Bilbao - La psicóloga Haizea de la Llosa desarrolla gran parte de su trabajo en prisiones de Euskadi. Por su conocimiento de la situación de las personas presas asegura que “el mero hecho de estar en prisión, aunque sea en un régimen penitenciario que entendemos por normal, supone un estresor importante y puede ser desencadenante de muchas patologías mentales o, como mínimo, de ansiedad o depresión”.

¿Qué puede sentir un preso que ha estado 15 años en el corredor de la muerte y ahora pasa a una situación penitenciaria normal?

-Es probable que desarrolle un síntoma de estrés postraumático o un trastorno adaptativo, como reacción al cambio de la situación en la que ha estado viviendo durante tantos años.

¿Necesitaría apoyo psicológico?

-Considero que dándole un tiempo y respetando el proceso, también necesitará un apoyo psicológico. O por lo menos algo que le ayude a gestionar todas esas emociones que le han ido surgiendo y que le van a surgir estos días con la espera.

¿Y si tras el nuevo juicio sale en libertad, qué tendrá que afrontar?

-Todos vemos la vuelta a la vida en libertad como algo maravilloso, pero en realidad es difícil. Es difícil adaptarse al ritmo de vida diario, la inserción social y laboral no es fácil y te encuentras con muchos problemas. Pasas de vivir en un medio con unas normas muy limitadas a estar de nuevo en la calle, donde te asusta hasta entrar en un sitio donde hay mucha gente.

¿Es más duro cuando se han pasado muchos años en la cárcel?

-Entonces esa inserción social es un proceso duro y para mí es prioritario que la ayuda psicológica comience cuando la persona todavía está en prisión. Con los apoyos necesarios se puede hacer.

Además Pablo entró en prisión siendo muy joven.

-Partimos de la base de que su desarrollo cognitivo y psicológico se ha limitado al medio en el que ha estado viviendo. Ha desarrollado su personalidad adaptándola a ese medio y la vida en libertad le va a requerir otras muchas adaptaciones.