VITORIA - Al Papa Francisco no le ha temblado la mano a la hora de ordenar el arresto domiciliario de un exnuncio acusado de pederastia. Tampoco al destituir a un arzobispo o al coger el teléfono para llamar al joven que denunció a los sacerdotes detenidos en Granada. “Benedicto XVI marcó ya unas líneas muy claras en todo lo referente a los abusos, pero es verdad que Francisco ha levantado la voz con fuerza y ha tomado decisiones que muestran una determinación muy firme”, rubrica Luis María Goicoechea, delegado para la Atención al clero en la Diócesis de Gasteiz. “Tanto para los que nos sentimos parte de la Iglesia como para quienes nos observan desde muy diferentes ángulos, Francisco quiere mostrar que por parte de la Iglesia no solo no habrá obstáculos para llegar a la verdad y a la justicia, sino que habrá una estrecha colaboración. Disipar estas dudas es importante para todos, especialmente para las víctimas”, afirma. Y sus palabras cobran especial relevancia después de que se haya denunciado otro supuesto caso de abusos en Tarragona, a raíz de hacerse público el de Granada.

“La verdad es la verdad y no debemos esconderla”, declaró el Papa hace unos días en alusión a los presuntos abusos que motivaron la detención de tres sacerdotes y un profesor de Religión. “Esa frase refuerza una tendencia, sostenida en el tiempo, que Francisco alentó desde sus palabras y gestos iniciales. Por lo delicado del tema de los abusos, la nitidez de sus palabras adquieren una fuerza y resonancia mayor. También porque cuestionan cualquier posición eclesial que no se atreva, o no quiera, hacer sitio a la verdad”, analiza Goicoechea.

Para el vicario general de la Diócesis de Bilbao, Ángel María Unzueta, declaraciones como la anteriormente citada “y otras muchas de Francisco aportan, sin duda, autenticidad y credibilidad a la acción de la Iglesia”. “Los casos de pederastia son una lacra, que empaña la vida de la Iglesia, tan rica y loable en tantos ámbitos que apenas obtienen eco mediático”, lamenta Unzueta, quien acto seguido confirma que el actual pontífice “sigue y refuerza la línea trazada por su antecesor”.

De su misma opinión es Rafael Hernández Urigüen, capellán y docente de la Universidad de Navarra, para quien Francisco ha tomado las riendas de una cruzada iniciada años atrás. “Ya Juan Pablo II llamó a los obispos norteamericanos a Roma para exigirles acciones concretas contra los abusadores. Las intervenciones de Benedicto XVI fueron constantes y hay datos de los 400 sacerdotes apartados del ministerio durante sus dos primeros años de pontificado, y las medidas concretas para pedir perdón e indemnizar a las víctimas. El Papa Francisco -explica Hernández- culmina este proceso y sus últimos gestos, como todos los suyos, suponen un testimonio de particular fuerza y acelerarán, sin duda, el proceso de regeneración eclesial que con la ayuda de Dios se ha propuesto”. - Arantza Rodríguez