Al igual que esta semana han llegado las primeras lluvias que anuncian este tardío otoño, también han llegado las primeras encuestas que anuncian la cercanía de las Elecciones en el 2015, Municipales, Forales y Generales.

Tanto el Gabinete de Prospección Sociológica del Gobierno Vasco como el CIS coincidieron el miércoles en publicar sus análisis electorales; las de Gobierno Vasco para Municipales y Forales, y las del CIS para esa locura de Elecciones Generales de dentro de un año que, según se apunta, revolucionarán el mapa político español gracias al hartazgo y pésima gestión del PP y del PSOE de lo público y no tan público que tantos miles de millones nos está costando a todos.

Curiosamente, y seguro que por interés de muchos medios de comunicación, tertulianos y quién dirige esas tertulias, aquí, en Euskadi, no se ha hablado tanto de los movimientos sociales que estas encuestas muestran, sino más bien se ha hablado de “la cocina” con la que estos maestros de la Sociología parecen aliñar esos guisos demoscópicos.

Ése ha sido el verdadero interés esta semana queriendo poner en entredicho la utilidad de esta herramienta, las encuestas, más de lo que se es capaz de conocer y analizar con ellas. Pero así son las cosas y los sociólogos no tenemos más remedio que ponernos un enorme gorro de cocina en la cabeza, eso sí, de Top Chef, y bailar al son que tocan.

¿Qué es eso de “la cocina” cuando de Sociología electoral hablamos? Pues no es más que, conociendo la sociedad como todo sociólogo profesional debe conocer y estudiar constantemente, con unos datos que la técnica de la encuestación nos ofrece, ser capaces de ofrecer al cliente, en este caso a toda la sociedad, unos datos que sean lo más precisos posibles de cómo sería, en ese momento, un resultado electoral.

Para eso hay que hacer cocina, sí, es imprescindible, porque los datos que nos ofrece la encuesta, eso que se llama el voto directo, oculta muchas claves. Son esas claves las que el sociólogo audaz, matemáticamente corrige con lo que llamamos coeficientes de corrección. (Pido perdón al lector por esta licencia técnica que me he permitido en este párrafo).

Intentaré explicarme: Cuando preguntamos el voto u otros temas delicados, hay ciudadanos que rechazan directamente ser encuestados porque no quieren responder a una encuesta política; otros, que respondiendo a la encuesta ocultan su intención de voto; y hay otros, muy pocos en nuestra tierra, que no dicen la verdad sobre su intención en el voto.

Por otro lado hoy en día, por ejemplo, existe un nuevo partido del que sus militantes se sienten orgullosos y con ganas de decir que le van a votar. Nadie de esa sociología ni rechazará una encuesta ni ocultará el voto, y menos mentirá diciendo que votará a otro partido. En este caso, este partido saldrá con excesiva fortaleza en el “voto directo” respecto a los demás que tienen un nivel mayor de ocultamiento.

Con estos ingredientes, al igual que el cocinero con los alimentos, el sociólogo tiene que cocinar (cada vez me gusta y creo más en el término). Pero no es una cocina ni improvisada ni interesada, es una alta cocina con unos ratios establecidos durante muchos años de investigación y desarrollo continuado, y donde al igual que en Top Chef te la juegas en cada plato, en cada encuesta.

En la Sociología electoral, al igual que en Top Cheff, hay mediocres, buenos y excelentes. En cada encuesta queremos elaborar el mejor plato aunque sabemos que siempre habrá alguien al que no le gustará su sabor y otros, por no reconocer lo acertado del plato, se pondrán a criticar que el tenedor para comer ese guiso no es el adecuado... ¡On egin denori!