La recta final de la vendimia 2014 se está viendo condicionada por las lluvias que han llegado para quedarse, según apuntan todos los indicios, y que podrían demorar la recogida de uva en el campo, especialmente en las zonas más tardías. De acuerdo al dictamen de los servicios técnicos del Consejo Regulador, hasta ahora se ha recolectado un total de 245 millones de kilos de uva, lo que permite afirmar que se ha alcanzado el ecuador de una vendimia que comenzó el pasado 30 de agosto en la localidad de Alfaro y ha venido desarrollándose con lentitud hasta esta semana, en la que el ritmo diario de recogida de uva se sitúa en torno a los 25 millones de kilos de uva. La única incidencia reseñable son las temperaturas, suaves, que crean condiciones climatológicas favorables para el desarrollo de focos de botrytis. Por eso, se exige continuar realizando una vendimia selectiva que permita alcanzar resultados cualitativos óptimos.

El cambio de tiempo de seco a lluvioso es lo que ha propiciado es un retraso en los trabajos de vendimia, ya que los agricultores y los temporeros no pueden salir al campo a trabajar. Además, en algunos casos, el agua caída ha sido tan abundante, que ha encharcado las parcelas y no se puede entrar en ellas con los remolques para cargar uva. Ese tiempo ocioso ha permitido visibilizar aún más a los trabajadores que han acudido a la vendimia y que día que no salen al campo es día que no cobran un céntimo.

Sin fotos, ése es el compromiso. Nadie quiere poner su rostro para contar cómo viven cuando no están vendimiando. Son los temporeros. Y no solo gente de color o procedentes del Magreb o Portugal. Antonio y Daniel son de Bilbao y están pasando unos días como vendimiadores en Navaridas, aunque “llevamos veinticinco años vendimiando para el mismo patrón”, comentan casi al mismo tiempo tras la sobremesa y mientras esperan para volver al trabajo de la tarde en el campo. “Para nosotros, venir es casi una tradición. Las familias que hemos venido somos de Bilbao , pero apenas nos vemos. Donde nos relacionamos de verdad es aquí, en Navaridas, cada año que acudimos”, explican.

Saben que hay muchos temporeros que no son tratados con la suficiente dignidad que marca la ley, pero “el nuestro ?el patrón? nos facilita todo lo que necesitamos y nosotros respondemos con la misma lealtad”. “Cada año nos tiene preparado el alojamiento, con camas, duchas, lavabo, agua caliente, cocina, una nevera combi y hasta televisión”, apuntilla Antonio. Daniel añade que “lo que hay por ahí son algunos que se creen que estamos todavía en tiempos de guerra, que creen que salimos de una cueva y tratan a la gente sin ninguna consideración”. “También es verdad que acude mucha gente inexperta, que viene a vendimiar pero no sabe dónde se mete y a estas personas las echan en un camastro, en medio de una nave, y les dan una olla de comida, como cuando la guerra”, revela.

Estas familias de Navaridas están alojadas en un edificio. Como muchas otras en todas las localidades de Rioja Alavesa. Y a pesar de la austeridad y la provisionalidad del alojamiento, se aprecia que éste ha sido montado con la intención de que los trabajadores se encuentren cómodos. “Tenemos la televisión enfrente de las camas, así que la podemos ver cuando estamos tumbados”, aplaude Antonio. En el interior se están terminando de preparar para salir a trabajar en el campo. Todos menos la madre de éste, “que hoy nos ha preparado una paella con chota, mejillones y gambas y es la que se encarga de cocinar mientras estamos en el campo”. También se dedica a cocinar y lavar la ropa, que estos días se airea a la entrada de los alojamientos para borrar las huellas del paso por la pila o de la lluvia y el barro acumulado durante la jornada.

