AJosetxo Zalba, bilbaíno de 68 años, le cambió la vida hace justo ahora un año. Con un Parkinson galopante, realizar cualquier tarea nimia era una odisea porque los temblores se apoderaban de él. “A pesar de que tomaba bastante medicación, tenía que sujetar la taza de café con las dos manos porque se me caía, escribir era un poema, estaba en una reunión y no sabía donde meter las manos de lo que me temblaban, no podía hacer nada...”, rememora este comercial bautizado en Begoña pero vecino de Iruñea hace ya tres décadas por amor. Sin embargo una intervención quirúrgica le ha permitido recuperar el control de su vida y ser un hombre nuevo.
Zalba no se quiso resignar a vivir con los temblores del Parkinson, con la lentitud de movimientos y la torpeza característica de una enfermedad que le habían diagnosticado hacía 11 años y que limitaba su vida por completo. Fue un 23 de junio de 2014 cuando Josetxo Zalba entró al quirófano.
El doctor Jorge Guridi, neurocirujano de la Clínica Universidad de Navarra, colocó en su cerebro dos electrodos para conectarlos a un electroestimulador que implantó a la altura de su clavícula de forma subcutánea. La intervención se hizo en una operación en la que el paciente estuvo despierto en todo momento. Zalba, bilbaíno de pro, que sigue compartiendo juergas y comidas con su cuadrilla de siempre en un txoko de García Rivero y sigue visitando periódicamente la Villa, no le da, sin embargo, mayor importancia a su operación de seis horas. Y eso que no fue fácil. “Estuve todo el rato consciente, me pusieron una corona metálica en la cabeza para asegurar que los electrodos fueran directamente a las dianas, como llaman ellos”. “Los tornillos de la corona me hacían daño porque se incrustaban en la piel, me levantaron el cuero cabelludo y me hicieron la perforación para meter los electrodos. Notaba cómo me estaban taladrando el cráneo”, relata con frialdad Zalba.
Quizá sus intervenciones anteriores para solucionar varias hernias discales le habían curado de espanto. “Como ya arrastraba el lastre de las hernias discales que me causaron mucho dolor y no me permitían ni tenerme en pie, pensé que esto no podría ser peor”, comenta con escepticismo desde su condición de jubilado activo. Y a los 7 días, nueva operación, ya dormido, para conectarle los electrodos y colocar una pila que ajustase los impulsos.
vivir sin temblor Ahora reconoce que se le quitado el baile de San Vito en las manos y que es capaz de realizar trabajos de precisión como poner pilas a un reloj, pero admite que la marcha, el caminar, es lo que lleva peor. “No es que ande mal, es que ando lento, aunque también se debe al efecto de las operaciones anteriores”, aclara.
El artífice del éxito de esta intervención ha sido el doctor Jorge Guridi, responsable del departamento de Neurología de la Clínica Universidad de Navarra, que le ha implantado el dispositivo que ofrece los impulsos eléctricos que Josetxo necesita para vivir sin temblor. El neurocirujano es el alma mater de esta técnica en España, que ya ha practicado en más de 500 ocasiones.
La estimulación cerebral profunda permite ”bloquear un patrón de actividad neuronal alterado”. Frenando la actividad de neuronas que no se comportan como deberían se puede actuar por ejemplo frente a los signos de dolencias como el Parkinson. Y es que este procedimiento resulta un tratamiento eficaz para los casos más avanzados de Parkinson, una enfermedad neurodegenerativa cuya principal característica es la muerte progresiva de neuronas en una parte del cerebro denominada sustancia negra pars compacta.
Zalba había consultado su problema con varios neurólogos de la Seguridad Social y ya estaba desesperado porque a pesar de tener una medicación muy exhaustiva, cada vez le hacía menos efecto. Además ya se había llevado algún susto y una vez a punto estuvo de sufrir un accidente de tráfico. “No entendía que en el siglo XXI no hubiera ninguna alternativa para solucionar mi Parkinson. A través de internet y reportajes de televisión me enteré que había gente que se trataba con esta intervención. Se lo planteé a la neuróloga que al principio fue algo escéptica porque creía que podía generar algunos riesgos, pero yo quise jugármela porque la enfermedad estaba en una fase muy alta”, aclara.
el tic-tac del reloj “El efecto de la pastillas era a muy corto plazo y muy discontinuo porque llega un momento en que la acción del tratamiento deja de ser efectiva y tienes que buscar otras opciones”, argumenta. Además, el tiempo corría en su contra ya que los 70 años era el límite máximo para someterse a esta intervención. Zalba vio que el reloj avanzaba e insistió e insistió hasta que lo consiguió .
“Tras pasar una serie de test para detectar si era un buen candidato a este procedimiento, mi neuróloga me derivó a la Clínica Universitaria de Navarra porque en Iruñea no hacían esto en la Seguridad Social aunque quiero aclarar que en otros lugares sí lo hacen”, especifica.
A este bilbaíno no le preocuparon en absoluto los problemas que podría acarrear la intervención porque se había informado y le constaba que el doctor Guridi era un profesional muy cualificado. “Me hicieron un estudio para ver el grado de mi enfermedad, observaron cómo estaba sin medicación y fijaron la fecha de la operación para el 23 de junio de 2014”. “La primera parte fue con anestesia local y ya con anestesia total me conectaron los electrodos a una pila subcutánea en la parte superior del pecho izquierdo y me programan los electrodos a una frecuencia determinada”, explica gráficamente Zalba.
Cuando salió de la clínica ya estaba perfecto. Aclara que su vida ha dado un vuelco de 180º aunque es consciente que la operación ha frenado sus síntomas, pero no ha curado el Parkinson. “Antes, el sujetar el taladro era un triunfo y ahora puedo hacer cualquier cosa, no tengo problemas”, revela encantado.