Loiu - El vuelo VY1467 de Vueling procedente del aeropuerto parisino de Orly tomó ayer tierra en Loiu a las 15.20 con un pasaje muy esperado, 40 de los 53 jóvenes vascos que viajaban en el autobús siniestrado el domingo en Lille (Francia). El reencuentro con las familias se produjo en la sala de recogida de equipajes del aeródromo vizcaíno, lejos de la nube de periodistas que aguardaba en la puerta de salida. Los abrazos, achuchones y besos de sus seres queridos sanaron por un momento las laceraciones y los huesos magullados que muchos se traen a casa como recuerdo de la pesadilla vivida bajo el túnel de Lille. Una pesadilla que, por escasos centímetros, se ha convertido en un auténtico milagro. En el milagro de las cortas vidas de este grupo de vascos -en su mayoría estudiantes de la UPV/EHU- que iba a pasar unos días a Amsterdam.

La emoción contenida de los familiares durante los minutos previos a la llegada se hizo añicos junto a la cinta de equipajes. Y las lágrimas y gestos cariño se abrieron paso en una escena que era la auténtica imagen de la felicidad. La felicidad del reencuentro, el alivio de saberse a salvo en casa, rostros cómplices que sin abrir la boca lo dicen todo. Padres e hijos cara a cara, como si fuera la primera vez.

“Nos hemos librado por los pelos”, dijo a la salida Maren Hernández (Durango, 19 años). Maren iba sentado junto a Oier en la fila seis del autobús y era de los pocos que permanecía despierto en el momento en que el puente (2,60 metros) seccionó por completo el techo del autocar. Iba en el asiento incorporado en el momento del impacto. “Sentí un fuerte golpe y después era todo polvo, oscuridad y hierros”. Al principio, señaló, “no sabía qué había pasado, no sabía que nos habíamos dado con un túnel, solo que teníamos algo encima, como una pared y que estaba muy oscuro”. Una vez comprobó que no tenía ninguna herida miró hacia su lado y “vi a mi amigo Oier que estaba sangrando de la cabeza... Lo único que me preocupaba era cortar la hemorragia, recuerdo que solo pedía kleenex a los demás”. Al final lo de Oier no reviste gravedad. Apenas una brecha con cinco puntos.

Según este estudiante de primero de Periodismo, él no perdió los nervios en ningún momento. De hecho, dijo, “en la parte delantera del autobús la gente estaba bastante calmada, ayudándose unos a otros. Atrás las cosas estaban peor, la movida gorda estaba allí”. Maren recuerda que tras lograr salir del vehículo siniestrado llegaron las ambulancias y “un ciudadano anónimo que estaba por ahí también nos ayudó a sacar gente y nos trajo mantas. Una pasada”. Se trata de un taxista francés, que habla castellano, y que fue clave en la organización del rescate en los minutos posteriores al brutal choque. Ayer, las familias de los jóvenes quisieron agradecer a este hombre su ayuda desinteresada.

Luego trasladaron a Maren junto a otro grupo de viajeros hasta el polideportivo donde pasaron la noche. Y fue entonces cuando encendió el móvil y vio las llamadas perdidas de su madre. “Le llamé y le dije que habíamos tenido un accidente, pero que estaba bien. Ella estaba llorando y bastante nerviosa, pero al oír mi voz creo que se calmó un poco”. Junto a él, su ama corrobora la versión de su hijo. “Ha vuelto a nacer”, suspiraba.

