BILBAO - ¿Qué cae primero al suelo, una bola de hierro o una pluma? En condiciones normales, el sentido común dice que la bola llega antes porque pesa más. ¿Y si se repite la misma acción en condiciones de vacío, como Sandra Bullock en el espacio exterior de Gravity (2013)? Ambos objetos realizan una caída libre ideal y llegan al suelo a la vez porque con la falta de aire que genera el vacío no hay fricción. La ciencia dice que es así. Sin embargo, hay mucha gente devota de Santo Tomás que si no lo ve no lo cree. A esa gente decir que YouTube demuestra que no es un dogma de fe aquello que se repetía de carrerilla en el cole de todos los cuerpos caen con la misma aceleración.... Y es que el físico británico Brian Cox se ha tomado la molestia de arrojar un bolo y una pluma en una cámara de vacío gigante de la NASA de 37 metros de altura. Y, efectivamente, la pluma y el bolo tocan suelo al mismo tiempo.

El primero en formular la teoría de la caída de los graves fue Galileo Galilei (1564-1642), solo que el italiano no disponía de medios para crear vacío succionando el aire. Y menos mal, porque la Santa Inquisición le habría mandado a la hoguera mucho antes. En cualquier caso, la actualización NASA-YouTube del famoso experimento de los planos inclinados con el que Galileo demostró su teoría deja una cosa clara: la ciencia, como la buena mesa, también entra por los ojos. Y esto es un hecho. O, al menos, la reivindicación de la mayoría de los estudiantes. Muchas facultades de ciencias usan los experimentos dirigidos a institutos como gancho para lograr futuros egresados. Una tarjeta de presentación como otra cualquiera, pero muy efectiva, a tenor de lo que se ha vivido estos días en la Facultad de Ciencia y Tecnología de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU).

Unos 200 estudiantes de Bachillerato de los tres territorios han pasado por los laboratorios de la facultad en el marco de las jornadas Física e Ingeniería Electrónica en acción. Por espacio de tres horas han dejado atrás los pesados manuales de clase y han disfrutado cocinando regaliz en un microondas para determinar la velocidad de la luz, se han acomodado unas gafas de difracción (parecidas a las de 3D) para ver en cuántos colores se descompone la luz, han medido la frecuencia del sonido con una aplicación móvil,? y ¡cómo no!, han arrojado una bola de hierro y una hoja de papel en una cámara de vacío.

“Son unas jornadas que llevamos organizando desde hace bastantes años y de lo que se trata es de invitar a profesores de instituto y a sus alumnos a hacer una serie de experimentos de Física y Electrónica con idea de atraer a los más jóvenes hacia estas dos disciplinas”, afirma Ibon Sagastabeitia, uno de los coordinadores de las jornadas organizadas por el doble grado de Física e Ingeniería Electrónica de la UPV/EHU.

En principio, dice, son experimentos que están pensados para que se puedan realizar en clase de forma “fácil y muy barata. A veces se puede pensar que es muy cutre, pero en realidad están ideados para que los centros puedan hacerlo de forma muy sencilla”. Este año se ha incluido una práctica nueva. “Cogemos un tubo de madera, una aplicación de móvil gratis que analiza el espectro, arrojas un papel y puedes ver la frecuencia del sonido”, explica este profesor universitario.

Sin plazas Según comenta, la respuesta de los chavales “está siendo muy positiva, hemos tenido que denegar la solicitud de muchos centros”. Sagastabeitia considera que el éxito continuado de estas jornadas se debe a que los estudiantes pueden comprobar en primera persona lo que les han enseñando en clase. “No es lo mismo que el profe te diga que una hoja de papel y una bola de metal caen a la misma velocidad y llegan a la vez, que ver que realmente eso es así. ¿Que lo dice el profesor? Vale, pero no se lo acaban de creer hasta que llegan aquí y lo ven con sus propios ojos”. Este físico comparte la idea extendida de que se debería experimentar más, aunque reconoce que no siempre es posible.

“Se dice que, en general, se enseñan mal las ciencias en el sistema educativo y desde mi punto de vista no es un tópico. Hay centros, que vía proyectos, introducen más prácticas, y desde ese punto de vista creo que hemos ganado”. No obstante, señala, “hay un problema y ese no ha cambiado: la extensión del temario. Los propios profesores te dicen que les cuesta mucho poder hacer más prácticas porque no tienen tiempo material para dar toda la teoría que aparece en el currículum oficial de la asignatura”.

Mercedes, Iker y Ainhoa, tres estudiantes de instituto, asienten al unísono. “Damos demasiada txapa y poca práctica”. Ainhoa Acha (La Salle, Bilbao) considera que “se pierde mucho el tiempo en teoría y acumular conocimientos que muchas veces no vas a usar, y más en unas materias que son bastante complicadas. Creo que esa es una de las razones por la que la gente las coge manía y se acerca a las ciencias con recelo”. Para Iker Bellota (Koldo Mitxelena, Donostia) “esto ayuda a entender lo que das en clase porque al llevar al lado práctico lo que explican es mucho más sencillo entender un fenómeno que no te imaginas”. Mercedes Vaquero (La Salle, Bilbao) comparte la misma opinión, “a mí me gusta porque es llevar la teoría de la clase a la práctica. Es interesante y una ayuda porque escuchamos carreras pero realmente no sabemos en qué van a consistir las prácticas”.

Sagastabeitia entiende que con estas jornadas no se van a despertar vocaciones científicas, sino simplemente hacer más accesible la Física a las nuevas generaciones y enseñar su enorme repercusión en el mundo actual. “Vivimos en un mundo electrónico, la electrónica parece que está muy alejada de la ciencia, pero la tecnología no sería posible sin la ciencia. Los teléfonos móviles no son más que ondas que van por el espacio y eso es Física que luego hay que aplicar a través de la tecnología”.