que estamos poniendo aquí sobre la mesa es que aunque el porno mostrase en un modelo realista de la sexualidad, el problema de base es el mismo: no damos una educación sexual óptima y el sexo sigue considerándose tabú.

Muchas críticas al vídeo ‘Patria’ también han llegado por la defensa de la legalización de la prostitución. ¿Qué tiene que decir al respecto?

-Para empezar, me molesta que se utilicen como sinónimos prostitución y tráfico sexual, porque no lo son. En la industria de la moda, por ejemplo, nadie confunde al niño que está cosiendo zapatillas en la India con el diseñador que trabaja en su taller haciendo patrones. ¿Si no se compara en otros negocios por qué sí en la prostitución o la pornografía? Hay que poner sobre la mesa que prostitución no implica trata. Por tanto, estoy totalmente en contra de su prohibición y de la victimización de las chicas y chicos que lo están ejerciendo y estoy segura de que la regulación de todo trabajo sexual mejorará la situación de estos profesionales.

Hace unas semanas hizo unas declaraciones en el programa ‘El rincón de pensar’ en las que negaba la existencia de trata en la industria del cine pornográfico del Estado español. ¿Aún las mantiene?

-Este discurso tan voraz que he tenido sobre el tráfico sexual en la pornografía viene dado por intentar que no se nos victimice ni se nos paternalice. No necesitamos ayuda, necesitamos voz. Ahora mismo, y después de los eventos que han pasado, tengo que rectificar y decir que no es absolutamente inexistente, pero sí que sigue siendo una minoría que nos estigmatiza al resto. Y por eso hay que tratarlo como la minoría que es. Igual que decía antes que hay que diferenciar trata de blancas de prostitución, hay que distinguir a las chicas que nos dedicamos al porno por gusto y las que están sufriendo una situación de abuso.

¿Cuál cree que es la raíz de donde han surgido todas estas críticas?

-La sexualidad sigue siendo un tema tabú y que una mujer quiera dedicarse al trabajo sexual por gusto sigue creando problemáticas en la mente de los usuarios. El decir que “nadie se dedicaría al trabajo sexual porque quiere” es una idea que está dentro del imaginario popular y hay que romperla, porque es mentira y muchos nos dedicamos a ello porque nos gusta. Así que fuera victimismos, fuera paternalismos y, por favor, que se nos empiece a escuchar.