“Nosotros venimos en una camioneta, donde traemos mesas, sillas y colchones. Venimos con antelación a pasarlo más bien peor que mejor. Hoy estamos vendimiando, pero ayer cayó una tormenta y ¿qué hacemos aquí en el pueblo? Nosotros venimos a ganar un poquito de dinero y hacemos el desplazamiento desde nuestras capitales un poco equipados, porque nos sentimos unos veteranos”, subraya Antonio. Él tiene 35 años, “pero el patrón ya me ha visto trabajar con cinco o seis años”.

Como ellos hay otras muchas personas, gente que se dedica a lo que puede a lo largo del año, pero que han logrado conectar y hacer amistad con propietarios de terrenos y a los que acuden a vendimiar, creando lazos afectivos. “Yo lo hecho de menos a lo largo del año. El año pasado no pude venir porque la mujer dio a luz, pero no paraba de acordarme de esos campos. Y es que Bilbao estresa mucho: el mercadillo, los semáforos? Y vienes aquí y es otro mundo y te desahogas”, afirma el joven.

de primera y de segunda Ser temporero en vendimia en Rioja Alavesa es algo bien distinto a lo que ocurre al otro lado del Ebro, en La Rioja. Es justo reconocer que el papel mediador y vigilante que ha desarrollado la UAGA en los últimos años ha sido decisivo para que las calles y plazas de los pueblos de la comarca no ofrezcan la imagen que dan en la comunidad vecina. Los alojamientos se controlan, para que ofrezcan unos mínimos de calidez y dignidad, lo mismo que los contratos. Pueden surgir desaprensivos, como el matrimonio imputado de vulnerar los derechos de los trabajadores en Baños de Ebro, al tener hacinados a 42 temporeros en una vieja bodega. Pero lo normal es que estas personas se alojen en viviendas dignas o en lonjas bien preparadas.

Algunos llegan a tener mucha suerte, como los que repiten cada año en bodegas como Luis Cañas, Ostatu, Torre de Oña o Marqués de Riscal, que tienen verdaderas mansiones muy bien preparadas, porque los empresarios saben que la satisfacción es un paso adelante para mejorar la productividad. Pero en medio de esa previsión están los que llegan sin contratos, y en ocasiones sin papeles. Habitualmente son los que recorren la ruta entre Nájera-Cenicero y Rioja Alavesa. La inmensa mayoría de ellos son subsaharianos, senegaleses los llaman de forma general. Apenas se les ve, pero están, y duermen en casas abandonadas, en guardaviñas o donde nadie pueda descubrirlos. Porque en Rioja Alavesa la vigilancia existe. Muchas personas han visto como descendía un helicóptero sobre un campo cercano y funcionarios del Gobierno Vasco pedían la documentación de vendimiadores y empresario.

Lo que está claro es que a pocos kilómetros, en La Rioja, el apoyo a los temporeros es muy mediocre y es frecuente encontrar en muchos pueblos improvisados campamentos, sin agua ni luz, con niños correteando todo el día sin escolarizar al cuidado de algún niño con más edad. También se ven grupos de personas esperando la contratación por un día, con aspectos intimidantes, o mafiosos de tres al cuarto, que se aprovechan del hambre o de la miseria de los que han llegado para traficar son sus míseros salarios y sin derecho a comida.

En el Rioja, La Rioja se lleva la palma en cuanto al tráfico de personas. Y lo sabe el Fiscal del Tribunal Superior de Justicia de La Rioja, pero no dan con los cabecillas que se aprovechan de esas situaciones. La papeleta la sufren los pueblos a los que acuden estos sin techo: enfermedades y heridas que son tratadas por la buena voluntad de los profesionales de los centros de salud; alimentos que sirven algunas parroquias, porque los ayuntamientos “pasan del tema” y tiendas que ponen su peculiar impuesto revolucionario de buena voluntad regalando frutas, verduras o lo que pueden.

El Rioja, evidentemente, es un paraíso de los sentidos. Pero también un universo de estrellas y de estrellados. l