Los acuerdos turco-comunitarios sobre los migrantes va camino de ingresar en la lista de esperpentos celebrados por el mundo como hazañas. Y es que si se ratificase lo negociado, eso solventaría de momento el problema a unos pocos países ricos europeos, pero agravaría las discrepancias político-económicas en el seno de la U.E .y seguiría dejando en la estacada a los que buscan su futuro en la Europa rica.

Estos últimos son en la menor parte fugitivos de la guerra civil siria y en la mayor parte, habitantes de países de malvivir (desde África Occidental, donde hay miseria, pero no guerras civiles, hasta Asia Central - donde ocurre lo mismo -, y pasando por Libia, donde hay miseria, guerras civiles y caos). Los auténticos fugitivos de la guerra - cerca de dos millones - salieron hace años de Siria hacia el Líbano y Turquía, donde se las arreglan como pueden y agradecen la ayuda popular (mucha) y la estatal que les dan.

El resto es gente que se la juega - ¡ y paga ! en su mayor parte - en pos de un futuro mejor. Son víctimas de los traficantes embaucadores, que cobran de 3.000 a 8.000 € por llevarle a uno a Europa, y también del señuelo alemán, donde las prestaciones a un asilado ofrecen una calidad de vida infinitamente superior a la cotidiana de sus respectivos países. Nadie les ha dicho que la concesión de asilo no es segura en absoluto y si se lo dijeran, tampoco se lo querrían creer: La quimera de la sopa boba es irresistible en las patrias de los migrantes del hambre.

Pero todo eso se pasó por alto en los preacuerdos de Bruselas, dónde se pensaba nada más que en la opinión pública actual de cada país afectado. Allá se dio por sentado que los cientos y cientos de miles de migrantes volverán por las buenas a los campamentos y campos de concentración turcos. Si hasta el día de hoy ha muerto a tiros - en la frontera greco-búlgara - un solo migrante pese al creciente número de manifestaciones cada vez más violentas, cuando el traslado masivo sea una realidad coercitiva, la violencia no tardará en cobrarse muchas vidas.

Por otro lado, el precio de la cooperación turca - 6.000.000.000 € y una próxima entrada de Ankara en la U.E. - llevaría a la Europa comunitaria a una de sus peores crisis, ya que son muchos los Estados miembro que ven en la incorporación de Turquía un imposible sociológico y un negocio ruinoso para sus respectivas economías. Y eso, sin hablar del derecho de veto que constitucionalmente tiene Chipre a esa ampliación de la Comunidad con una nación que tiene militarmente ocupada la mitad de la Isla.

Pero si política y económicamente el acuerdo previsto en Bruselas significa vestir a un santo desnudando a bastantes más, el meollo del problema sigue sin resolverse. Se trata de la enorme presión demográfica (porque la razón de ser de la avalancha sobre Europa no desaparece con los preacuerdos) que el bloqueo de la ruta balcánica a la Europa rica volcará sobre Turquía, Italia y España en un futuro inmediato y sobre todas las fronteras de la U.E. en un porvenir próximo.