Detrás de la escafandra, el equipo ébola tiene miedo. “Después de lo que le ha pasado a Teresa ¿quién me dice a mí que este traje me protege?”, expresa con temor una compañera. Una sucesión de errores, un protocolo bajo sospecha y una ministra en busca y captura han precipitado una de las mayores crisis sanitarias, la del ébola. Con insuficiente preparación para ponerse y quitarse el traje de protección, formación inadecuada para asimilar correctamente el exhaustivo protocolo y actuaciones indebidas como dejar a Teresa Romero a su suerte varios días, ha sobrevenido la catástrofe.
Ha sido la crónica de una tragedia anunciada. El principal punto negro, que Sanidad tardó seis días en ordenar el aislamiento de la enferma, y que la ambulancia trasladó a otros siete pacientes después que a ella. Pero este caso ha estado abonado a los errores. La auxiliar llamó al hospital el 30 de septiembre informando que tenía fiebre, pero al ser inferior a 38 grados le indicaron que acudiera a su centro de atención primaria donde le diagnosticaron una simple gripe. El procedimiento en el Hospital de Alcorcón tampoco resultó diligente. La paciente llegó al hospital en una ambulancia convencional y su traslado al Carlos III se demoró seis horas desde que fue solicitado. La auxiliar estuvo cuatro horas con otros pacientes en las Urgencias.
Mientras tanto desde Sanidad las acusaciones se cernían sobre la negligencia de la enferma y un guante que azotaba su cara. Pero que el propio protocolo entrañaba riesgos ha quedado demostrado cuando el Ministerio ha modificado las pautas de actuación y considerará a partir de ahora de “alto riesgo” los casos de personas que hayan tenido contacto con enfermos de ébola y que tengan décimas de fiebre. No será necesario, como hasta ahora, llegar a una temperatura corporal de 38,6 grados, como fue el caso de la auxiliar contagiada.
Las irregularidades no se quedan solo en la indumentaria sino en instalaciones claramente deficitarias. “Seguimos con trajes de nivel dos, cuando tenían que ser de nivel cuatro, los guantes, las calzas y las gafas no son las que tendríamos que llevar y nos desvestimos sin que nadie nos los descontamine. La esclusa donde nos cambiamos en un cubículo mínimo donde casi es imposible no tocar con los codos las paredes y la única supervisión que tenemos es la que nos hacemos unos compañeros a otros”, relata una trabajadora del Carlos III.
Rompecabezas Con el rompecabezas de la crisis en plena efervescencia y los planes de seguridad funcionando como coladeros, la Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública entiende que el cambio de protocolo decidido por Sanidad significa “reconocer errores”. “Hay que ser conscientes de que el problema central de esta crisis está en las decisiones que se adoptaron de traer enfermos de ébola a España sin tener los medios técnicos y profesionales apropiados”, afirma, resaltando las críticas a la importación de la enfermedad.
Mientras tanto, el miedo se extiende más allá de la zona cero del ébola, el hospital, donde sanitarios ponen excusas para trabajar y limpiadoras se niegan a entrar. En ciernes, otra bomba que podría explotar, la denuncia de que la Consejería de Sanidad madrileña ofrece a “gente inexperta” mediante la bolsa de trabajo contratos eventuales para cubrir turnos en el Carlos III.
El que ya se ha convertido en el mayor reto global sanitario después del sida, acumula quejas desde todos los sectores. La preocupación ha llegado también a Euskadi y ha movilizado a los sindicatos vascos. CCOO es la última central en sumarse al descontento, denunciando que no se está dando la información adecuada a la plantilla de Osakidetza sobre los protocolos. “Pautas de actuación que sí manejan en los hospitales de referencia con charlas informativas, mientras que al resto de organizaciones de Osakidetza tan solo se les ha pasado un protocolo de actuación, modificado constantemente”. “Este personal -critican- podría encontrarse con algún caso en las visitas a domicilio como ya ha ocurrido en casos sospechosos”, dicen enredando más la madeja.