El domingo, el pánico se apoderó del hogar de Maren ya que el chaval no daba señales de vida. “Me enteré porque un amigo había oído en la tele la noticia y nos llamó”, relató ayer esta madre exultante. “Lo peor ha sido no saber exactamente lo que había pasado, si había heridos, si había muertos, y como no nos han informado nosotros hemos estado muy preocupados”. Según comentó esta durangarra, “él no podía llamarnos, han estado mucho tiempo incomunicados porque no tenían batería en el móvil, ni saldo, ya sabes cómo son los chavales con el dinero”. Igual a partir de este accidente Maren logra tener tarifa plana en el teléfono móvil. Pero con o sin minutos extras en el su smartphone, Maren es plenamente consciente de su suerte, sobre todo después de haber visto el amasijo de hierros en el que se convirtió el autobús tras ser engullido literalmente por el túnel. “Me han pasado algunas fotos y son flipantes. Joder, el techo nos ha pasado a escasos centímetros de la cabeza, hemos librado por los pelos. Nos ha pasado cerca, muy cerca”. Está claro, afirmaba ayer, que a partir de ahora “voy a celebrar mi cumpleaños dos veces al año”.

“Todos estábamos flipando” La sestaoarra Ainhoa Isla llegó ayer a Loiu con los sentimientos a flor de piel. Estaba visiblemente superada por el interés que ha despertado este drama veraniego con final feliz. “Ahora solo quiero descansar”, comentaba. “Estábamos flipando todos. No sabíamos qué había pasado ni nada y, poco a poco, te vas dando cuenta”. Al principio, explicó, “todos estábamos asustados y como queríamos volver a casa, no sé, estábamos agobiados, asustados, con ganas de saber algo y no sabíamos nada. No sabíamos cuánta gente estaba en el hospital, si estaban bien, si iban a volver con nosotros, si nos íbamos a casa o no”. Ella estaba en una escapada de chicas a la cuidad de los canales. Pero una de sus amigas no ha tenido tanta suerte el resto. Según comentó ayer Ainhoa, “una amiga de la cuadrilla con la que iba sigue ingresada en el hospital y no sabemos ni para cuánto tiene, ni nada, porque no hemos podido hablar con ella”. Es más, apuntó, “yo he intentado ir a verla al hospital pero no me dejaron”. Las únicas huellas que le quedan del accidente son una pequeña herida en la nariz y las ganas de volver a casa para estar con los suyos. “En estos momentos lo único en lo que puedo pensar es en la suerte que hemos tenido”, manifestaba.

Brazo en cabestrillo, Koldo recordaba a pie de aeropuerto cómo “iba dormido con el asiento recostado cuando noté el impacto y que el brazo me dolía...”. “Yo iba con los amigos a pasar una semanita a Amsterdam. Estaba dormido cuando el golpe me despertó, menos mal que tenía el asiento reclinado”, afirmó Iskander de Galdakao. Momentos antes del aterrizaje, Arantza, su ama, aguardaba expectante a fundirse en un abrazo con su hijo. “Los cinco amigos están bien, él tiene un rasguño en la cabeza, otro amigo en el labio, otro en la nariz...”, comentó. Según recordó ayer, Iskander llamó a las siete de la mañana “pero no me asusté porque esperaba su llamada para avisarnos de la llegada y la sorpresa fue que me dijo lo que había pasado”. “Le he visto que en la tele y tiene un rasponazo grande y también tiene algo en el hombro. Tengo muchas ganas de verle. Estaba nervioso pero me tranquilizó él a mi diciéndome lo que había pasado y que estuviera tranquila. Después puse las noticias”. Según esta ama, el momento de la llamada “fue lo mejor y también lo peor”. Koldo, Iskander, Ainhoa, Manen... cuatro jóvenes que han vuelto a la vida, cuatro historias en las que se unen tragedia y buena suerte. Otros 13 compañeros permanecen ingresados en el hospital a la espera de volver a encontrarse con los suyos. Según el último parte médico del hospital universitario de Lille, 13 jóvenes seguían ayer tarde ingresados, aunque fuera de peligro. Está previsto que seis de ellos abandonen el centro sanitario en las próximas horas. “Hay once personas, diez están en la planta segunda y una en reanimación. En los otros dos centros (del mismo complejo hospitalario) hay otras dos personas que son los que están un poquito más graves”, explicó ayer el viceconsejero de Salud, Guillermo Viñegra. Antonio Arraiza señaló que uno de los heridos graves “está mejorando, está consciente y en observación, evolucionando positivamente”.