metidos de lleno en las celebraciones navideñas, permítanme empezar esta columna de observación alavesa y vitoriana con una cordial felicitación a todo el personal lector y deseos, al menos, deseos, de un año próspero y fecundo, que son dos adjetivos que se utilizan poco pero que recogen perfectamente el deseo de estas calendas festivas.
Unas festividades navideñas y de arranque de año nuevo bañadas por el proceloso mar de los resultados electorales, que han dejado satisfechos a muy pocos y han planteado cuestiones hamletianas del ser o no ser en el actual y nuevo escenario político surgido de la jornada electoral del pasado domingo.
Lo único que queda claro de los resultados electorales es el fracaso sin paliativos de las encuestas antes de la jornada electoral. La democracia contemporánea surgida en Occidente tras el triunfo de las potencias aliadas en la II Guerra Mundial ha desarrollado el mecanismo de las encuestas como instrumentos para conocer tendencias e intereses de los votantes. Pero algo va mal en este sistema de predicción, incapaz de acertar o de aproximarse a los resultados de la noche electoral, cuando una cita tras otra, elección tras elección, lo que se dice en campaña no coincide con lo que resulta verdadero y valedero. Muchas empresas de demoscopia debieran cortarse la coleta o dedicar sus esfuerzos empresariales a otra cosa, porque no dan pie con bola sin olfatear ni pútrido olor de descontrolado vertedero.
El tiempo de los sustos durará rato largo ya que la gobernación del país con ejecutivo estable parece de momento ejercicio de cíclopes, y no está el ambiente para seres mitológicos que quizá pudieran componer coalición de mayorías parlamentarias convenientes y necesarias para un estado con múltiples problemas dentro y fuera de sus europeas fronteras. Ciñamos nuestra observación al territorio alavés que ha marcado un insólito crecimiento de Podemos, una de las beneficiadas por el voto, que llegó a sobrepasar la cifra de 40.000 votantes, producto de la fuga de muchos votos de otras formaciones más los suyos propios asentados en europeas y municipales. El voto del cabreo por la crisis y sus consecuencias, el voto de castigo al sistema corrupto y manipulador, el voto esperanzado de quienes ven a los dirigentes de Podemos como tabla de salvación y frescura democrática habrá tenido que ver en este éxito sin paliativos, a pesar de que en los últimos días de campaña en los cenáculos políticos se auguraba la segunda posición para las hueste de Iglesias, que finalmente no se produjo para satisfacción del Ibex 35, garante de los interés de los mercados del negocio.
De las formaciones clásicas, cosecharon mínimo beneficio PP, PSE, PNV y Podemos, y se quedaron fuera de juego, el resto de partidos tradicionales como EH Bildu, Ezker Anitza, mientras se mostró con escaso atractivo el nuevo dirigente unitario Alberto Rivera y sus Ciudadanos. A destacar el porrazo cosechado por Javier Maroto, que se las prometía felices durante la campaña, con el argumento de que las urnas castigarían a los partidos en comandita que le desalojaron del Ayuntamiento. Al parecer la ciudadanía ya ha olvidado esas batallitas y le han dejado sin poltrón; tendrá que seguir en el nido de la gaviota de Génova, que por cierto no es mal cubil, tejiendo y destejiendo soluciones del diario vivir del primer partido del país.
En doce meses, de nuevo elecciones en Euskadi y de tal manera cerraremos el calendario cuatrienal de citas con las urnas. De nuevo, emoción, nuevos personajes en la escena política, descubrimiento de los rostros y trayectorias de los responsables de Podemos y Ciudadanos, y la gran incógnita sobre la presencia electoral del actualmente encarcelado Arnaldo Otegi. Los jueces tienen la última palabra y si se presenta a la batalla electoral, mejor para la definitiva normalización de la CAV. Todos dispuestos a la carrera, sin excusas. A competir, cada uno con sus glorias y miserias por llevarse el gato al agua de la soberanía popular vasca. Termino por hoy con URTE BERRI ON! ¡FELIZ AÑO NUEVO!