pocas cosas tan dramáticas como una catástrofe natural para valorar la vida; para ser consciente de que en apenas un segundo todo puede pasar. De forma fugaz e imprevisible. Un abrir y cerrar de ojos que lo cambia todo cuando uno menos se lo espera. A grandes rasgos, esta es la sensación que la jugadora de baloncesto alavesa Marta Tudanca aún mantiene viva en su cabeza 72 horas después del desvastador terremoto de 7,8 grados que el sábado partió la tierra de Ecuador, el país donde se gana la vida como jugadora del Santa María de Machala. El brutal seísmo, que hizo desaparecer el pueblo de Pedernales, dejaba ayer al cierre de esta edición casi 250 muertos y 2.500 heridos entre los que, afortunadamente, no se encontraba la alavesa. El día de autos, Tudanca estaba disputando un partido con su actual club, el Santa María de Machala, al cual se incorporó hace unos meses para poder estirar la temporada una vez concluida su campaña en Liga Femenina con el Campus Promete, con el que consiguió la salvación.

Sin embargo, la experiencia no le está resultando grata a una jugadora que ha sido internacional por España en categorías inferiores y que tiene varias medallas como la plata conseguida en el europeo U20 de Letonia en 2010. No está jugando todo lo que querría ?de momento lo ha hecho en dos partidos en los que ha anotado 24 y 34 puntos, respectivamente? y la adaptación no es fácil, pero así y todo se muestra satisfecha por el paso dado.

“pegaros a la pared” En conversación con este diario, y con el susto aún metido en el cuerpo, la alavesa recordaba así lo ocurrido el pasado sábado durante el seísmo: “Estábamos jugando nuestro último partido de la liga regular antes de los play off en Ambato y se tuvo que suspender por el el terremoto. De repente todo el pabellón empezó a temblar, la gente gritaba y estaba muy nerviosa. Yo pensaba que era un volván cercano a esta localidad pero enseguida me di cuenta de que no. Bajo mis pies notaba perfectamente cómo se movía el suelo y el techo parecía que se iba a caer. En ese momento solo pensé en mi familia y la gente que me quiere, por eso lo único que quería era salir lo antes posible aunque todo el mundo nos decía que nos pegáramos a la pared. Cogí mis cosas lo más rápido que pude y salí fuera de las primeras. El resto de mis compañeras hizo lo mismo. Ahora estoy ya un poco más tranquila pero ha sido una sensación horrible que espero no tener que volver a vivir nunca más en mi vida”. l