llegó en patera desde Malí con 16 años y hoy es jefe de producción de uno de los mejores restaurantes del mundo. Se encarga de examinar a conciencia todos los productos que recibe el restaurante Mugaritz, antes de enviarlos a la cocina. Trabajador exigente y curtido en el oficio, Almamy es también un tipo bondadoso que sonríe con sus ojos enormes cuando se le pregunta por todo ello. Sonríe, a pesar de las prisas que hay en el restaurante. El joven, que ya ha cumplido 25 años, se limpia las manos y sale al exterior del caserío, a contar su historia entre robles centenarios. “Salí de Malí en patera y me pasé cuatro días en el mar sin saber nadar. Llegué a Las Palmas. Estuve en un centro para menores, pero el problema es que con 18 años te vas a la calle, como me ocurrió. Fue entonces cuando la Fundación Raíces me dio la posibilidad de comenzar a trabajar en Madrid, y la verdad es que gracias a ellos estoy en Mugaritz. Y gracias a Susana, que es como mi madre”. Ella, que le acompaña, le mira y se le empaña la mirada.
El de Almamy no es un caso aislado. En la actualidad, casi sesenta jóvenes extranjeros que vivieron en su día una penosa travesía como la suya trabajan en una treintena de restaurantes repartidos por todo el Estado. Todo ello gracias a un proyecto de acogida que nació en Gipuzkoa. El programa Cocina Conciencia comenzó a gestarse en Donostia, en 2010, a raíz de un reportaje de Cristina Jolonch, periodista de La Vanguardia especializada en gastronomía.
En aquella ocasión el motivo de la visita era bien distinto. Le encomendaron recorrer todo el Estado para retratar la situación en la que vivían los menores extranjeros no acompañados. “Nuestra primera parada fue Donostia. Fue entonces cuando conocí a Lhoussaine, un chico marroquí que vivía en la calle tras ser expulsado del sistema de protección”, rememora la catalana. Para realizar aquel trabajo, Jolonch viajó con el fotoperiodista Samuel Aranda, galardonado con el World Press Photo de 2011 por una instantánea sobre una madre que consuela a su hijo herido en el conflicto de Yemen. El proyecto que estaban a punto de alumbrar también iba a tener mucho de acompañamiento y consuelo. Después de realizar el reportaje, Jolonch regresó al hotel. La periodista acabó su jornada laboral hecha polvo, abatida. El chico, que había cruzado El Estrecho y se sentía solo y sin apoyos, le había pedido una oportunidad laboral. “Yo le dije que por mi profesión conocía muchos restaurantes, y que lo iba a intentar”.
Nueva vida por Lhoussaine
Es a partir de aquí cuando interviene otra persona determinante en esta historia. Es hora de presentarla. Susana Nieto, mano derecha de Andoni Luis Aduriz, recibió una llamada de teléfono esa misma noche. Era su amiga Cristina. “Acabo de entrevistar a un chico en una difícil situación. ¿No le podéis ofrecer algo?”. Fiel a su determinación, “el alma” del restaurante Mugaritz se dirigió de inmediato al chef. “Fui como un perrito mojado”, sonríe al recordarlo. Y el gesto no tardó en llegar. “Siempre me dice que soy una amante de las causas perdidas, pero la verdad es que él es peor que yo. No se lo pensó dos veces y me dijo que le haríamos un contrato en prácticas. Lo mío no ha sido tan importante, pero él sí que fue clave. Decía que no se trataba de dar una ayuda sin más, sino que lo que hacía falta era formación”. Y así, ese mismo día, Lhoussaine iniciaba una nueva vida.
La mujer recuerda aquel primer día en el que el chaval se acercó al restaurante “cohibido, mirando hacia abajo”, en compañía de miembros de SOS Racismo. Se sentía raro. Acostumbrado a los malos modos en la recogida de fresas en Almería, no comprendía que se le tratara con cariño. “Fue aprendiendo a una velocidad impresionante. Estuvo con nosotros tres años, pero siempre decía que echaba de menos a su familia. Después de ese tiempo regresó a Marruecos”.
Lhoussaine, que en la actualidad trabaja en un restaurante de Barcelona, fue la chispa que prendió la mecha solidaria. “Al cabo de unos días -cuenta Jolonch- el chef Ramón Freixa acogió a otro menor en su restaurante de Madrid”. Comenzaba a extenderse la solidaridad en una época muy complicada para los menores.
Se despertó entonces el interés de la periodista catalana por el abogado Nacho de la Mata, que lideraba desde la Fundación Raíces un proyecto jurídico en defensa de la infancia cuando sus derechos eran vulnerados por la Administración española. “Era un hombre increíble, jamás he conocido a una persona igual”, relata. Este letrado se involucró hasta límites insospechados. “Fue el abogado que consiguió que en España no volvieran a repatriarse más menores de madrugada. Incluso logró detener un avión cinco minutos antes de una expulsión. Quedé para cenar con él y con su mujer, Lourdes Reyzabal. Los dos trabajaban mano a mano en la fundación. Yo les conté lo que había vivido, y así nació el programa”, cuenta.
Cocineros de renombre
De la Mata fallecería dos años después tras batallar contra un tumor cerebral, y su mujer preside actualmente la fundación, cuya labor tanto agradece el actual jefe de producción de Mugaritz. “Por ley, los menores tienen derecho a ser atendidos en los centros de acogida hasta los 21 años, pero la realidad es muy distinta. Sigo manteniendo contacto con algunos de los chicos que llegaron en la patera conmigo, y muchos sufrieron penalidades por falta de apoyo de la administración”, dice Almamy.
Los chicos acogidos en el programa proceden de países como Malí, Senegal, Costa de Marfil, Guinea Conakry, Gambia, Ghana o Marruecos. Todos ellos atraviesan una etapa de su vida muy vulnerable, y necesitan un referente. Quedan desamparados, sin referencias ni acompañamiento. Para dar respuesta a esas carencias nació Cocina conciencia. “Pero esto no es una empresa de trabajo temporal”, tercia Susana. “Va mucho más allá. No es darles un trabajo sin más, sino adoptarles en casa”, detalla.
La periodista catalana abunda en esa misma dirección. “No es un proyecto de inserción laboral. El mérito de la generosidad lo tienen tantos cocineros que se han involucrado para que exista también una inserción social con estos chavales. La idea es que en cada casa, el chef o algún otro miembro del restaurante se convierta en el referente que no han tenido estos chicos durante su dura experiencia migratoria”.
Andoni Luis Aduriz fue el primero, pero le han seguido un sinfín de cocineros: Paco Pérez, Ramón Freixa, Quique Dacosta, Albert Adrià, Sacha Hormaechea... La periodista catalana habla en especial de Aitor Arregi, del restaurante Elkano de Getaria. “Es una persona extraordinaria. Estaba emocionadísimo cuando se hizo cargo del chaval. Aitor es un ejemplo clarísimo del espíritu de este programa”, resalta. La periodista recuerda algunos momentos “especiales” desde que se gestó el proyecto, como los comienzos de Bilal, inmigrante sin recursos que comenzó a trabajar con el repostero Albert Adriá, hermano de Ferran. “Tras mostrar un afán de superación impresionante, el joven trabaja ahora como jefe de partida. Recuerdo cuando nos dijo: Yo en la vida solo necesito una oportunidad. Lo decía con una sonrisa, y muy seguro de lo que decía. Desde entonces no ha hecho más que aportar trabajo y humildad”.