Pamplona - Con la mirada fija en el Hospital Carlos III y las alarmas resonando ante el primer caso de ébola en el territorio nacional, el país parece haber olvidado que existe un lugar llamado Sierra Leona en el que mueren cientos de infectados cada día. Esa es al menos la impresión de la hermana Patricia Domingo, una misionera española que desde 2011 y hasta agosto de este año ha trabajado como médico en el país africano.
Intimamente ligada a Pamplona, esta misionera de 37 años estudió Medicina en la Universidad de Navarra. Pese a haber vivido la realidad del ébola desde Sierra Leona y España, asegura que es difícil encontrar un punto de comparación entre dos realidades completamente diferentes. “La semana pasada, en la misión del hermano Garayoa, murieron 121 afectados en un solo día y de eso ya nadie habla -comentó la hermana-. Es normal que nos preocupemos de la situación nacional, pero ahora todo se ha centrado en eso cuando la alarma real está allá”.
La repatriación de los dos misioneros, desencadenante del caso de infección en Madrid, no fue una decisión equivocada a ojos de Patricia Domingo. La situación allí es “crítica”, comentó, y la solución no está en dejar a los enfermos a su suerte. “Si aquí hay pocas esperanzas, allí hay menos”, sentenció.
Con un panorama tan grave, Patricia Domingo siente que la comunidad internacional no está haciendo lo suficiente. A este parecer hizo un llamamiento: “Hace falta que organismos internacionales fuertes vayan a Sierra Leona a ayudar porque el Gobierno no da abasto. No tiene experiencia en una situación de crisis y la gente no tiene formación. Están haciendo muchas cosas, pero no es suficiente, la epidemia se sigue extendiendo”.
Acerca de la posibilidad de que los sanitarios viajen a Sierra Leona para entrenarse y así prevenir fallos como el que presuntamente infectó a Teresa Romero, la misionera manifestó su desacuerdo: “Ahora no creo que sea el momento para hacer experimentos porque allá hay 8.000 afectados. Se necesita muchísima gente, pero no para practicar, sino para ayudar. No se puede mandar a alguien a Sierra Leona para entrenarse y volvercuando la crisis está allá”.
Hace varios meses en occidente se hablaba ya de la peligrosidad de un virus que poco o nada alteró la vida de los que allí se encontraban. “Creo que al principio había más alarma social en España que en Sierra Leona”, comentó la misionera al recordar cómo había voluntarios que adelantaban sus viajes de vuelta o, simplemente, no cogían el avión de ida. Una reacción que a ella y a sus compañeras, en aquel momento, les pareció exagerada.
Pero todo cambió durante la última semana de julio. “Fuimos de ejercicios espirituales y eso fue un antes y un después”, comentó. El momento decisivo, según señaló, fue el fallecimiento ese martes del responsable de la lucha contra el virus en el departamento de Kenema, el Doctor Khan.
“Después de esa semana volvimos a la misión, pero el ambiente había cambiado mucho. La gente tenía muchísimo miedo y la clínica se quedó absolutamente vacía”, relató la Hermana Patricia, responsabilizandode esto a los falsos rumores que corrieron como la pólvora entre la población. Bulos como que en los centros se estaban poniendo inyecciones letales o que se estaba investigando con la enfermedad.
La realidad social del país complica más aún la difícil situación que trae consigo el ébola. La escasa alfabetización de la población sirvió de caldo de cultivo para sembrar el terror entre la población. Patricia Domingo y sus compañeras llegaron incluso a pedirle permiso a su superiora para que les dejase ir a la radio y a la calle para pedir a la población que, si estaban enfermos, acudiesen a las clínicas, pero la respuesta fue negativa debido a que el ébola ya estaba demasiado extendido.
Pese al alarmismo, Domingo resaltó también la fortaleza de la población local, que asume el problema con preocupación pero con la seguridad de que es algo que tiene que pasar: “Es gente que sabe afrontar una crisis con mucha fortaleza, lo ven todo con un espíritu de fe”.
Pero no todo es ébola. “Nosotras no queríamos dejar la misión o dejar la clínica porque sabíamos lo que hay en Sierra Leona en los meses de julio y agosto: muchísima malaria”, contaba la Herama. Con una media de 50 pacientes al día, no se veían capaces de poder cerrar el centro. Pero la realidad terminó imponiéndose.
Con la muerte del hermano Manuel García Viejo el centro quedó clausurado. El ébola estaba ya tan extendido que les era imposible hacer un diagnóstico diferencial entre malaria, fiebre tifoidea y ébola debido a que los síntomas son muy similares y el riesgo muy alto.
El regreso de la Hermana Patricia Domingo no fue debido a la crisis sanitaria que se vive en Sierra Leona. Es consciente de la situación y, pese a no haberse encontrado con ningún caso de ébola, asegura que de haber sido así se habría infectado, ya que no disponen de los medios suficientes. Pese a eso, ella no tiene dudas con respecto al que quiere que sea su futuro: ”Mi deseo sería volver allí, pero ahora no puedo -aseguró sin dudar-. Si mañana me dijesen que tengo que regresar, lo haría”.