cuando se huele ya el turrón navideño, llegan los vendavales de componente sur con su pase de la paloma y vemos el anuncio, lacrimógeno este año, de la lotería de Navidad, es hora de presentar los presupuestos de los diferentes gobiernos. Es el momento más importante del curso, es donde se definen las estrategias para el ejercicio siguiente y dependiendo de las circunstancias socio-político-económicas del momento, se establecen los principales criterios a seguir.
En Euskadi estamos de enhorabuena. Después de unos presupuestos de guerra a los que el parón económico obligaba y que hacía sufrir e incluso desesperanzar a una sociedad asustada, por fin tenemos un buen incremento de los mismos. Dispondremos de un 4% más de presupuesto respecto al año pasado para seguir desarrollando el país, una muy buena noticia.
Según todos los estudios y análisis sociales que se hacen en Euskadi, la sociedad demanda sobre todo inversión y soluciones en varios temas: lucha contra el paro, es decir, inversión en empleo y mantenimiento de los servicios sociales actuales; y tras ellos, a gran distancia, se encuentran la sanidad y la educación, completando así el cuadrado de la demanda social vasca en este, esperemos, final de la primera gran crisis económica del siglo XXI.
Pues bien, los presupuestos que propone este Gobierno Vasco y que está trabajando con otros partidos apuntan a un incremento del 11% en esos dos aspectos prioritarios (empleo y política social), es decir, casi 3 veces más de incremento que el del total presupuestario. Todo un ejercicio de responsabilidad que sin grandes proyectos ni fastos ni ruido están ejerciendo tanto el Gobierno Vasco como el partido que lo sustenta, así como los partidos llamados a aportar rigor y posibilismo a estos presupuestos.
Un gobierno serio siempre empuja a la seriedad a su oposición. En nuestro caso, este Gobierno Vasco de a pie de obra, alejado de fuegos artificiales, comprometido con las personas como objetivo prioritario, busca siempre el acuerdo con la oposición con la cintura suficiente para anteponer a lo que podrían ser prioridades partidistas las necesidades actuales de sus ciudadanos, consiguiendo por parte de la oposición un trabajo serio e incluso un apoyo, lógicamente condicionado, aunque apoyo constructivo al fin y al cabo. Espero que esta vez ocurra algo semejante.
En las Españas no se puede decir lo mismo. Las diferencias entre el lehendakari Urkullu y el presidente Rajoy son más evidentes que entre un aurresku y una sevillana. Por ello nos encontramos con unos presupuestos españoles que no se sabe muy bien de qué van. Más me preocupa saber a dónde van esos dineros, esperemos que no vayan a los bolsillos de los de siempre, pero lo que está clarísimo es que a Euskadi, de los presupuestos españoles, poco o nada llegará.
Ellos (el PP y Rajoy) sabrán dónde están sembrando y dónde quieren tierra quemada. Catalunya se les aleja definitivamente, por lo menos socialmente. Aquí ya sólo les queda la esperanza de Gasteiz y Araba pero, y pongo como ejemplo, el Gobierno de España tiene previsto invertir en Gasteiz el próximo año 137.000 euros. Sí, sí, sólo 137.000 euros, no me he confundido. La menor cuantía desde el inicio de la democracia. Mientras, el Gobierno Vasco ya se ha comprometido con Gasteiz y los gasteiztarras en cerca de 130 millones de euros, es decir, un 948% más. Cada uno sabrá lo que hace.
Dos gobiernos, dos líderes, dos sociedades cada vez más diferentes que sin embargo demandan de los políticos lo mismo: seriedad, humildad, honestidad, humanidad y trabajo por intentar salir de este agujero económico lo antes posible. Unos invierten en lo único que hay que invertir ahora, en crear empleo incrementando el sistema social para no bajar el nivel de bienestar de sus ciudadanos; otros, ni se sabe y además parece que están a otras cosas sin resolver ninguna. Dos gobiernos, 1.000 diferencias?