Madrid - Ravallion es el creador del primer estándar internacional para medir la pobreza extrema, un instrumento indispensable para combatirla. Sus trabajos, que analizan las causas y soluciones frente a esta lacra, le han valido a este profesor de Georgetown el Premio de la Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en su VIII edición en la categoría Cooperación al Desarrollo. Lo que más le gusta de su trabajo es usar sus habilidades analíticas “para ayudar a hacer frente a problemas realmente importantes. Para mí, ese es el gran atractivo de la economía como especialidad”,
“Posiblemente la Tierra sea capaz de producir para cubrir todas nuestras necesidades, pero no para todas nuestras ambiciones” decía Ghandi. ¿Es cierto esto desde el punto de vista productivo y económico?
-Se están dando pasos de gigante contra la pobreza que antes nunca habíamos visto. Por primera vez en la historia de la humanidad estamos en condiciones de decir con toda credibilidad que podemos eliminar la extrema pobreza. Hace 200 años, el 80% de la población mundial vivía en la pobreza tal y como la vemos hoy día en los países más pobres. Ahora no llega al 20%; la tasa de pobreza en el mundo en desarrollo está bajando en todas las regiones. Uno de los obstáculos es mantener el crecimiento económico en los países en desarrollo. Otro, impedir que aumente la desigualdad. Nuestro progreso se podría detener si esa asimetría crece demasiado, ya que es una dificultad hacia el progreso en la lucha contra la pobreza. Es vital el crecimiento económico en los países pobres. En este contexto satisfacer las ambiciones de algunos significa que queda menos para los demás.
¿Es la pobreza un problema económico o tal vez un asunto de índole moral, de ética y justicia humanas?
-La economía va enraizada en la ética. Hace 200 años, economía y filosofía moral eran lo mismo. Adam Smith era un filósofo moral; los dos temas se separaron a principios del XIX, pero se han vuelto a unir en los tiempos modernos. Todo en economía tiene una raíz ética y debe servir a los objetivos de la sociedad. Es un viejo enfoque económico que ha perdido el favor de la gente. Creo que el concepto de justicia, de derechos, de moral deben ser la fuerza que nos guíe hacia cómo debe funcionar la economía.
¿La pobreza es una maldición bíblica, es inexorable o tiene causas humanas? ¿Hay soluciones?
-Claro que hay soluciones; la pobreza está inventada y generada por el hombre; no hay razón para ella.
Pero comer no es la única medida, ¿también considera en sus índices el acceso a la educación y a la salud?
-Totalmente de acuerdo. Siempre digo que no se trata solo de luchar contra el hambre, sino también por la educación y la salud pública.
En Europa o EEUU una persona puede tener casa y televisor, cobrar 300 dólares al mes y ser muy pobre; en Burkina Faso sería casi de clase media. ¿Cómo se puede medir la pobreza? ¿1,90 dólares/día podría ser ese índice?
-Nada por debajo de esa cifra sería razonable para sobrevivir. Fijamos en un dólar diario el umbral internacional de la pobreza -que fue actualizada según el coste de la vida y que se sitúa en 1,90 dólares diarios en precios de 2011- después de examinar los umbrales nacionales en los distintos países más pobres del planeta y recalcularlos utilizando un tipo de cambio que unifica precios de bienes y servicios en todos los países; la paridad de poder adquisitivo. Alguien no es pobre si puede llegar a los niveles básicos de subsistencia, pero también va incluida su participación con dignidad en la vida social en el lugar en el que vive.
Algunos economistas nos dicen que “no somos pobres”, porque el PIB de nuestro país sube. ¿Es buen indicativo de pobreza o riqueza el PIB de un país?
- No es un buen indicador. Gozaba de mucha popularidad desde mediados del siglo XX, pero incluso el fundador de la idea del PIB, el economista norteamericano Kuznets que propuso el concepto, lo utilizaba con escepticismo y con mucha cautela, no solo por la dificultad de medir, sino al darse cuenta de que el PIB era una estadística incompleta, por lo que se convirtió en un matiz político. Entre los economistas no goza de esa aceptación universal. Pero los políticos tienen una cifra y se centran en ella. Me gustaría que se volcaran en la pobreza, en la mortalidad, en el analfabetismo... en lo que importa más a la calidad de vida de las personas.
En 1981 en el mundo había 1.900 millones pobres (uno de cada dos), en 2005 eran 1.400 millones (uno de cada cuatro). Usted prevé eliminar la pobreza extrema antes de 2030, ¿En qué asienta su optimismo un economista curtido como usted?
