Siete días después pocos misterios quedan por aclarar en el accidente del A320 de Germanwings en los Alpes franceses, después de que, tras una investigación rápida y transparente, la grabación contenida en la primera caja negra apuntara a un suicidio del copiloto como la única hipótesis de la investigación. Los investigadores continúan buscando la segunda caja negra, la que contiene los datos del vuelo, pero los expertos consideran que poco va a aportar a la explicación de la tragedia que se cobró la vida de los 150 ocupantes.
A las 10.00 de la mañana del martes 24 de marzo, y con media hora de retraso, el vuelo GWI9525 de la compañía alemana Germanwings despega del aeropuerto de Barcelona en dirección a Düsseldorf. Durante las primera media hora de vuelo todo parece normal. Piloto y copiloto charlan de forma distendida y relajada en la cabina del Airbus A320-211. El avión alcanza la altitud de crucero a 38.000 pies (11,5 kilómetros) y mantiene el último contacto con el control aéreo en tierra. A las 10.31 el piloto decide ir al baño ya que no le había dado tiempo en Barcelona. El copiloto, Andreas Lubitz, se queda solo y el avión comienza a descender, haciendo además caso omiso a los controladores de Marsella que le advierten del brusco descenso. Ante el silencio del avión, la torre de control lanza una señal de alerta y envían un caza para alcanzar el aparato. En la aeronave, el piloto trata desesperadamente de acceder al interior de la cabina: “Por el amor de Dios abre la maldita puerta”, grita una y otra vez Patrick Sondenheimer mientras intenta sin éxito derribar la puerta. A las 10.41 horas, el A320 se estrella contra el macizo de los Trois Evêchés. No hay supervivientes.
Tal y como había prometido minutos después de la tragedia el presidente François Hollande, Francia no escatima esfuerzos para buscar las causas del accidente y recuperar los cadáveres pese a ser lo complicado del terreno. Los investigadores recuperan la grabación sonora de la cabina del avión mientras no se explican qué pudo suceder. Veinticuatro horas después del accidente solo se descarta la explosión en pleno vuelo. “No tenemos la menor explicación del motivo que llevó al avión a descender ni por qué este no respondió a los intentos de contacto de los controladores aéreos”, reconocía el director de la oficina responsable de la investigación (BEA), Rémi Jouty. “La curva de la trayectoria es compatible con la de un avión controlado por pilotos, con la excepción de que no imaginamos qué pilotos puedan conscientemente enviar un avión hacia la montaña”, explicaba.
En la madrugada del 26 de marzo, la web del diario The New York Times lanza la bomba: el accidente fue provocado. Horas después, el fiscal de Marsella, Brice Robin, comparece ante la prensa y relata con pelos y señales todo lo que ocurrió en el interior del GWI9525. No sólo confirma la noticia del diario norteamericano sino que añade muchos más detalles. Andreas Lubitz, alemán de 27 años y copiloto del Airbus A320, hizo colisionar el aparato de forma voluntaria aunque sin aparentes razones terroristas. El relato de lo sucedido, que apunta hacia un hipotético desequilibrio psicológico del copiloto, estremece a todo el mundo. El presidente de la operadora germana, Carsten Spohr, asegura que Lubitz era “cien por cien apto” para trabajar y su actitud, “impecable”. “Ni en nuestras peores pesadillas podíamos imaginar algo así”, se lamentaba.
La Fiscalía federal de Düsseldorf revela que Andreas Lubitz rompió una baja médica prescrita para el día en que provocó el accidente y le ocultó su enfermedad a la aerolínea Germanwings. “Se aprehendieron documentos médicos que apuntan a una enfermedad y su correspondiente tratamiento médico”, entre ellos “bajas médicas, actuales e incluso vigentes para el día de los hechos, hechas pedazos”, describe la Fiscalía. Los investigadores consideran que el copiloto trató de esta manera de “ocultar su enfermedad a su empleador y su entorno profesional”. La Fiscalía no dio cuenta de qué tipo de enfermedad aquejaba a Andreas Lubitz.
El análisis del contenido de la cajas desvela que Lubitz provocó el siniestro de forma aparentemente voluntaria ya que bloqueó la puerta al comandante, que había salido, y accionó deliberadamente el sistema de descenso. De hecho, la investigación, que se abrió inicialmente como homicidio involuntario, se dirigió después hacia si fue un acto supuestamente deliberado. Una mujer que dice haber sido novia del copiloto asegura que estaba en tratamiento psiquiátrico y que más de una vez le había dicho que haría algo por lo que todo el mundo le conocería.
Según la prensa alemana, la pareja del copiloto, una profesora de inglés y matemáticas, estaba supuestamente embarazada. Se revela además que Lubitz padecía problemas de visión.
La fiscalía alemana revela que el copiloto había recibió tratamiento psiquiátrico durante un largo periodo de tiempo por tendencias suicidas antes de comenzar su carrera como piloto.