Euskadi es verde y no solo por sus montañas y paisajes de ensueño. Desde 1999, las empresas vascas llevan trabajando los preceptos del ecodiseño, un concepto cuyo fin es diseñar productos más ecológicos durante todo su ciclo de vida. Quince años más tarde toca hacer balance y los resultados, según José María Fernández, responsable de proyectos de Ecodiseño en Ihobe, Sociedad Pública de Gestión Ambiental del Gobierno Vasco, no dejan lugar a dudas: con solo un 5% de la población, Euskadi posee el 47% de las empresas certificadas en ecodiseño del Estado. “Ostentamos una posición de liderazgo en el ámbito del ecodiseño”, asegura.
Todo comenzó como un pequeño proyecto piloto. “Empezamos a trabajar el ecodiseño a raíz de una demanda industrial y poco a poco se ha ido extendiendo”, explica Fernández. En la actualidad, 156 empresas vascas diseñan sus productos en base a estos preceptos. Es más, Euskadi posee el 6% de todas las Declaraciones Ambientales de Producto (EPDs) que existen en el mundo. “Estamos incluso por encima de muchos países de Europa como Reino Unido o Alemania”.
Eficiencia, imagen, reputación. Fuera aparte de los beneficios para el medio ambiente, el ecodiseño también genera ventajas a nivel gerencial para las empresas que lo practican. “El habernos adelantado a las nuevas exigencias nos ha permitido ser más competitivos y alcanzar una situación de privilegio”, subraya, pero sobre todo, Fernández destaca que el ecodiseño ha facilitado a las empresas vascas acceder a nuevos mercados y reforzarse en los ya presentes. “Países del norte de Europa como Suecia valoran mucho las consideraciones medio ambientales y el ecodiseño es nuestra vía para acceder a ellos”.
Como filosofía, el ecodiseño es aplicable a cualquier sector. Sin embargo, Fernández observa que son el sector del transporte y el de equipos electrónicos en los que, tradicionalmente, se han aplicado más estas metodologías. “En ambos productos el 80% de su impacto ambiental total se produce durante su etapa de uso y eso deja mucho margen de mejora”. Aunque en el caso de Euskadi, Fernández también afirma que el sector mobiliario y de la construcción también ha conseguido grandes avances en ecodiseño, como es el caso de Egoin, dedicada a la integración de la ingeniería, la fabricación, la logística y el montaje de estructuras de madera.
“Ha llegado el momento de hacer las cosas de otra manera”, opina Unai Gorroño, responsable comercial de esta empresa familiar vizcaína que tiene el ecodiseño integrado desde sus orígenes. “Nuestro negocio depende del sector primario y, si no buscamos una sostenibilidad, a la larga nuestra materia prima se acabará”.
Del ladrillo a la madera Además, el sector de la construcción tiene una de las principales tasas de emisión de gases de efecto invernadero. Hormigón y ladrillos. Esos son dos de los materiales más utilizados para la construcción de estructuras residenciales y esos son, también, de los que más CO2 producen. “En cambio, el impacto ambiental de la madera es mucho menor y nuestra competitividad, mayor”, asegura Gorroño.
Según el estudio Madera y cambio climático realizado por el Gobierno Vasco, durante el periodo 2008-2012 la mitigación de emisiones asociadas al empleo de madera se sitúa entre las 60.000 y las 300.000 toneladas CO2, lo equivalente a las emisiones anuales asociadas a un municipio de entre 12.000 y 60.000 habitantes.
Pero el ecodiseño de Egoin no se limita únicamente a la materia prima. “Tratamos de diseñar edificios lo más eficientes posibles minimizando al máximo su demanda energética”. Ello se plasma en estructuras que sean capaces de minimizar la demanda de aire caliente y de calefacción. “Hasta ahora no se han cuestionado las formas de hacer, pero ha llegado el momento de buscar alternativas”. Para él, esa alternativa no es otra que la madera. Aunque también hay otra cosa que tiene muy claro: “El ecodiseño es fundamental y en un futuro será la única solución que se dé en la construcción”.
Tener cierto grado de libertad en el diseño del producto es el único requisito. Según Rubén Carnerero, perteneciente a la primera promoción del Aula de Ecodiseño de la UPV/EHU y, en la actualidad, director de una las dos entidades en el País Vasco que cuenta con personal para verificar EPDs, el grupo IK-Ingenieria, en el ecodiseño prima utilizar el medio ambiente desde una perspectiva objetiva, técnica y de mejora del producto. “Si ponemos el factor ecológico por encima del resto, incurriremos en el típico error de que un producto ecológico es malo”.
A día de hoy, la única traba que ve Carnerero a la hora de aplicar preceptos de ecodiseño es el cambio de mentalidad. “Todo lo que suponga modificar el día a día de una empresa le va a suponer una traba debido a su inercia a la hora de realizar el trabajo”. Por lo demás, asegura que merece la pena. “Las empresas que no aplican estas prácticas es o bien por desconocimiento, o bien por la cuantificación”. Debido a este último punto, en el ecodiseño siempre ha primado la economización, el ahorro y la eficiencia de los productos. “Para atraer a las empresas hay que hablar de beneficios, no de mejoras ambientales”.
El diseño del futuro Pero lo que ahora se ve como un factor de competitividad poco a poco se va plasmando en la legislación. Según Carnerero, las principales estrategias europeas tratan de evitar “el usar y tirar” continuo que se está dando en la actualidad. “Eso va a hacer cambiar el modelo de negocio de muchas empresa”. Es más, a día de hoy, la Directiva Europea de Ecodiseño está articulando una reglamentación de obligado cumplimiento para el mercado de la Comunidad Europea. Por tanto, muchos productos y fabricantes, sobre todo relacionados con la energía, tendrán que cumplir criterios de diseño ecológico.
El ecodiseño no es una moda. “Ahora puedes emplearlo en tu beneficio para diferenciarte de la competencia, pero más adelante va a llegar como normativa obligatoria”, asegura Carnerero. Es más, según el estudio 15 años de ecodiseño en el País Vasco, el 49% de las empresas opinan que los requisitos medio ambientales van a aumentar en los próximos tres años. Los datos son concluyentes: en Euskadi el mensaje ha calado. En palabras de Carnerero, “no hay vuelta atrás”.