Bilbao - ¿La sociedad le ha quitado el miedo al VIH?

-Para nada. No existe el miedo que había en los 90 y se ha relajado mucho la prevención. Pero, a la hora de la verdad, cuando se hacen la prueba, la gente no va cómo cuando se mira el colesterol o la glucosa. Porque el VIH no es igual que otras infecciones. Está estigmatizada. Además, la gente se sigue infectando. Fundamentalmente a través de la transmisión sexual, sobre todo en el grupo de hombres que tienen sexo con otros hombres. En los 90 las transmisiones se daban mucho por el consumo de drogas. Ahora se contagia mucha gente joven porque el grupo principal de diagnósticos se sitúa entre 30 y 39 años.

¿Qué pasa con una persona que se infecta hoy en día?

-Si se lo detectan pronto y se pone en tratamiento va a tener una calidad de vida y una esperanza de vida prácticamente igual que la de cualquier otra persona. Hoy es una infección crónica clínicamente hablando. El tratamiento impide que el virus se replique en el cuerpo e impide que el virus ataque el sistema inmunitario y que las defensas no desciendan. Con lo cual el cuerpo puede simular que no tiene virus porque con los fármacos la carga viral es indetectable. La gente no conoce que cuando una persona toma el tratamiento y responde bien, no puede transmitir su virus. Si todo el mundo que supiera que es seropositivo se tratase, la transmisión podría frenarse de modo radical.

¿Todavía hay gente que no lo sabe?

-Por supuesto. Se estima que el 40% de las personas con VIH no lo sabe. De media, desde que una persona se infecta hasta que desarrolla el sida pueden pasar diez años si no sabe que tiene el virus. Y es un tiempo perdido. Porque el sida es la progresión del VIH cuando ya hay presencia de síntomas y el sistema inmunitario está muy deteriorado y van apareciendo determinadas enfermedades por la acción del virus.

Pero en tres décadas el panorama ha cambiado mucho.

-Sí, es verdad que clínicamente los avances en los tratamientos han sido muy importantes en estos treinta años. Sin embargo, todo el mundo se asusta un montón cuando se hace la prueba del VIH.

¿Cómo se cuela el VIH entre la sociedad?

-La situación ha cambiado. Nosotros llevamos desde los 80 trabajando con los colectivos más vulnerables que tienen que ver con las vías de transmisión del virus, es decir, sexo sin protección y el consumo de drogas. Ahora, los colectivos más afectados son los hombres que tienen sexo con otros hombres. Pero el virus también se cuela entre los usuarios de drogas que viven en exclusión social, personas que ejercen la prostitución y sus clientes. Y personas inmigrantes que, por su situación de irregularidad, no tienen acceso a información ni prevención. El colectivo de presos también es importante porque muchos sufren toxicomanías.

La gente ya no muere de sida.

-Sí, pero algunos seropositivos cuando reciben su resultado positivo dicen que preferirían tener cáncer a tener sida. Cuando Aintzane o Aitor, es un ejemplo, reciben la confirmación de su positivo, se quedan destrozados porque dicen que no se lo pueden contar a nadie. Por eso, la enfermedad no está superada. Ni mucho menos. Es una infección que afecta a la esfera afectiva y sexual, y a la gente le parece que se le acaba la vida en pareja y que se le acaba la vida con amigos.

¿Los casos de VIH van paralelos a las enfermedades de transmisión sexual?

-Casi siempre. No sólo hay un aumento de VIH también de otras enfermedades de transmisión sexual.