bilbao- Consciente de la casi adicción que ha creado la medicina moderna a este tipo de exploraciones, hace hincapié en que “los radiólogos somos los profesionales más interesados en limitar su utilización, y los más cuidadosos con la reducción de las dosis de radiación”.

Más de tres cuartas partes de los diagnósticos se hacen con pruebas de imagen ¿cómo era antes de existir esta tecnología?

-Es que antes no existía esta posibilidad. Hace años la única manera que teníamos de entrar en el cuerpo humano era abrir al paciente. Hoy en día podemos acceder al interior del cuerpo no solo usando una técnica sino varias diferentes gracias a los avances de la radiología. Y eso nos permite diagnosticar casi cualquier cosa con una facilidad inusitada. Mi padre, que murió bastante joven, falleció de un tumor cerebral. Yo tenía 20 años y estaba estudiando Medicina. Por aquella época, recuerdo que mi padre presentaba unos síntomas raros y no había manera de saber qué tenía. Le hicieron durante meses todo tipo de pruebas para algo que hoy en día se hubiera resuelto en un par de horas con un examen radiológico.

Un documento de la sociedad de radiología que usted preside hablaba en 2014 de la fascinación, literalmente, de algunos médicos por estas pruebas.

-Sí, esa fascinación existe. El peso de la radiología en un hospital es tremenda. Yo he visto como muchos comités hospitalarios se suspendían porque no podía asistir un radiólogo que es clave para la gestión de las enfermedades. Los médicos clínicos se ven obligados a depender de la radiología y se ven casi compelidos a utilizarla. Y se ven fascinados por la eficacia de estas pruebas porque a veces descubren diagnósticos que ni remotamente sospechaban. Por eso resulta muy difícil evitar que se pidan más de lo normal estas pruebas.

Si se racionalizara el número ¿se podrían evitar las largas listas de espera?

-Es evidente que hay que hacer un esfuerzo por racionalizarlas. El problema es que cada vez somos más eficaces y restringir el número es complicado. Lo que realmente necesitamos son más medios.

¿Humanos o técnicos?

-El principal cuello de botella es que no tenemos suficientes radiólogos. Por ejemplo en Bilbao hay alguna carencia, sobre todo en la medicina privada. Yo he visto progresivamente cómo el número de exploraciones es cada vez mayor. Todo el diagnóstico de hoy en día depende de la radiología, excepto tal vez en la psiquiatría o la dermatología. De vez en cuando asisto a cursos sobre la gestión de los recursos radiológicos y cuando uno mira los datos, la subida es imparable. Pero es inevitable porque cuando tú eres el paciente quieres que alguien ponga los recursos necesarios para localizar tu problema.

El problema obedece a esta escasez de profesionales de la que habla o ¿se debe a que los equipos técnicos resultan muy caros?

-Depende. Los equipos radiológicos tienen costes variados. Obviamente una resonancia magnética es un equipo de alto coste, al igual que un escáner. Pero la ecografía es más asequible. Y aunque parezca mentira, ése no es un concepto tan importante. En la resonancia magnética el coste de un equipo representa el 10% del coste de cada exploración. Además los equipos no son caros porque su utilización es muy elevada. Caro es un equipo que no se usa.

Por eso se están haciendo resonancias los fines de semana.

-Claro. Lógicamente lo que debemos hacer es hacerles trabajar por la mañana, por la tarde, los fines de semana. Y una vez rentabilizados, el precio es ínfimo. Resultan muchos más caros apartados como el personal y los gastos de funcionamiento.Con tanta prueba ¿los profesionales están expuestos a altos niveles de radiación?

-Realmente no. Excepto aquellos que trabajan en técnicas que requieren una práctica de trabajo dentro del foco de radiación que son los que hacen radiología intervencionista, normalmente la vascular. Son procedimientos que se hacen con rayos X continuos. Pero van siempre con delantales, con gafas, con protectores de cuello que hacen que las dosis de radiación se limiten aunque se exponen bastante más que el resto. Todos estamos controlados con dosímetros, pero el mío marca siempre 0,0.

¿Y qué me dice de los pacientes?

-Eso ya es otra cosa. Son los que más van a sufrir la radiación porque están debajo del foco pero la sufren en momentos concretos y específicos de su vida que es cuando lo necesitan. El riesgo por esa radiación es infinitamente inferior a los beneficios que se pueden esperar. Dicho esto hay que señalar que el escáner implica una dosis de radiación más baja que la que implicaba hace años porque se han desarrollado técnicas que han permitido reducir mucho las dosis que se aplican.

¿Están controlando más su uso en jóvenes y niños?

-Desde luego. En pacientes jóvenes y en niños está demostrada cierta asociación entre la exposición al escáner y determinados tipos de cáncer. El riesgo es bajo pero existe y eso nos preocupa. Por eso cuando se trata de estudiar a niños usamos preferentemente la ecografía y la resonancia magnética y mucho menos el escáner. Cuando lo hacemos es porque resulta imprescindible. Los radiólogos somos los profesionales más cuidadosos con la reducción de dosis.

¿Se puede saber la radiación acumulada por un paciente?

-En estos momentos Osakidetza es pionera en el campo del control de dosis de radiación. Desde hace dos años tiene una aplicación que permite saber cuántas dosis ha recibido cada paciente en los últimos tiempos y eso nos permite ajustar lo que hay que darle y limitar la necesidad de radiar a los pacientes. Y es pionero porque existe una normativa europea publicada el año pasado que prácticamente va a obligar a todos los proveedores de asistencia radiológica a monitorizar la dosis. Osakidetza lo tiene ya avanzado y para mí es un motivo de orgullo cuando salgo fuera decirlo.

¿Y dónde lo consultamos?

-Se puede consultar en uno de los apartados de la historia clínica electrónica. Allí figura cuanta radiación ha recibido como consecuencia de su exposición médica.

Se debe a esta razón la polémica con los programas de cribado de cáncer de mama y con la recomendación de evitar las mamografías a mujeres de 40 años.

-Es una de las razones. El problema de los programas de cribado es que se realizan en población sana. En una persona enferma las expectativas de beneficio son mayores que los riesgos, pero en una población sana tenemos que demostrar exactamente lo contrario. En el cribado de mama, existe bastante controversia a nivel mundial. No hay una clara definición de lo que hay que hacer. En el cáncer de colon no hay duda. Parece razonable que entre 50 y 60 años sí se justifica el riesgo pero entre 40 y 50 años parece que hay más riesgos que beneficios.