Iruñea - Fátima Djarra Sani, natural de Guinea Bissau, tenía tan solo cuatro años cuando le fueron extirpados el clítoris y los labios menores de la vagina. Hasta hace poco nadie conocía su historia; no era más que un rostro anónimo entre las más de 140 millones de mujeres en el mundo que han sido víctimas de una mutilación genital. Lo extraordinario en ella es que, ya afincada en España, convirtió la denuncia de esta vulneración de derechos en su lucha. Ayer presentó en Iruñea Indomable. De la mutilación a la vida, un libro con el que pretende hacer llegar a la gente “la realidad de las mujeres africanas”.
Djarra reconoció en la presentación que “nunca pensó en escribir un libro”, pero no pudo resistirse cuando en 2014 una periodista le planteó la posibilidad. El proceso de escritura, en el que Djarra contó con la ayuda del escritor vasco Gorka Moreno, no ha sido fácil: “Hay cosas que nunca he hablado, y para mí ha sido como una terapia. Pasamos horas hablando, riendo, llorando...”
Según Djarra, el principal problema es que la ablación está justificada por los “mitos que hay dentro de la cultura y la tradición africanas”. La activista, musulmana practicante, desmintió que en el Corán exista alguna referencia a esta práctica. De hecho, una de sus misiones principales es informar y sensibilizar a las mujeres, desinformadas y con prejuicios equivocados, porque en el sistema patriarcal africano éstas no estudian el libro sagrado.
Su foco de acción se centra en la comunidad africana residente en el Estado, y específicamente las más de 50.000 personas que provienen de la zona subsahariana. En esta comunidad hay, al menos, 17.000 niñas que, en opinión de Djarra, se encuentran “en riesgo de ser mutiladas”. La activista guineana es consciente de que el proceso de sensibilización es lento. “No podemos acabar con una práctica ancestral de un día para otro”, sentenció,
Tanto es así que cuando comenzó en 2008 a trabajar para Médicos del Mundo Navarra impartiendo talleres de prevención sobre la ablación en el Estado, se encontró con una situación “difícil”, porque la veían “como un bicho raro, que traicionaba la cultura y a las mujeres africanas”.