La simple picadura de una garrapata puede cambiar la vida de una persona si inocula la bacteria que causa la enfermedad de Lyme, un mal no letal pero que puede llegar a ser altamente incapacitante si no se ataja a tiempo y hacia el que los afectados reclaman atención porque el desconocimiento es precisamente su mayor enemigo. “Desprotegidos”, “dejados” y “abandonados”. Así describen su situación quienes padecen esta dolencia que es prácticamente desconocida en Euskadi donde existe, aunque su incidencia sea menor que en otros lugares del planeta como Estados Unidos o Canadá. A pesar de que se han llevado a cabo campañas preventivas, lo cierto es que las declaraciones entre sollozos de una de sus más célebres afectadas, la cantante Avril Lavigne, que tuvo que dejar los escenarios durante un año por los síntomas del Lyme, han contribuido a que el gran público conozca el calvario por el que pasan estos enfermos.
Lyme -que debe su nombre a la ciudad de Connecticut donde apareció el primer brote en 1977- es producida por la bacteria Borrelia Burgdorferi que transmiten las garrapatas tipo Ixodes Ricinus, una de las más de 800 especies de este arácnido, presente en Euskadi.
Si la garrapata está infectada con Borrelia -algo que sucede entre el 1% y el 10% de los casos- y la transmite al humano se desencadena la infección, cuyo cuadro de síntomas incluye dolores musculares y articulares, fatiga, fiebre, afectación visual, mareos, náuseas, problemas motrices, migrañas y un largo etcétera de males que dificultan seriamente el día a día de los afectados. Es el caso de Andrea Iglesias, una irunesa de 39 años que fue picada por una garrapata en una excursión a Huesca en 2007 y que desde entonces continúa en tratamiento con mayor o menor éxito.
Andrea relata que días después acudió a un centro de salud, donde le extirparon la garrapata, pero no le advirtieron de que podría haber sido infectada por Borrelia. En 2010, durante su primer embarazo, empezó a encontrarse “francamente mal”, pero las pruebas no revelaban “nada extraño” por lo que atribuyeron a su estado todos los padecimientos.
Sin embargo, después de dar a luz, la fatiga, las migrañas y los dolores musculares que la mantenían postrada en la cama por las tardes no remitieron. “Me hicieron ecografías, analíticas e incluso un TAC, pero no aparecía nada y cada vez me encontraba peor”, asegura. Es entonces cuando comenzó a investigar por su cuenta en Internet y se percató de que sus síntomas podrían ser un Lyme.
Una muestra de sangre que mandó analizar a un laboratorio de Alemania confirmó el diagnóstico con lo que acudió a su médico de cabecera, que desconocía la enfermedad. En la actualidad los síntomas han remitido considerablemente gracias al tratamiento antibiótico al que se somete y el seguimiento de la enfermedad que le hacen desde Bélgica. “Lo más duro --reconoce- es el periplo hasta saber qué es lo que tienes, porque muchos médicos parece que no te toman en serio”. De hecho muchos afectados con Lyme crónico deben enfrentarse a diagnósticos erróneos como fatiga crónica (es el caso de Avril Lavinge), esclerosis múltiple, párkinson o incluso enfermedad mental.
La “gran imitadora” Según explica Pedro Anda, del Centro Nacional de Microbiología, perteneciente al Instituto de Salud Carlos III, lo único “típico y exclusivo” que puede dar pistas en estos casos es el cerco rojo que aparece alrededor de la picadura de la garrapata. “El resto de afecciones es común a muchas enfermedades”, asegura Anda, quien remarca que la Borrelia es conocida como la “gran imitadora” de otras dolencias.
En el 60% de los casos la picadura pasa desapercibida y, ante la aparición de las complicaciones, muchos pacientes no trasladan esta información al médico porque no la relacionan con lo que les sucede. La clave para que la bacteria no cronifique es un diagnóstico temprano y un tratamiento con antibiótico, afirma Anda. A la hora de “quitar la garrapata del cuerpo nada de gasolina, ni cigarros, ni aceite, como dicta la creencia popular, y menos aún aplastarla con la mano porque se acelera el trasvase de las bacterias”, advierte Anda. “La manera eficaz de extirparla es con una pinza e ir tirando suavemente hasta extraer todo el cuerpo” y posteriormente “no tirarla sino llevarla a un laboratorio para que analice si contiene Borrelia”, concluye.