quito - Tan solo seis días después de pisar por primera vez Ecuador, el joven Patxo de la Rica sufrió uno de los mayores sustos de su vida. El pasado sábado por la tarde, la tierra tembló en el país sudamericano. En ese momento, este vasco ultimaba su página en el periódico Extra de Guayaquil, donde ha empezado a trabajar tras cerrar un ciclo periodístico en Euskadi. Eran las 18.58 horas y este veinteañero estaba a punto de terminar su trabajo para ir a su casa. “Un fuerte temblor movía todo; sentía miedo. Después del susto inicial, nos desalojaron de la redacción. Luego, una vez que pasaron los momentos del terremoto, la sensación era como de que no había pasado tanto, me quedé tranquilo y pensé que no fue tan fuerte como para tirar edificios. Pero sí, todo se movió mucho”, recuerda De la Rica en conversación telefónica con este diario.

Cuando tomó conciencia de la inquietante experiencia, este bilbaíno supo que habían sufrido un seísmo de 7,8 en la escala Richter con un epicentro situado a 400 kilómetros de Guayaquil. La urgencia de informar sobre las consecuencias del temblor provocó que prolongase su trabajo en la redacción hasta las 2.00, ya en plena madrugada del domingo en la ciudad ecuatoriana. Después, se desplazó hasta su casa, situada a cinco minutos de su lugar de trabajo, y se dispuso a comunicarse con sus familiares. Sentado en el sofá, la tierra volvió a dar una nueva sacudida. Esta vez de 5,8 en la escala Richter. Eran las 2.30 horas. “Sentí la réplica y ese, quizás, es el momento en que más me asusté. Solo pensaba en irme de allí. Salí de casa corriendo porque en Ecuador las construcciones no son como en Euskadi. Se cayeron cosas de la mesa y del baño, pero no pasó más. En la pared hay alguna grieta pequeña, pero no hay daños materiales”, describe este vizcaino que sin tiempo para apreciar ni Guayaquil ni su nuevo trabajo se ha empapado de conocimientos sobre Ecuador a marchas forzadas. Trabaja junto a sus compañeros 20 horas al día para informar sobre las funestas consecuencias del seísmo. “Aquí no ha sido muy grave, aunque ha habido cuatro muertos en la provincia de Guayaquil, pero en el norte ha sido devastador. En Pedernales, el 85% de las infraestructuras están destruidas. En el periódico estamos viviendo una locura. Las crónicas de los periodistas que están allí son impresionantes, es una catástrofe. Hay muchísimos muertos entre los escombros”, señala De La Rica, quien recalca que hubo 240 pequeñas réplicas en 24 horas.

Desde una de las ciudades afectadas, Portoviejo, capital de la provincia costera de Manabí, Carlos Luis Arboleda, de 57 años, relata con angustia su experiencia: “Iba en un carro con mi familia. Al principio no atinaba a saber qué pasaba hasta que vi que se caía un edificio. Quise salir con el carro, pero no se movía. Estoy vivo de milagro, porque el edificio se cayó a mi lado. Después no sabíamos qué hacer, había una nube de polvo, no se veía nada ni podíamos respirar. Cuando atiné a ir a una esquina, vi un edificio caído, otro más allá, la gente corría, preguntaba por sus hijos, por su familia, era una cosa inenarrable. Nunca en mi vida pensé que íbamos a vivir algo tan duro”.

Carlos Luis cuenta que en un principio se temió que se produjera un tsunami, al tratarse de la zona costera, “pero una vez localizado que el epicentro había sido en el continente, ya hubo tranquilidad”. Las labores de rescate continúan en Portoviejo, al igual que en otras ciudades y localidades afectadas, en busca de supervivientes. “Necesitamos medicinas, material de curas, agua, mantas, carpas, comida”, relata, todavía sobrecogido, Carlos Luis. La situación en la ciudad es desoladora: el casco comercial ha quedado en ruinas, la electricidad aún no se ha restablecido por completo debido a la caída de numerosos postes eléctricos, muchos damnificados que han perdidos sus casas están durmiendo al raso en las lomas... “La gente ha perdido todo, el trabajo de toda su vida”, cuenta este ecuatoriano, quien destaca que “la situación económica de mucha gente no es buena, la bajada del precio del petróleo nos ha afectado mucho, la gente necesita ayuda, necesitamos ayuda internacional”, solicita.

Manabí es la provincia más afectada por el terremoto. Alberga tanto el Puerto de Manta como la localidad de Pedernales, esta última completamente devastada por el terremoto. “El Puerto de Manta es el segundo en importancia de Ecuador, después de Guayaquil. Concentra mucha industria, allí están las enlatadoras de atún y de otras especies marinas. Unido a Portoviejo representan la cuarta ciudad más habitada del país”, explica Alexandra Ayala-Marín, periodista oriunda de Guayaquil, pero residente en Quito, donde vivió el terremoto. “Aquí también se sintió fuerte. Yo estaba en casa, escribiendo e-mails cuando comenzó todo. Pensaba que se caía el edificio, salí corriendo y gritaba de desesperación”, relata.

Desde Euskadi Pero el terremoto no solo ha angustiado a quienes se encuentran en el país latinoamericano. Los miles de ecuatorianos residentes en Euskadi viven días de zozobra por la falta de noticias de familiares. Las comunicaciones son dificultosas y, en algunos casos, aún no han localizado a algún ser querido. La ecuatoriana Gladys Beleg busca a su hermano, quien vive en la zona costera. Esta mujer residente en Donostia desde hace 15 años todavía no ha podido cruzar palabra con él. “No sé si le habrá pasado algo, tengo que conseguir hablar. Ayer lo intenté pero no pude, no hubo manera. Las redes telefónicas estaban cortadas y espero que sea solo eso”, explica Beleg, quien trabaja como asistente domiciliaria. Mientras tanto, miles de compatriotas como ella también se afanan por comprobar que sus familiares están a salvo de los derrumbes causados por uno de los terremotos más violentos sufridos por los ecuatorianos.