MADRID. Fernández ha afirmado, en una entrevista a Europa Press, que "los datos que conocemos como incidencia nueva son muy bajos", ya que "la mayoría de los enfermos son crónicos, con muchos años de evolución, y la mayoría infectados antes del año 89, que es cuando se diagnosticó por primera vez la infección".
Una vez que una persona ha sido infectada con este virus, entre el 15 y el 25 por ciento de los casos desaparece espontáneamente durante la fase aguda de la enfermedad, sin precisar tratamiento, aunque en el 75 o el 85 por ciento, se suele volver una enfermedad crónica. En caso de que la enfermedad sea crónica, su progresión puede conducir al desarrollo de cirrosis hepática, carcinoma hepatocelular (CHC) o cáncer de hígado, insuficiencia hepática y la muerte.
En cuanto al tratamiento, dependerá del grado del daño hepático que tenga, del genotipo de hepatitis C del que se está infectado y de las características propias del paciente. El objetivo principal es eliminar el virus de la sangre, es decir, alcanzar una carga viral indetectable y así influir favorablemente en la evolución de la enfermedad.
Actualmente existen varias alternativas, desarrolladas en los últimos 15 años. Durante el año 2000 aparecieron la proteína interferón y el antiviral ribavirina, los primeros tratamientos contra en el genotipo 1 y que han 'reinado' durante 10 años con no más de un 40 por ciento de resultados positivos.
Rondando el 2011 se desarrollaron nuevos antivirales inhibidores de la proteasa específicos para genotipo 1 -boceprevir y telaprevir-, con índices de curación que rondaban el 70 por ciento, "pero sujetos a muchos efectos secundarios".
Ahora, los pacientes pueden recurrir a dos antivirales de última generación, aprobados este año: el simeprevir, registrado por Janssen como 'Olysio', para los genotipos 1 y 4, con tasas de curación que rondan el 80 por ciento; y el sofosbuvir, comercializado por Gilead como 'Sovaldi', que puede superar el 90 por ciento de curación, "sin efectos secundarios, de fácil administración, y para todos los genotipos".
El experto ha destacado sofosbuvir, un fármaco "muy potente" que ha demostrado "estar a la altura" en cuanto al coste eficacia del mismo, ya que "es fácil y cómodo" de administrar y "su potencial de curación es muy alto". Además, "tiene una administración que con un tratamiento limitado en el tiempo, que puede ser de 12/24 semanas, el paciente se cura".
"El precio podría dificultar que este fármaco se administre a todos los pacientes, que sería lo recomendable", sin embargo recuerda que, teniendo en cuenta el gasto, lo cierto es que "no todos los pacientes tienen la misma urgencia para ser tratados", y, por tanto, existe un arsenal terapéutico que puede ser usado en pacientes leves.
En su opinión, sería recomendable que se administrara a los pacientes más graves, como son enfermos con hepatitis C en lista de espera de trasplante hepático, con cirrosis descompensada (cirrótico terminal) o aquellos que, tras un trasplante -unos 25 pacientes al año en el País Vasco-, tienen recurrencia de virus, así como los pacientes coinfectados a hepatitis C (VHC) y el virus de inmunodeficiencia humana (VIH).
"A medida que dispongamos de mayor arsenal terapéutico será mayor el número de pacientes que tendrán acceso a estos nuevos tratamientos", ha señalado, volviendo a hacer hincapié en que "es fundamental" administrar los nuevos fármacos, ya que "consiguen curar la enfermedad", a pacientes "muy complicados".
Por otro lado, ha pedido confianza a los pacientes, "que vienen muy demandantes", a los que "hay que hacerles ver que no podemos tratar a todos los a la vez, porque no todos tiene la misma urgencia".
Entiende que el futuro del tratamiento pasa por la aprobación de nuevos fármacos y la retirada de aquellos que, "además de tener una gran toxicidad, han quedado obsoletos".