La mejor noticia de la semana ha sido sin duda la curación de Teresa Romero. Además, el primer test de sangre sin la presencia del virus fue en el día de las misiones. ¡Qué mejor regalo! Es una de esas veces en que te sientes lleno y feliz por dentro, y agradecido a Dios después de haberle mareado tanto pidiendo su curación”, relata en su blog África en el corazón. Cuando la vida duele el misionero iruindarra, José Luis Garayoa. No sabe si la sanación de Teresa ha sido fruto del favipiravir, de la sangre de Paciencia o de la oración de tanta gente buena. “Incluso estoy seguro de que si algo se podía mover en el cielo, Manuel García Viejo -el sacerdote extraditado a Madrid para ser tratado del virus y fallecido en el Carlos III- no ha parado de hacerlo. Pero aquí, ya nos metemos en el terreno de la fe y debo de ser respetuoso con la opinión de todos. Pero tengo derecho a expresar mi opinión y sigo creyendo que la fe es capaz de mover montañas. Incluso la del ébola, por muy mortal que el virus sea”, escribe Garayoa en su cuaderno abierto y de lectura obligada para quienes deseamos conocer de primera mano lo que sucede en Sierra Leona, en general y en Makeni, la capital de Bombali, una de las cinco provincias del norte de Sierra Leona donde se encuentra el mediático misionero navarro, que se presta con una simpatía y paciencia infinitas, a una multitud de llamadas que desde el Estado le hacemos los periodistas para que nos cuente si realmente el ébola está siendo controlado y si la comunidad internacional está poniendo todos los medios necesarios para frenar esta pandemia que estremece y aterroriza a Occidente, pero no por el alcance que tiene en el continente negro con miles de muertos, sino porque el virus ha traspasado las fronteras de África y habita entre nosotros, la opulenta Europa.

J. Luis Garayoa, agustino recoleto

“Lo peor está todavía por llegar”

Garayoa teme que los países de la zona ébola dejen de ser noticia, que se apaguen los focos, se baje el telón y se vuelva a la cruda normalidad de siempre. Es consciente de que la actualidad avanza y de que el ébola comienza a ocupar menos espacio en los medios de comunicación del mal llamado Primer Mundo. “Como si lo importante fuera el virus y no las personas que se infectan y mueren. El 16 de octubre batieron el récord de fallecimientos por ébola en un día: 121, aunque ya no somos noticia de actualidad”, por eso agradece la llamada de DNA. “Además, explica, el ébola no es lo más importante. Tenemos el dudoso honor de estar a la cabeza de los países con mayor índice proporcional de sida en África, mayor mortalidad en el parto, altísima tasa de mortalidad infantil; un porcentaje elevadísimo de niños no llega a los cinco años”, añade Garayoa, quien atiende junto a otro misionero agustino, René González, a doscientas aldeas. “Los principales problemas no están en el ébola, sino en el analfabetismo de la población, falta de infraestructura sanitaria -hasta ahora parece que no se enteraron algunos-, malaria, cólera, desnutrición? En estos récords no dan medallas. Si las diesen tendríamos el oro asegurado”.

Garayoa muestra su temor porque hay doctores de la Cruz Roja y de Médicos sin Fronteras que trabajan en la zona, que les han anunciado que lo peor está por llegar, que el pico máximo del ébola será a finales de este mes y principios de diciembre y las consecuencias pueden ser terroríficas si la comunidad internacional no envía el personal médico preciso y adecua las infraestructuras necesarias”, explica preocupado.

