¿Es eficaz obligar a jóvenes de 15 años a decantarse por formación profesional o universidad cuando no disponen de información suficiente para tomar una decisión tan vital para su futuro? O que el número de licenciados en Arquitectura en un país como España se haya disparado un 174% desde el año 2005 cuando el número de empleados en la construcción ha caído desde el inicio de la crisis un 62%? A preguntas como esta trata de responder el último informe sobre Educación para el Empleo, diseñando un sistema que funcione elaborado por la consultora internacional McKinsey. El documento ahonda en los muchos obstáculos a los que se enfrentan los jóvenes europeos en su acceso al mercado de trabajo y alerta del "universo paralelo" en el que siguen viviendo estudiantes, universidades y empresas en toda Europa.
"El informe nos deja un mensaje claro: políticos, educadores y empresas tienen que salir de su redil y trabajar más estrechamente para evitar lo que es una creciente crisis", advierte la comisaria de Educación, Androula Vassiliou, sobre las conclusiones de un texto que será presentado y debatido hoy en el prestigioso think tank Bruegel. A su juicio existen importantes lagunas entre lo que ofrecen los diferentes sistemas educativos y las necesidades reales de las empresas, lo que genera "una grave escasez de personal cualificado que daña las aspiraciones de los jóvenes y la prosperidad del viejo continente", afirma sobre un análisis realizado con más de 8.000 entrevistas a jóvenes, empresas y centros educativos de ocho Estados miembros, entre ellos las cinco economías más grandes de Europa y dos de los países más tocados por la crisis (España, Francia, Alemania, Suecia, Reino Unido, Italia, Portugal y Grecia).
Resolver el problema del paro juvenil -cuyo coste se estimaba en 2011 en 153.000 millones- siempre ha sido un reto en Europa que se ha visto exacerbado con la crisis. Hasta tal punto, advierte el informe, que el continente se enfrenta "a una posibilidad muy real de generación perdida" con tasas de paro insoportables. "En Grecia, la tasa se ha incrementado entre 2010 y 2012 hasta el 68%. En España la proporción de jóvenes que no están estudiando, trabajando o formándose creció un 27% entre 2008 y 2009 y desde entonces ha estado subiendo de forma constante", recuerdan sobre los dos peores alumnos de la clase. A esto se suma el hecho de que muchos de los que trabajan lo hacen de forma intermitente, a tiempo parcial y en trabajos que no les entusiasman. "En España, donde más de la mitad de los jóvenes están parados, un tercio de los que trabajan lo hacen en trabajos interinos mientras que otro 20% lo hacen, infelizmente, a tiempo parcial", sostienen.
No dan el perfil Con este panorama uno podría pensar que existe el caldo de cultivo adecuado para que empresas e industria consigan talentos excelentes a costes moderados pero la realidad, apuntan, es bien distinta porque las habilidades siguen sin casar con las necesidades empresariales. En Grecia, por ejemplo, con un paro juvenil por encima del 55% en 2013, los empresarios se quejan de que no encuentran el perfil que requieren. Lo mismo en Italia, Francia o España y hasta en Suecia o Alemania. En general, 6 de cada 10 empresarios aseguran no haber encontrado las capacidades adecuadas para sus necesidades y un 33% dejan habitualmente puestos vacantes debido a que no encuentran el perfil adecuado. Y no lo hacen, esgrime el informe, porque estudiantes, universidades y empresas viven en "universos paralelos".
Mientras el 74% de las universidades consideran que sus estudiantes están preparados para el mercado laboral, solo piensan lo mismo el 38% de los jóvenes y el 35% de las empresas. Una percepción muy distinta que los autores achacan a la falta de comunicación. Y es que, al margen de Reino Unido y Alemania, solo el 50% de los empleadores mantienen un contacto regular con los centros varias veces al año. "Las empresas no pueden esperar a que el perfil adecuado se presente en su puerta. Los programas más eficaces son aquellos en los que empresas y centros educativos trabajan juntos diseñando la currícula para que se adecue al modelo de negocio", reprochan desde McKinsey.
El estudio menciona tres intersecciones críticas en la vida de un estudiante. Cuando pasa a la Educación Superior, cuando define sus habilidades y cuando busca empleo. Y en medio muchas aristas, desde la financiación hasta la falta de información. A pesar de que muchos centros ofrecen becas a sus estudiantes, hay quienes consideran que el coste de la vida durante los años universitarios sigue siendo muy elevado, lo mismo que la Formación Profesional. En cuanto al acceso a información, con excepción de Alemania, menos del 25% de los estudiantes dicen haber recibido información suficiente sobre la educación postobligatoria y solo el 28% de los encuestados conocían la tasa de empleo de su carrera cuando eligieron qué estudiar.
En este sentido, alertan de que si no se nutren las necesidades del mercado laboral es también porque los jóvenes estudian carreras y especialidades para las que hay poca demanda e incluso porque hay quienes piensan que estudiar no merece la pena.
Dudas con la universidad "Solo el 42% de los jóvenes encuestados en Europa cree que la educación universitaria mejora sus oportunidades de empleo frente al 50% global", mencionan. Entre los cada vez más escépticos con la universidad, los españoles. El 77% de los universitarios de ese país piensan que estudiar algún tipo de grado de FP es mucho más útil para acceder al mercado aunque solo el 40% de los que dicen querer estudiar FP lo hacen.
Más allá de detectar obstáculos, el informe sugiere soluciones que pasan por una mejor orientación en el diseño de los cursos, con más flexibilidad y más apoyo financiero para que la educación sea más accesible así como más información. "Para reducir el coste de los cursos una solución podría ser dividir las carreras en módulos individuales de forma que se centren en capacidades concretas. Serían módulos de pocos meses que permitan a los estudiantes combinar y lograr un mayor sentido en sus aspiraciones", recomiendan.
También apuestan por los créditos gubernamentales a bajo coste -que ya existen en países como Suecia; Francia o Reino Unido-, permitir a los jóvenes pagar su educación dando a cambio servicios o que sean las propias empresas las que financien la formación.