Bilbao - “En Irlanda todo el mundo tiene el título de gaélico, pero el gaélico es muy poco utilizado”. El ejemplo lo trae a colación el presidente de Euskaltzaindia, Andrés Urrutia, para que nadie pierda de vista el fin último de aprender una lengua, que no es otro que hablarla, más allá de obtener una certificación oficial. “Si lo que queremos es un EGA que sirva de soporte a una lengua viva, es imprescindible que el panel de expertos que lo revisen tengan en cuenta no solo el alto número de suspensos, sino las destrezas lingüísticas que los alumnos tienen que demostrar para luego poder utilizar la lengua en su cotidianeidad. De lo contrario, el debate es un poco hueco”, considera y muestra la disposición de Euskaltzaindia, “como institución consultiva oficial”, a reflexionar sobre dicho título siempre que se tengan en cuenta “las circunstancias de naturaleza pedagógica y lingüística, de utilización posterior y conocimiento de la lengua, incluso de la propia calidad”.
El bajo índice de aprobados lo atribuye Urrutia a un cúmulo de factores, incluido “el propio proceso de aprendizaje, que prepara a los alumnos para una serie de cosas, pero no tanto para otras. A veces el teórico se prepara como algo más mecánico y luego en la prueba oral las destrezas lingüísticas suelen ser menores”, detalla.
La visión del EGA como “un título puramente instrumental” para acceder a determinados puestos, dice, no genera sino malestar. “Al final acaba siendo un título que deja insatisfechos tanto a los que se acercan a él como una puerta de acceso al mundo del euskera como a los que se aproximan simplemente por el título, que a veces ven frustradas sus expectativas. Es difícil contentar a todos, pero hay que buscar un equilibrio. Acreditar una s destrezas sí, pero si nos quedamos en eso, no contribuiremos a que la lengua sea algo vivo”. - A. Rodríguez