Bermeo vigilaba muy de cerca en la tarde de ayer a la mar. El temporal ya dejó su huella durante la madrugada, volviendo a romper un tramo del rompeolas como ya hiciera hace dos años. Y lo que es peor, anegando los locales más cercanos al puerto. Aun así, el maretón vespertino no pasó a mayores y los desperfectos causados por el agua no fueron tan cuantiosos como durante las horas de la noche. Fueron 18 horas de intenso trabajo: primero taponando con maderas las puertas y valorando los daños generados por el Cantábrico, posteriormente. Por desgracia es una rutina de sobra conocida para los bermeanos. Una alerta “que se repite cada invierno”.
Los hosteleros que tenían sus negocios en los alrededores del puerto fueron los que mayor preocupación mostraron ayer. A las 16.00 horas, a falta de una hora para el cenit de la pleamar, los pantalanes de Portu Zarra rozaban la esquina del puerto y el vaivén de los barcos era notorio, aunque sin llegar a ser peligroso. Además las obras para adecentar el puerto mostraban dos grandes boquetes que dejaron ver aun más cerca el agua que amenazaba las casas colindantes. Uno de los vigilantes que oteaban expectantes a lo que ocurriera era Iñigo Fernández. Su negocio, el bar Sarabanda, se ubica a escasos metros del agua. En su caso tenía que vigilar dos locales: además del establecimiento hostelero, custodiaba un almacén donde guarda las provisiones. Durante la madrugada, la mar ya había entrado sin llamar en el almacén, a pesar de las protecciones colocadas el día anterior. A la tarde, el bar estaba cerrado, al igual que la mayoría de locales cercanos al espigón.
La experiencia es un grado y a veces, más vale prevenir que lamentar. Aun así, Fernández se mostraba “tranquilo”, recordando que ya eran cuatro años seguidos con temporales por estas fechas. Aunque la procesión se lleva por dentro, ya que el hostelero bermeotarra no dejó de observar hacia el interior del puerto. En el último temporal “las mareas fueron mas altas, al igual que las olas, con lo que fue mucho peor”, según rememoró desde la puerta de su local. “Ahora estamos en alerta y el miedo a que el agua desborde está presente con solo mirar como están los pantalanes” recalcó. Justo al lado del bar se encuentra una pequeña tienda de ropa. Los dueños no se encontraban en la tarde de ayer y el local se hallaba cerrado. El nombre del establecimiento resumía perfectamente la situación en la que se encontraba Bermeo: Itsasora Begira -mirando al mar-.
A pesar de la alerta naranja, alguna taberna desafió al temporal y se mantuvo abierta. Justo al lado del Sarabanda hubo un local que incluso montó la terraza, habiendo algunos clientes sentados mirando al puerto. Pero más allá de ese local todo eran persianas cerradas. Las precauciones hicieron que fuera así. Pero según avanzaban las horas, un mayor número de bermeotarras se acercaban a contemplar la situación. En la terraza del Kai-Alde se encontraban dos jóvenes y un pescador jubilado discutiendo de lo que iba a suceder. Amaia Larrauri y Aroa Maguregi se mostraron temerosas y apostaban a que la mar llegaría a causar algún problema. No era de la misma opinión Julen Altonaga, arrantzale desde los 11 años. Con muchos temporales a sus espaldas, vividos tanto embarcado como en tierra firme, remarcó que “llueve y hay viento, pero tampoco hay tanta marejada”. Las palabras del viejo lobo de mar no llegaron empero a calmar a las dos jóvenes.
Justo al inicio del espigón hay unas escaleras que llevan a un pequeño mirador. Baztarre fue la atalaya sobre la que algunos vecinos contemplaron la furia de la mar. La perspectiva dejaba ver como las olas golpeaban el rompeolas e incluso lo superaron en muchos casos. Era un espectáculo increíble. Uno de las vecinas que se acerco hasta el pequeño mirador era Ana Altanegi. En su opinión anteriormente “fueron dos temporales seguidos” y por eso las “consecuencias” fueron “peores”. Y ahondó en que el dique de abrigo del puerto “se ha roto por donde falla siempre”. Ángel Colina, otro vecino, opinó que “este año ha aguantado mejor” pero que para reforzar el lugar “deberían echar mas bloques”.
Y es que aunque esta vez los desperfectos no fueron tan cuantiosos, la mar mostró su potencial. “Una vez más”, tal y como Colina reflejó. Hace dos años la parte izquierda del espigón de Frantxua, lugar donde se hallan varias lonjas, quedó dañado. Las obras que se llevaron a cabo para restaurar y reforzar el lugar mostraron ayer su eficacia. Pero Bermeo volvió a revivir unos embates del Cantábrico. Un mar al que tanto debe, pero que también suele mostrar su cara más cruda en ocasiones.