-No vamos a eliminar la pobreza. Vamos a bajarla al 3%. Eso significa sacar a 1.000 millones de personas de la pobreza extrema. En el 2000 establecimos una nueva trayectoria del milenio para el crecimiento económico en los países pobres: multiplicar por dos el crecimiento a largo plazo. En parte son políticas y en parte buena suerte. Si continua sin aumentar la desigualdad global sí alcanzaremos ese objetivo. Pero hay que mantener esas condiciones: las políticas y tener un poco de buena suerte, siempre y cuando podamos impedir el crecimiento de la desigualdad; necesitamos mayor crecimiento en los países pobres, lo que llevará a una rebaja de la desigualdad mundial. Mientras que en el mundo pobre, excepto en China y en zonas de la India, baja, en el desarrollado crece.
¿El cambio climático, la recesión global y el aumento de la desigualdad qué incidencia pueden tener en el nivel de pobreza y en el número de pobres?
-Cuando digo suerte, una de las cosas en las que pensaba era en esto precisamente. Las fuentes de la mala suerte: las crisis financieras mundiales; crisis que golpeó a España pero no al mundo en desarrollo, que le fue bastante bien y que mantuvo su progreso. Necesitas suficiente tiempo entre las crisis para volver a construir esta posibilidad y muchos países en desarrollo estaban en buena posición porque tenían bien las finanzas; con ese excedente relanzaron su economía. Pero mal cuando hay una secuencia de crisis, cuando el tiempo entre crisis es muy breve porque en este caso se reduce el efecto de apalancamiento. Otra gran amenaza es el cambio climático, la contaminación, los problemas medioambientales en general. Una enorme dificultad para China y también en India.
Si la población se está concentrando en las ciudades, ¿por qué habla usted de mejorar el sector agrícola como clave para reducir e incluso erradicar la pobreza extrema?
-Es un problema de secuencia. En todo el mundo, con la importante excepción regional del África subsahariana, la urbanización ha ayudado a generar pobreza. La urbanización lo que ha reflejado es el fracaso de la agricultura; la gente deja las zonas rurales porque les va mal; no tienen cosechas, se ha degradado el terreno y no les queda otra opción en el África subsahariana que irse a otra ciudad. El fracaso de la agricultura les empuja a la zona urbana. En general, el proceso de urbanización ha sido más positivo por la expansión de crecimiento urbano con una mayor demanda de fuerza de trabajo no cualificada. Se producen alimentos, pero sigue habiendo trabajo en la ciudad; es un equilibrio. Pero la secuencia es muy importante, el orden en que esto tiene lugar, porque muchos gobiernos en los países pobres han sido impacientes y han querido industrializar a toda prisa y lo que han hecho es degradar la agricultura.
¿No se está urbanizando la pobreza en extrarradios infrahumanos?
-El proceso de urbanización puede provocar más pobreza en zonas urbanas, pero menos a nivel nacional, porque la gente del campo gana en ese proceso, aunque sean relativamente pobres en la zona urbana. Y eso hay que gestionarlo adecuadamente. Uno de los muchos problemas que vemos en las capitales del mundo entero es que los gobiernos protegen a los que ya estaban antes en las ciudades. Es comprensible, pero esto significa que no toman en consideración el beneficio para la población rural, porque no les prestan servicios, infraestructuras y seguridad a estas zonas urbanas periféricas pobres, les tratan como ciudadanos de segunda clase. Esto genera gran preocupación.
Apelando a su alma de economista humano permítame una pregunta (in)moral e (in)decente, ¿Cree que exista alguien a quien pueda interesarle que siga habiendo pobres?
-Quizás a algunos. Pero creo que la mentalidad ha cambiado mucho. Si nos remontamos al siglo XVIII en Europa, en Norteamérica, el enfoque general era que la pobreza era necesaria para generar riqueza. Se decía que para tener una sociedad rica había que tener pobreza. Ya no se piensa así. Porque para tener riqueza tienes que haber menos pobreza.
Pregunto de nuevo al economista como humano: a veces los que tenemos dinero vemos a los pobres como pedigüeños o como vagos. ¿Qué nos piden, caridad o justicia?
-Tengo reticencias a usar la palabra caridad o beneficencia. Es importante en cuanto a transferencia de pago, protección social... No se trata de caridad, sino de eliminar la pobreza a largo plazo. Si no somos cuidadosos con la transmisión podemos minar el progreso y la lucha contra la pobreza. Ha sido un problema en muchos países ricos; los críticos de la sociedad y del bienestar social han exagerado la preocupación de que no trabajas y recibes una ayuda social. Hay que diseñar un pago de forma que se vaya reduciendo la prestación social a medida que aumenten los ingresos. Se debe de evitar que haya grandes impuestos para la gente pobre. Hay algunos países donde pagan más que los ricos. Eso es un error en la política de bienestar social, una política que tiene que ser parte del progreso positivo para escapar de la pobreza.