bilbao - Antonio Gancedo personifica la crónica de medio siglo de sufrimiento. Hace más de cinco décadas, la talidomida arruinó la vida de miles de familias provocando graves malformaciones en sus bebés. Ahora, estas víctimas siguen luchando y necesitan más ayudas que nunca porque con los años los problemas físicos convierten sus vidas en un calvario. El documental 50 años de vergüenza, que hoy se estrena en Bilbao, narra su batalla para conseguir reparación moral y económica, después de haber sido ocultadas por la dictadura y olvidadas por la democracia.

La discapacidad de Antonio Gancedo, tinerfeño emigrado a Euskadi hace casi diez años y actual vecino de Igorre, no es casual. A sus 56 años, es víctima del fármaco que su madre tomó en 1958 para paliar las náuseas del embarazo, pero que acabó provocándole malformaciones. “Me falta la mano izquierda, tengo una escoliosis muy pronunciada que me obliga a ir con muleta. Ahora tengo afectadas todas las articulaciones porque están muy desgastadas, funciono a base de calmantes porque tengo dolores permanentes, cada vez ando peor y la mano que tengo cada vez tiene más artrosis...”, se queja uno de los 4 afectados por talidomida en Bizkaia, que en Gipuzkoa suma 8 damnificados.

“Durante 50 años nos han tenido ocultos y abandonados y hemos salido adelante, pero nunca hemos dado esta batalla por perdida”. La asociación Avite que aglutina a numerosos afectados ha recurrido al Supremo la decisión de la Audiencia de Madrid de anular el pago de una indemnización de 20.000 euros a cada perjudicado, con la que un juzgado condenó en noviembre a la farmacéutica Grünenthal. Y no están dispuestos a tirar la toalla. “Siempre hay algo que hacer, además si no lo movemos nosotros nunca llegaremos a ningún lado”, resalta.

Gancedo asegura que la administración les ha dado la espalda a pesar de promover una ley que les ha permitido jubilarse a los 56 años, posibilidad a la que él se ha acogido después de trabajar muchos años como informático. “Ahora la reparación económica es más urgente que nunca porque a medida nos hacemos mayores, necesitamos más ayudas”, explica. Víctimas de una flagrante injusticia, Antonio sufrió también la culpabilidad de sus padres. “Ellos habían sido engañados pero se sentían muy mal”, admite.

Ana Salar, uno de los directores del documental 50 años de vergüenza, afirma que el objetivo de este trabajo que hoy se puede ver en la capital vizcaína es que la gente conozca este drama. “Nos parecía increíble que fuera tan desconocido un tema tan grave y que había tenido repercusión en todo el mundo, y por eso hemos contado la historia.”

Una historia que dista mucho de estar dormida. Ayer mismo, la Fiscalía del Estado se comprometió a intervenir en el recurso planteado ante el Tribunal Supremo y en las futuras demandas contra el laboratorio que comercializó el fármaco. “Si se consigue ganar el recurso la sentencia será favorable y el laboratorio tendrá que pagar el daño”, afirmó el presidente de Avite, José Riquelme. La Fiscalía entiende que estas personas deben ser resarcidas, sobre todo porque la propia farmacéutica en agosto de 2012 reconoció públicamente su responsabilidad sin acompañarla de ninguna indemnización.