SANTIAGO DE COMPOSTELA. Castiñeiras, que prestó durante años sus servicios a la Catedral de Santiago en calidad de autónomo, ha contado en la segunda sesión del juicio oral, en la que únicamente contestó durante siete minutos a las preguntas de su abogada, que en el templo le "pagaban en mano", siempre en efectivo, y el dinero lo llevaba a su domicilio.
Ha indicado que a veces le daba parte a "gente necesitada".
Este operario, que no quiso contestar a las preguntas del Ministerio Público ni de la acusación particular, que ejerce la Iglesia, ha sido escueto incluso al responder a su letrada, Carmen Ventoso, porque ha dicho no encontrarse bien.
Aunque sucinto, en sus explicaciones ha manifestado que nunca vio el Códice Calixtino, un valioso manuscrito del siglo XII que un año después de su robo, cometido en 2011, apareció en un garaje del que Manuel Fernández Castiñeiras es dueño, envuelto en papel de periódico.
El electricista ha relatado que se sintió presionado por el juez instructor José Antonio Vázquez Taín y ha comentado que no recuerda su confesión, pero sí que fue amenazado con que si no hablaba su mujer y su hijo entrarían en prisión.
A Manuel Fernández Castiñeiras se le ha mostrado lo que declaró ante Vázquez Taín para hacerle ver las diferencias entre lo expresado durante esta jornada y la versión que dio entonces y hoy no recuerda.