Las opiniones sociales sobre temas estables como puede ser la independencia, el aborto, la monarquía, etc., no suelen alterarse mucho en el tiempo y sólo acontecimientos con gran repercusión social inciden en que nuestra opinión varíe.
El viernes conocimos el último Sociómetro del Gobierno Vasco en el que el dato de la actitud vasca ante la independencia destacó. Resulta que en sólo 1.000 días hemos roto unas tendencias que llevaban estables más de 8.000 días. Un dato curioso, digno de analizar con tiempo y al que hay que seguirle para ver si este cambio es coyuntural o estructural.
¿Qué ha podido pasar para que cambiemos de una forma tan radical nuestro sentimiento a un asunto tan estable como el de la independencia en Euskadi en estos últimos tres años? En 2014 fue cuando se realizó el referéndum sobre la independencia en Escocia que coincide, además, con el sentimiento independentista más alto mostrado por la sociedad vasca desde 1998. Un 28% de los ciudadanos de la CAV se mostraba abiertamente a favor de la independencia, mientras un 32% se mostraba en contra. Aquel intento llevado a cabo por los independentistas escoceses y facilitado por los unionistas británicos de manera ejemplar, acabó por no fructificar al ganar el no sobre el sí, con dos consecuencias claras para aquellas personas que aquí anhelaban la independencia. Por un lado, unos lógicos grados de desilusión y por otro, la imposibilidad de obtener un espejo donde mirarse y constatar cómo, en el siglo XXI y en el entorno europeo, alguien se puede hacer independiente sin que nada malo ocurra en contra de lo que los unionistas siempre mantienen.
Pero lo que verdaderamente creo que ha hecho variar la opinión de los vascos sobre la independencia está siendo Catalunya. Desde el país hermano hace muchos años que no llegan noticias positivas; es cierto que son los medios de comunicación españoles los que más inciden en esta negatividad en la comunicación, pero los vascos también viajamos allí y vemos lo que hay. A la inestabilidad y al enfrentamiento político existente, se le añade una situación económica pésima en un momento delicadísimo que simplemente, por comparativa, nos hace valorar nuestra situación como a años luz de los catalanes. Esta valoración tan positiva de lo nuestro y sobre todo del tesoro que es el Concierto Económico y lo que ello supone, hace que nos sintamos más cómodos con la situación económica actual que tanto se envidia desde Catalunya.
Este sentimiento actual menos independentista de los vascos, puede deberse pues a la sensación de enorme crispación social que irradia Catalunya. Aquí venimos de una confrontación brutal por la desgracia de haber soportado a ETA y tenemos ganas de convivir en paz entre nosotros de una vez. Queremos alejarnos de aquella pesadilla y nos apetece ya saludar, tomar unos tragos, hablar, compartir entre nosotros nuestras vidas con la libertad de poder hablar de lo que sea sin sentirse amenazado ni mal mirado. Sí, tenemos muchas ganas de entendimiento y concordia, y esto nos hace buscar escenarios de paz huyendo de confrontaciones que nos han alejado durante años. Catalunya que vivió muy tranquila mientras aquí la convivencia era insoportable, hoy respira confrontación absoluta intra y extra muros, y eso hace que su process, hoy, no nos sea atractivo.
1.000 días donde sobre independencia se ha hablado más que nunca a nuestro alrededor con dos escenarios diferentes: en uno los independentistas no ganaron y en el otro los independentistas (junto con los unionistas), producen conflicto social y situación económica insoportable. Esto provoca que, en una sociedad orgullosa de su capacidad de autogobierno y de tener las instituciones saneadas junto con un ansia infinita de paz social, la opción independentista esté en su nivel más bajo. Probablemente ahora, tras muchos años, es el momento en el que sin darnos cuenta nos sentimos más independientes, más diferentes y más libres.Sociólogo