Al misionero iruindarra le quitan el sueño los problemas de las gentes de sus poblados: la malnutrición, la diarrea, la malaria. “Los niños se nos mueren sin cumplir los cinco años; me preocupo de encontrar medios para que puedan comer, para que a los enfermos no se les estigmatice, pero la ignorancia está arraigada y potenciada por hechiceros locales”, describe. Muchas personas que empiezan a sentirse mal, en lugar de acudir a los dispensarios o al hospital -“aquí, si lo vieras echarías a correr” dice-, se marchan a aldeas lejanas. ¿Por qué? “porque se ha corrido la voz de que si les llevan al hospital es para morir y en soledad. “En la misión hemos tenido tres casos de personas que se han saltado los controles puestos por la OMS para tomarles la temperatura . Hasta el presidente tuvo que venir a Makeni para rogar a la población que hicieran caso al Ejército, pero la cuarentena no se cumple. Si en esta zona de África tuviéramos diamantes, acero o coltán la situación estaría ya casi solucionada. De verdad ¿de la comunidad internacional a quién le importamos?”, se cuestiona en voz alta.

Rafael Sabé, salesiano

“En África se sorprenden del pánico en España”

“La gente en África se sorprende de la reacción de pánico que existe en España”, dice Rafael Sabé, misionero salesiano en Guinea Conakry, miembro del Grupo de Prevención anti ébola de Siguiri, plataforma que reúne a representantes de las autoridades civiles, sanitarias, empresariales y religiosas de la zona. Misionero desde 1992, vive en primera persona la epidemia del ébola en uno de los países más contagiados. “En este país empezó el último brote de ébola y esto ha permitido que la población haya tenido más tiempo para darse cuenta que el virus existe, es real y mata”, recalca Sabé.

En la tradición africana la muerte es uno de los momentos más importantes de la vida de toda persona. “Es necesario honrar a sus difuntos. Conozco a una familia que en las ceremonias funerarias perdió a nueve miembros por el ébola y varios se contagiaron, pero se han curado”. Es por esto que el Grupo de Prevención hace su trabajo de sensibilización. Pero a pesar de todo aún hay contagios. “Aquí, en dos semanas hemos tenido cinco casos. Desde mediados de agosto no habíamos tenido ningún caso. Parecía que se había dominado, pero el desplazamiento de la población ha provocado un volver a empezar”, recalca el salesiano.

En Guinea cuentan con unos 778 fallecidos, pero no ha estallado el pavor español. “Es cierto que en África se vive muy de cerca el sufrimiento y esto crea carácter. Hace unos días enterré a una niña de cinco años muerta de paludismo. Los hermanos de la pequeña estaban presentes. Había lágrimas de dolor en el entierro, lágrimas de amor, pero no desesperación”.

A la población del Estado español, el salesiano les diría que superen el miedo, “porque bloquea y hace que te equivoques. Admiro a los médicos africanos que con poca protección se acercan a los enfermos. Si yo tuviera miedo ya hace tiempo que estaría fuera de Guinea. Eso no quiere decir que sea imprudente. En nuestro centro de primeras curas tomamos todas las precauciones necesarias para evitar los contagios”.

Patricia Domingo, clarisa

“Creen que si van al Hospital van a morir”

La misionera clarisa Patricia Domingo Weitz, de padre español y madre alemana y navarra de adopción donde vivió 14 años estudiando la carrera de Medicina, tuvo que cerrar en agosto por el ébola el dispensario Mile 91 en Sierra Leona donde atendía a los pacientes junto a otras dos hermanas, una de México y otra local. “Lo clausuramos porque la gente no venía por miedo”. Patricia fue alumna de Manuel, el misionero fallecido, “uno de los mayores expertos en medicina tropical”, asegura. “Sierra Leona está fuera de control porque el Gobierno no sabe lo que hacer para acallar los infundios que se corren. Se han corrido historias de que en los hospitales la gente se muere; la incultura y la desinformación está extendiendo el ébola”, dice con tristeza esta joven misionera de 37 años que permanecerá en Iruñea por lo menos hasta junio, periodo que aprovechará para ser sometida a una pequeña intervención quirúrgica. “Vemos la muerte tan de cerca que sentimos impotencia por no poder hacer nada. Ahora está el ébola, pero la malaria es la auténtica epidemia, a la que hay que dirigir todos los esfuerzos”, remacha deseosa de regresar cuanto antes a Sierra Leona.