Pisos vacíos por desahucios, dinero, juguetes, voluntarios... Dice Javier Galparsoro, presidente de la Comisión de ayuda al Refugiado en Euskadi, que toda ayuda será bienvenida para acoger a quienes huyen del horror, incluida la asistencia psicológica. “El refugiado no es un turista. La gente se está imaginando que van a venir personas normales y llegan en una situación dramática. Llevan vagando por medio mundo durante meses y vienen deshechos, hambrientos, asustados. Vienen de una guerra y, por lo tanto, traumatizados”, advierte.
Aún tenemos la foto de Aylan tendido en la playa en la retina. Ha removido conciencias, pero ¿ha tenido algún efecto en la práctica?
-Sí lo ha tenido. Es terrible, por otro lado. Que una imagen de un niño haya cambiado el comportamiento de toda Europa me parece increíble. Es un signo de la hipocresía en que vivimos. Pero está claro que ese niño ha despertado a la ciudadanía y nos están pidiendo que hagamos algo.
El padre, que ha perdido mujer e hijos y había solicitado refugio para su familia en Canadá, dice que las ofertas de asilo le llegan tarde.
-Canadá le denegó el asilo y ahora se lo daría, exactamente igual que ha hecho España cuando, conmovida, ha premiado con la protección a personas que han podido morir en el intento de llegar a la tierra prometida, como la típica mujer que llegó con su bebé en brazos o dio a luz en alta mar. ¿Por qué no se ha hecho antes? ¿Por qué ahora estamos todos revolucionados cuando hay casi 60 millones de refugiados en el mundo?
El Estado español acogerá finalmente a 14.931 personas.
-El Gobierno solamente había ofrecido 2.700 plazas. ¿Ahora está dispuesto a acoger a 15.000? Fantástico, pero esto supone un dispositivo enorme, un esfuerzo gigantesco de todo tipo. No sabemos cuándo van a venir, ni si traen el estatuto de refugiado concedido, si van a ser familias o personas individuales, si vienen por un mes o para toda la vida... Cuidado, estamos hablando de un tema de una magnitud extraordinaria y lo que esperamos es que España y Euskadi estén a la altura. Hasta ahora hay muchos ofrecimientos.
Cuesta entender la tardanza de los Estados en actuar cuando las imágenes reflejan la urgencia del drama humanitario. ¿Está justificada?
-No. ¿Por qué todo se demora tanto? Menos reunioncitas y menos debates, que está todo ya muy hecho y muy dicho. Si se saben las cifras, lo que hay que hacer es el listado, saber de qué país y en qué condiciones van a venir para que las ONGs, que estamos preparando el nido y atendiendo a todos los ofrecimientos de particulares e instituciones, sepamos a qué atenernos.
¿El resurgimiento del racismo y la xenofobia hace que no sean buenos tiempos para los refugiados? Hay quienes dicen que ya convivimos con suficientes inmigrantes.
-Los refugiados son personas que temen por sus vidas, por motivos de guerras y gravísimas vulneraciones de derechos humanos, y que tienen derecho a una protección en todos los países europeos, incluidos los que no se la están dando. Esto es así y si no, cambiemos las convenciones y todos a casa. Si a ti te van a matar ¿qué haces, te quedas esperando a que te caiga la bomba encima o a que un francotirador te dispare? Tú te pones en camino, con documentación o sin ella, con hijos o sin ellos, con lo que puedas e intentas llegar a la tierra prometida. Si los refugiados se juegan la vida de esa manera tan dramática es porque no tienen otra alternativa para salir. No hay un visado humanitario. Por eso surgen también las mafias.
¿No hay manera de combatirlas?
-No sé si se ataca a las mafias. Yo lo que digo es que las mafias son posteriores a la necesidad. Si tú pones una patera en Plentzia para que embarque gente, por ejemplo, a Francia, ¿cuántos se van? ¿Por qué nos íbamos a escapar si vivimos bien y no nos matan? Luego, ¿por qué hay mafias? Porque hay necesidad y ellos se aprovechan de esto. Europa y España han mirado para otro lado en este conflicto y en otros muchos y ahora nos lamentamos porque están llamando a nuestras puertas.
Muchos ciudadanos quieren ayudar, pero no saben cómo. ¿Qué se puede hacer por estas personas?
-Necesitaremos lugares de acogida, dinero, juguetes, apoyo psicológico, mezquitas para que puedan hacer sus rezos, voluntarios para que les enseñen el idioma... Nos vamos a dirigir también a los bancos, que tendrán muchos pisos que han desahuciado y no saben qué hacer con ellos. Todo va a ser bien recibido, pero hay que decirle a la ciudadanía que este no es un programa de ellos, sino del Gobierno, que lo va a gestionar a través de las ONGs. Que no se preocupen, que no se les va a pedir que los acojan en sus casas. Al Gobierno le decimos que sea generoso con los medios económicos. Tienen que comer, vestir, nosotros tendremos que multiplicar el número de profesionales...
¿A dónde se deben dirigir quienes quieran tender su mano?
-A las ONGs, como la nuestra, o a los ayuntamientos, donde se han formado gabinetes de crisis. En cuanto el Gobierno central diga cuántos refugiados nos van a corresponder, podremos calcular cómo les vamos a redistribuir en función de los ofrecimientos que estamos recibiendo, que son innumerables. La ciudadanía se está volcando, es una ola de solidaridad impresionante.
Empezar de cero en otro país siempre es difícil. Hacerlo dejando atrás a familiares en pleno conflicto bélico lo será aún mucho más.
-No os lo podéis imaginar. En las condiciones en que va a venir este grupo vamos a tener que redoblar los servicios psicológicos y psiquiátricos. Luego vendrán las reagrupaciones familiares. Este es un tema mayúsculo. Por eso hemos pedido serenidad y cordura. Las emociones son muy importantes, pero tienen que dar paso a la sensatez, sobre todo porque vamos a trabajar con seres humanos muy vulnerables y en una situación extrema.