Es una de las estrategias formativas más eficaces. Poner en práctica aquello que se ha estudiado en el aula y hacerlo en un entorno real aporta no sólo conocimiento, sino también madurez a los alumnos. Por eso, hoy por hoy, todas las universidades incluyen en sus programas de grado la realización de prácticas externas, aunque a partir del segundo ciclo.

Sorprendentemente, a nivel estatal, no hay muchos centros que ofrezcan esa opción desde primero. Uno de esos pocos está aquí, en Euskadi. Hablamos del Basque Culinary Center, donde los alumnos del Grado en Gastronomía y Artes Culinarias realizan prácticas externas en los cuatro cursos. Se trata de un proceso de prácticas tutorizadas e integradas en el plan de estudios que, según afirma el Basque Culinary Center, "permiten conocer y experimentar al estudiante la realidad gastronómica y alimentaria de primer nivel, trabajando con los mejores profesionales".

Las prácticas, por supuesto, son diferentes en cada curso. En primero, tienen una duración de un mes y se realizan en el País Vasco. En segundo, son de dos meses, el ámbito geográfico es estatal y las prácticas se realizan en los mejores restaurantes y empresas alimentarias. En tercero, en cambio, el alumno tiene la oportunidad de realizarlas durante tres meses, ya sea en el estado o en cualquiera de los cinco continentes, pero de nuevo en restaurantes y empresas alimentarias de primer nivel. Y ya, en cuarto, el alumno realizará un proyecto real, demandado por la empresa en la que haga las prácticas, o un proyecto de emprendizaje, relacionado con el itinerario que haya escogido, durante un semestre, tanto aquí como en el extranjero.

Dos alumnos, dos experiencias Entre todos esos cientos de alumnos que ahora mismo tiene repartidos por el mundo el Basque Culinary Center, están la donostiarra Ana Arratibel y el leridano Víctor Nicolau, estudiantes de segundo curso. Ana realiza actualmente sus prácticas en La Cuadrisserie, taller de tentaciones, del repostero Francisco Javier Cuadrado, en Zamora. Víctor, en cambio, decidió marcharse a Bélgica para aprender en el prestigioso restaurante Air du temps, con dos estrellas Michelin.

En su día a día, Ana elabora pan, bollería y las especialidades de la casa: tartas, macarons, bombones o dulces típicos de la zona como las aceitadas. A más de 1.500 kilómetros de Zamora, Víctor trabaja en la partida mise en bouche (entrantes) realizando la mise en place (preparación de los ingredientes de cada plato). Dos trabajos que no tienen prácticamente nada que ver y que, sin embargo, han provocado en ambos sensaciones muy parecidas. Para Ana, lo mejor de sus prácticas es "la implicación al 100% de Francisco Cuadrado con mi aprendizaje, porque me permite desempeñar todas las labores sin miedo a que me equivoque". Víctor siente que "a pesar de ser un aprendiz, tengo responsabilidades, y eso para mí es una motivación que me hace trabajar todos los días como un león y me hace sentir bien conmigo mismo y con el trabajo que realizo". Además ambos están convencidos de que "de cara al futuro nos aportará experiencia, técnicas de trabajo y un gran conocimiento del sector". Víctor añade que "las prácticas nos ofrecen una realidad anticipada de lo que nos espera, además de una cura de humildad, porque aunque es cierto que la formación que recibimos es completa, hasta que no ves lo que otros saben, ni lo que realmente es capaz de hacer un chef, creo que no pones un poco los pies en el suelo".